Aunque Solange (44) siempre ha querido ser mamá, nunca se ha definido como una mujer guaguatera y precisamente ese desapego la hacía cuestionarse su futura maternidad. "Me cuestionaba la distancia que tenía con las guaguas, pero al analizarlo pensaba que era algo normal y que en algún momento, cuando fuera madre, se me iba a pasar", cuenta.

Un día, hace aproximadamente cuatro años, cuando estaba en un avión volviendo de sus vacaciones, quedó sentada detrás de una familia italiana. Era una pareja con dos niños, uno de un par de meses y el otro bordeaba los 3 años. "En ese vuelo veía cómo sus papás les mostraban fotos de otra gente a sus hijos. Escuché que les decían 'ese es tu papá y esta tu mamá'. Eso me llamó mucho la atención y me fui pendiente de ellos todo el viaje. Eran sus padres adoptivos, a quienes viajaban a conocer a Chile. Al bajarme, le dije a mi hermana que venía conmigo que esa sería mi opción de ser madre'", confiesa. Porque se dio cuenta de que quería serlo, pero no quería estar embarazada.

Apenas puso un pie en su casa, empezó a averiguar cómo adoptar a un niño o una niña. Y vino su primera decepción. "Lo primero con lo que me encontré fue que en todos lados el requisito principal era estar casada. Y yo ni siquiera tenía pareja", cuenta.

En Chile, las mujeres solteras que quieren adoptar a un hijo pueden hacerlo. Así al menos lo estipula la ley 19.620, promulgada en 1999. "El problema de esa ley es que privilegia que la adopción sea una institución heterosexual y legalmente constituida desde el matrimonio. Eso significa que establece un orden de prelación en el que en primer lugar están los matrimonios chilenos o matrimonios extranjeros con residencia definitiva en Chile, en segundo lugar los matrimonios extranjeros y en tercer lugar los o las solteras, viudas o separadas residentes en Chile", explica la directora de la Fundación Chilena de la Adopción, Alejandra Ramírez. Y agrega: "Como se trata de una ley antigua no toma en cuenta cómo ha ido cambiando la conformación de los grupos familiares, generando limitaciones para la diversidad de familias que actualmente existen en el país".

Al enterarse de esto, Solange se frustró. "Al mirar las estadísticas te das cuenta de que la mayoría de las madres o jefas de hogar son mujeres que han sacado adelante a sus hijos solas y saber que en la ley era la última prioridad me hizo sentir discriminada. ¿Por qué necesito un marido para ser una buena madre? Además, nadie puede asegurar que un matrimonio que adopta no se va a separar en el futuro", dice. Pero de todas maneras decidió intentarlo. Y golpeó muchas puertas hasta que logró que la declarasen "apta para adoptar".

En el sistema de adopción existen cuatro vías; el Sename y tres fundaciones acreditadas por el Gobierno. Quienes quieren adoptar son evaluados por la institución a la que se acerquen para luego quedar en una lista de espera. Por otro lado, cuando un niño es declarado susceptible de ser adoptado, entra también en otra lista de espera y allí se busca el match perfecto, dependiendo de los requerimientos de los padres y de las necesidades del niño o niña.

"Cuando entré a esa lista, me dejaron dos cosas muy claras. La primera es que sería casi imposible adoptar a una niño menor de 2 años, que probablemente iba a tener no menos de 5 ya que los matrimonios por lo general buscan guaguas y son los que tienen la prioridad. Y lo segundo, que iba a tener que armarme de paciencia, porque este proceso podría demorar años", cuenta. Efectivamente fue así.

Cuando estaba en el tercer año de espera, Solange comenzó a perder las esperanzas. Había remodelado una pieza completa para el hijo o hija que vendría, pero le daba tanta pena ver siempre la pieza vacía, que decidió cambiar el cubrecama por uno de adulto.

Se puso este año como plazo final. Y decidió que si no la llamaban, iría por su cuenta a pedir que la sacaran de la lista de espera. Pero el 14 de febrero volvieron las esperanzas. "Me sonó el teléfono y era de la fundación. Pensé que sería una más de las tantas llamadas que había recibido durante estos años, que en un comienzo me llenaban de ilusión, pero que finalmente eran para entregarme información o solo para saludarme. Pero esta vez fue distinto; me dijeron que desde ese día era mamá. Casi me desmayo de la emoción. Fue el mejor regalo que pude haber recibido en el Día del amor".

