Aída Figueroa: La custodia de Neruda
Fue amiga cercana de Pablo Neruda y, junto a su marido, Sergio Insunza, escondieron al poeta cuando entró en la clandestinidad en los tiempos de González Videla. A días del estreno de la película sobre ese periodo, de Pablo Larraín, Aída recuerda ese año viviendo con Neruda y Delia del Carril, mientras él escribía el Canto general, y también los años siguientes, siempre cruzados por los amores del poeta.
Paula 1206. Sábado 13 de agosto de 2016.
Vive sola en un departamento en Las Condes donde tiene un dibujo de un caballo pintado por la artista argentina Delia del Carril y una foto con Pablo Neruda en su pieza, en la que Aída aparece con dos largas trenzas negras. Hoy tiene el pelo corto y canoso, está viuda y lleva puestos unos calcetines azules y unas chancletas.
Todavía es firme, con un vozarrón de mujer fuerte y opinión. Ex asesora jurídica de la Dirección del Trabajo durante el gobierno de Allende, fue militante comunista, igual que su marido Sergio Insunza, quien fue ministro de Justicia de la UP desde fines de 1972 hasta el día del golpe. Ambos vivieron después duros años en el exilio que aún hoy la apenan. Pero a fines de 1948 eran dos jóvenes comunistas recién casados, que recibieron a Neruda, a quien admiraban pero no conocían personalmente.
Su historia con el poeta comienza con el desafuero y posterior orden de detención durante el gobierno de Gabriel González Videla. Él decidió no entregarse y, parte de su periplo, transcurrió en la casa de los Insunza, donde estuvo asilado tres veces en un año. Fueron amigos hasta su muerte. Tanto, que Aída escribió el libro A la mesa con Neruda, donde alterna recetas con las odas, fotos y recuerdos. "Lo conocí siendo yo todavía estudiante universitaria, con una guagua de año y medio, con un departamento recién puesto porque antes de que naciera la niña habíamos vivido muy primitivamente, y Sergio trabajaba mucho para poder mantenernos. La primera vez que Pablo llegó con la Delia yo estaba asustada por la responsabilidad no solo política de tenerlo, sino por las personas que eran.
Pablo era muy conocido, yo había leído algo de lo que había publicado, y entendido poco de su Residencia en la tierra; y estaba con la Delia, que era de una personalidad brillante, apabullante en su estilo. Pablo no, era muy llano, muy simple en su actuar. Muy positivo en el sentido que celebraba la luz que teníamos –el departamento daba al Parque Forestal– celebraba la comida, ¡celebraba! Era muy agradecido".
"Yo tenía que salir temprano a la universidad y llegaba a almorzar. Pablo escribía toda la mañana, instalado en la mesa de comedor. Almorzábamos juntos cuando llegaba Sergio y la charla era sobre los problemas comunes, los problemas políticos contingentes. Nunca Pablo se preocupó demasiado de su clandestinidad. Nunca lo vi asustado o preocupado o preguntando si había allanamientos. Estaba concentrado en aprovechar el tiempo que tenía, quizá por primera vez en su vida, totalmente libre para escribir".
¿A él no le gustaba hablar de problemas o cosas desagradables?
Hablaba de los problemas políticos con pasión. Estábamos viviendo una etapa terrible, él había conocido la Guerra Civil Española y le tenía terror a la represión, al martirio. Tenía terror de que si lo tomaban, lo vejaran. Pero no era un temor inmediato por sí mismo, sino por la situación. Estaba escribiendo el Canto general y lo sacó prácticamente en la clandestinidad. Pablo fue, dentro de toda su poesía y su compromiso político, un hombre muy pragmático. ¡Muy pragmático! Y muy atenido a sus costumbres. Al desayuno tomaba un té con una tostada, nada más. No comía ni bebía nada hasta el whisky antes de almuerzo, que conseguía que le trajeran porque nosotros no tomábamos whisky como hábito; éramos pobretones. Él estuvo el primer periodo 10, 12 días, y de nada se podía dejar constancia. Debíamos llamarlo "tío Antonio" y la nana que teníamos le decía "don Antonio". En ese tiempo recibía muy poco y, salvo el nexo que tenía, que era Álvaro Jara, quien lo iba a buscar y a dejar, no tenía más contacto que con La Hormiga (Delia del Carril). Después de la siesta, Pablo y ella repasaban lo que él había escrito. Se sentaban en el living y ella leía, comentaba, corregía. Los originales que hay están corregidos por La Hormiga, literalmente.
