“Doy las gracias porque en 2022…”. En víspera de año nuevo, las conversaciones entre amigos y familiares, y las redes sociales se llenan de mensajes de gratitud por lo vivido. Mensajes que reflexionan sobre lo bueno y lo malo que pasó, que todo lo sucedido “te permitió llegar hasta aquí”. Muchos de ellos terminan con un mensaje: “gracias”. Al universo, a algún ser querido, a uno mismo o, incluso, a esos 365 días que acaban de pasar. “Gracias”.

Eso es particularmente cierto en Chile y en la mayoría de los países de Latinoamérica, donde la festividad coincide con el fin del año laboral, académico, de proyectos, contratos, entre otros, a diferencia de los países del norte, donde diciembre es visto más bien un receso. Aquí, en el hemisferio sur, el cierre del año simbólicamente está asociado con el fin de una etapa y la aproximación de un nuevo comienzo, o un reseteo. Y el agradecimiento toma especial importancia en ese proceso de evaluación.

Pero hay que tener ojo, dice Javiera Duarte, académica de la facultad de Psicología de la Universidad Diego Portales e investigadora del MIDAP (Instituto Milenio de Investigación en Depresión y Personalidad). “Si bien el agradecimiento puede por lo general ser un aspecto positivo, también puede convertirse en algo más bien negativo o en una presión social, cuando -por ejemplo-. no he tenido un buen año o me encuentro con dificultades para recordar cosas por lo cual estar agradecido”.

Visiones distintas

En Psicología, la gratitud puede entenderse de distintas maneras.

Por un lado, puede ser vista como una emoción positiva momentánea (estar agradecido por algo que me ocurrió). Por otro, como una característica de personalidad. “En este caso, se trata de ser agradecido y tener la tendencia a reconocer y responder a las cosas buenas que me ocurren con emociones positivas que además se expresan interpersonalmente, es decir, se lo hago saber a los demás”, explica Duarte.

Varios estudios han mostrado que ejercitar la visión de un “vaso medio lleno” puede aumentar la sensación de optimismo y bienestar.

Una investigación realizada con 200 estudiantes en Estados Unidos, por ejemplo, reveló que escribir listas de gratitud durante nueve semanas resultó en mayores índices de felicidad y menos enfermedades físicas que entre quienes no lo hacían. Los alumnos comenzaron a hacer más ejercicios porque se sentían mejor con la vida.

En otra investigación, se pidió a pacientes que sufrían de una serie de enfermedades neuromusculares escribir cinco cosas por las que estaban agradecidos todos los días durante tres semanas. Al término de ese período, informaron sentirse con un dolor significativamente menos intenso y estar durmiendo mejor.

Otros estudios han mostrado que las mujeres tienden a ser más agradecidas que los hombres, y que las personas espirituales y/o religiosas suelen obtener mayores puntajes en escalas de gratitud.

“También ha ido aumentando la evidencia que indica que el agradecimiento o la gratitud juegan un rol importante en cosas como nuestra capacidad de resaltar los aspectos positivos de la vida, nuestro comportamiento prosocial, apoyo social percibido, bienestar psicológico, felicidad e incluso nuestra salud física. Asimismo, se ha demostrado que las personas agradecidas tienen menores probabilidades de experimentar sensación de soledad, ansiedad, envidia y depresión”, afirma Duarte.

Todo eso prueba, según los expertos, que si bien hay personas que pueden ser más agradecidas en su forma de interpretar las experiencias que le ocurren debido a sus rasgos de personalidad, al ser el agradecimiento también una emoción, es posible aprender a sentirlo e incluso entrenarlo.

En distintos portales, se venden “gratitud journals” para que el usuario escriba diariamente las cosas por las que está agradecido, ya sean grandes o pequeñas. Estos ejercicios permiten que cada uno aprenda a mirar lo que pasa a su alrededor y detenerse de manera más selectiva en los aspectos positivos de su vida.

¿Hay límites?

Si bien la evidencia muestra aspectos positivos de ser agradecido, la psicóloga Duarte dice que el límite sobre lo que podemos o no dar las gracias es personal. “No podemos obligarnos a ser agradecidos o estar agradecidos porque es lo socialmente esperado. Eso produce más ansiedad y tristeza, sobretodo si no me siento agradecido”, comenta.

“Lo que sí es importante, es que si me doy cuenta de que me cuesta encontrarle valor a mi vida y a las cosas que me han pasado, tal vez hay que ver qué está pasando y pedir ayuda.

Y saber también que agradecer es algo que se puede aprender”, concluye.

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