Enlazar con niños más grandes

En Chile, cada año, unos 500 niñas y niños son declarados susceptibles de adopción. De ellas y ellos, más del 90% son efectivamente adoptados. Es un porcentaje alto, porque hay gente dispuesta a adoptar. Pero el problema es anterior. "De los casi 6.000 niños que viven en residencias dependientes del Sename, solo cerca de un 5% son declarados susceptibles de ser adoptados, ya que la mayoría no están abandonados por completo y reciben visitas de sus familiares", explica Alejandra Ramírez. Aunque muchas veces estas visitas son pocas, dice, el Sename no puede determinar unilateralmente que sean susceptibles de adopción, porque la familia existe. "Es más; cuando hay denuncias de maltrato o abandono, lo primero que pide la ley es que busquemos un familiar hasta el tercer grado de consanguinidad, para que se haga cargo de esa niña o niña. Recién después de descartar eso, podemos pensar en la adopción. El problema es que ese proceso generalmente toma un par de años", agrega.

Esas y esos son las niñas y niños que probablemente terminen enlazando con las mujeres solas. "Una niña o niño de más de 5 o 6 años tiene memoria activada de sus experiencias tempranas o recientes de vulneración de derechos y de institucionalización, y por tanto tienen muchas veces la necesidad de recurrir a diversos especialistas. Son niñas y niños que logran adaptarse, pero que requieren un periodo de hasta tres años para nivelarse. Es un proceso difícil, de muchas pruebas, pero lleno de aprendizaje y amor", dice Alejandra.

Esto es justamente lo que vivió Loreto (42). "Tuve una relación de pareja larga, desde los 23 a los 32 años. Terminamos justamente porque teníamos planes distintos; yo quería formar una familia y ser madre, y él aún no. Cuando recién terminamos me preocupé. Sentía que estaba más mayor y quizás me iba a costar más encontrar una pareja a esa edad. Pero luego de años, entendí que esa presión la sentía porque estaba vinculándolo a mi búsqueda de la maternidad, cuando eran cuestiones distintas", cuenta.

Así que decidió adoptar. "Cuando uno hace cosas fuera del estándar tradicional la gente te juzga más. Podría escribir un libro con todo lo que me decían cuando empecé a contar que estaba en este proceso. Casi siempre los comentarios se relacionaban al tema de la adopción en sí y porque lo estaba haciendo sola, sin pareja", cuenta. "En mi experiencia, estas son opiniones que surgen desde el desconocimiento y el prejuicio. Me hablaban del apego, de que no iba a conocer el historial genético, como si uno supiera el historial genético de las personas cuando decide emparejarse. Estaba también la gente que me decía que era buena persona por la decisión que estaba tomando, cuando no tenía nada que ver. Incluso yo podría decir que fui egoísta, porque en ese momento solo pensaba en que quería ser mamá". Nueves meses después, le avisaron que entraba en la lista, como si se tratase de una señal de la naturaleza. Y quince meses más tarde la llamaron para darle la buena noticia: una niña de 7 años y medio sería su hija.

"Siempre confié en que la fundación se encargaría de hacer el match perfecto. Ahora, cuando la gente se entera de que mi hija es adoptada, se sorprenden y me dicen que somos iguales o que tenemos la misma voz. Y eso que recién llevamos un año juntas", cuenta. Y agrega: "Cuando me dijeron que por no estar casada no iba a poder adoptar a una niña o niño de menos de 3 años, no sé si me imaginé que sería de más de 7, pero ha sido una experiencia maravillosa. Como todas las maternidades ha tenido momentos buenos y malos, y en este caso hay que sumar la complejidad de la adaptación, de conocer a alguien con personalidad y opinión. Pero con amor y paciencia todo se logra. El primer tiempo me fui de Santiago a buscarla y nos quedamos ahí para compartir un tiempo juntas. Pasábamos horas abrazadas sin decir nada, como uno lo hace con las guaguas. Ahora, a pocos días de que se cumpla nuestro primer aniversario juntas, podría asegurar que tenemos un vínculo indestructible. Ser madre de mi hija es el mejor regalo que nos dio la vida".