"Después de la siesta, Pablo y La Hormiga (Delia del Carril, la segunda mujer de Neruda) repasaban lo que él había escrito. Se sentaban en el living y ella leía, comentaba. Los originales que hay están, literalmente, corregidos por ella".
Usted se hizo amiga de La Hormiga.
Es que La Hormiga era mágica. Tenía más de 60 años y era un ser como que levitaba, que se movía con gracia, sutileza. Cuando la vi la encontré mayor, pero cuando conviví con ella era como inmaculada en el tiempo, muy suave, de hablar muy tranquilo y claro. Al mismo tiempo era cómica, divertida en el sentido no del chiste ni de contar cuentos. Cuando tenía tiempo, leía poesía. En esos días leyó bastante a Paul Éluard y comentaba lo que iba leyendo. Se inspiraba.
¿Neruda cómo la trataba?
Con una gran ternura: nunca se levantaban la voz, nunca se hacían críticas. La Hormiga se hacía cachirulos con papel, los había aprendido en Valparaíso. Y de repente aparecía comiquísima. Lo mismo que se embadurnaba la cara con mucha crema. Después se limpiaba y se pintaba los ojos, se retocaba un poquito las cejas, se ponía un poco de color en los labios. Vivía preocupada de su ropa interior. Me mandó a comprarle ropa, una especie de corselete que le apretaba la cintura y le subía los pechos. Tenía bonitos pechos y era muy fina de cintura, de caderas; tenía las piernas largas. Pero no usaba el modo de andar de alguien que sabe que es hermosa. No tenía el estilo modelo, sino andaba más bien apuradita.
MATILDE SALE A LA LUZ
"Después vino de nuevo Pablo. La Hormiga llegó entonces con un pasamontaña que se usaba entonces, comiquísima. Pablo había recogido en el camino unos yuyos y traía un ramo (levanta la mano empuñada a la altura de la cara) y estaba convencido de que estaba escondido detrás de los yuyos. Un sombrero que le quedaba en la coronilla. Ese tiempo se quedaron más. Hasta que él se va. En esta etapa celebró el cumpleaños en el año 44 en la casa e hizo poner guirnaldas, comprar gorros. Invitó a un grupo de amigos.
Para usted fue una pérdida grande también la separación de Neruda y La Hormiga, unos años después.
Cuando se separan, en el año 56, 57 prácticamente porque era verano, fue horrible. Pablo, que era iluso en ese aspecto, había sido infiel con cierta tenacidad. Siempre tuvo amoríos.
¿Cuándo empieza él a salir con Matilde Urrutia, según usted?
Él se encuentra con la Matilde en un concierto que se da en el Parque Forestal. Ese es el primer encuentro, por los años 40. La Matilde quedó deslumbrada con Pablo, pincharon y este encuentro se convirtió en un amorío. Pero Pablo tuvo que viajar y se interrumpió. Después lo pescó la ilegalidad (en los años de González Videla), se fue a Europa y después de todos los pasos que hizo, cuando se va ilegal, y vuelve a México. Aquí todavía seguía la ley maldita. Y en México la Matilde lo busca. Ella lo buscó con la intención de ser su amante y, después, su mujer. La Matilde es de las mujeres más atrevidas, más poderosas de carácter, más fuertes de voluntad que he conocido. Una mujer que pasó una juventud pobre y luchó por hacerse independiente, cayó en un periodo muy complicado, pero ya madura supo que no podía seguir dando bote. Pablo fue para ella, desde el comienzo, una opción de vida.
¿Pablo les contó a ustedes que estaba con Matilde?
No nos contó nunca (dice marcando sus palabras). Después que volvió a Chile en el año 52, Pablo me promovió para que lo ayudara. Era muy hábil en eso. En su pragmatismo vio que ya no era estudiante universitaria, que había tenido mis niños, que tenía a disposición el auto de mi marido, que tenía por él una vocación absoluta. Entonces lo acarreaba para todos lados, lo acompañé a reorganizar el Instituto Chileno-Soviético, tomé tareas de correo con Argentina para traer cosas y sobre todo plata; crecí mucho al lado de él. Y Sergio (su marido) no me limitó.
¿Y cuándo conoce usted a Matilde?
Nos la presentó Pablo después del quiebre con La Hormiga. La Hormiga estaba destruida, ¡destruida! Porque ella, con una vida riquísima, múltiple, con todo tipo de vivencias, había descubierto a Pablo –porque ella era un genio intelectual– y no solo lo valoró como poeta sino que se enamoró de él. Ella hizo lo posible por quedarse con Pablo, lo mismo que haría la Matilde años después. La Hormiga no lo soltó y fue tanto que en un momento dado consiguió que la Maruca (la primera mujer de Neruda, la holandesa María Antonieta Hagenaar) la tomara de pensionista. Y se fue a dormir al lado de la cama de Pablo, que dormía solo por la niñita (Maruca y Pablo habían tenido a su hija Malva Marina, quien nació enferma). Fue una cosa pasional salvaje, y La Hormiga le abrió a Pablo los horizontes, le abrió al mundo y cambia su poesía. Se hace comprometida, internacional, denunciante.
¿Neruda no temía entonces dejar a La Hormiga?
Ese día que se produjo la crisis alguien nos llamó. No recuerdo quién. Llegamos a la casa de Lynch (en La Reina) donde Pablo y La Hormiga vivían una vida normal: nosotros íbamos a almorzar con ellos los sábados o domingos, cada uno llegaba con algo, almorzábamos con Ángel Cruchaga, Juvencio Ovalle, Tomás Lago, su mujer, la Teruca Hammel. Éramos todos felices mientras Pablo vivía dos vidas. Y bueno, llegamos los dos y Sergio (su marido) se dedicó a La Hormiga y Pablo me pescó a mí del brazo y caminamos. Estaba desesperado, muy angustiado. Decía: "¿Cómo La Hormiga no entiende? Los poetas necesitamos estar enamorados. Ella tuvo la pasión que tuvo, cómo se fue a vivir en mi casa, cómo no entiende que yo tengo esta pasión. ¡Ella no me puede dejar! Ella es mi reina, ella ha sido la mujer más importante en mi vida". Yo le decía: "Pero Pablo, no conoces a La Hormiga, con la pasión que tiene en el vivir cotidiano, ¿cómo va a aceptar una dualidad? ¡Jamás!". Y cuando él le planteó a La Hormiga: "Por favor, no te precipites, veamos cómo seguimos", ella le dijo: "Aquí no hay amor, no somos un matrimonio burgués". La Hormiga había descubierto la infidelidad de Pablo porque lo delató un mozo chofer que tenían: José se llamaba y hacía todo porque La Hormiga era muy volada para lo doméstico.
"La Matilde (Urrutia) tuvo actitudes de geisha que La Hormiga (Delia del Carril) nunca tuvo, de ponerle los calcetines. Pablo tenía flebitis, había que ponerle medias especiales, y la Matilde en el suelo, atendiéndolo".
¿Pablo vivió su mejor época con Matilde?
Pablo con la Matilde floreció en un aspecto, pero se podó en otro. Con la separación se produjo abanderamiento. Nosotros tuvimos la suerte de que Pablo nos mantuviera totalmente al margen de esta relación, pero hubo amigos que le sirvieron de tapadera, como Homero Arce, tapadera para llevarlo a Pablo, ir a buscarlo. Primero la Matilde vivió en Providencia en un departamento, la protegió la Teruca Hammel. La Teruca siguió a Pablo y no a La Hormiga. En cambio Tomás Lago se quedó con La Hormiga, Azócar y Juvencio Ovalle también. Se separó toda esta gente que era parte de su historia. Pablo escribe un poema insultante especialmente dirigido a Lago, su gran amigo desde niño, porque han criticado que haya dejado a La Hormiga por una "fragata navegada" como se decía. Y eso lo enfureció. Pasados los años, yo me acostumbré al cambio, que me costó mucho. Porque de la fascinación de La Hormiga pasé al practicismo dominante de la Matilde. Tú no podías ir a la casa si no eras invitado, no podías entrar sin aviso. Una vez no dejaron entrar a la Roser Bru a Isla Negra porque no se había citado.
¿Cree que fue feliz en esos últimos años con ella?
Lo fue de otra manera. La Matilde tuvo actitudes de geisha que La Hormiga nunca tuvo, de ponerle los calcetines. Pablo tenía flebitis, había que ponerle medias especiales, y la Matilde en el suelo atendiéndolo. No delegaba. Ella absorbió a Pablo y después le dio mucha importancia a guardar todo lo suyo. Y a ella le tenemos que agradecer los originales que tenemos, porque antes los originales ni él ni La Hormiga los guardaban.
ALICIA OCULTA
¿Cuándo se entera de su último romance, con Alicia Urrutia?
Es una cosa que no entiendo. La Alicia era una sobrina pobre de la Matilde, que había tenido un amor al pasar y había tenido una niñita muy linda, colorina. Como la Matilde tuvo en esos viajes por Oriente una disentería horrible, necesitaba arreglarse la ropa, y la Alicia algo le pegaba y la contrató desde que vivían en La Chascona. Ahí la Alicia tenía un departamento donde vivía con su niñita y no se veían. Nunca comió en la mesa ni tomó té con la Matilde. Pero cuando decidieron irse a vivir a Isla Negra, porque Pablo ya tenía dificultades para subir las escaleras, la Alicia estuvo más presente. Tenía cara de tonta, muy poca expresión y no hablaba prácticamente nada. Era una subalterna cuidadosa. Pero tenía un bonito óvalo (se toca la cara), tenía los ojos un poquito achinados, la piel muy blanca y un lindo pelo castaño claro. Y era redonda de pantorrillas, de muslo, de pecho. Y tú comprendes que se pasea este ser humano mientras la Matilde no tiene pechugas, ha adelgazado...
Alicia era muy joven, ¿y la inspiración que necesitaba?
Era pasión carnal. La que me hizo la primera observación fue una pintora checa, que llegó a ilustrar un libro de Pablo sobre flores de la costa. Y un día que yo estaba con ella, las dos hablábamos alemán, me dijo: "Pablo me tiene loca con la Alicia, porque quiere que le haga retrato tras retrato y nunca queda contento y me dice 'tienes que reproducir ese maravilloso pelo'". Ahí como que paré la oreja y empecé a ver que Pablo convocaba a la Alicia, que nunca la había convocado a la mesa, al bar. Cuando llegabas de visita a Isla Negra, el lugar donde te recibía Pablo era el bar. Él se sentaba detrás y ahí se conversaba, armaba unos tragos nuevos que nos metía a nosotros y él tomaba whisky. Trajo por ejemplo el campari, el bloody mary, aperitivos para conversar. Y mientras esto sucedía, la Matilde estaba preocupada del almuerzo, dirigiendo, viendo cómo se ponía la mesa, porque la mesa era siempre una obra de arte, tenía que ser una obra de arte. Entonces Pablo convocaba a Alicia al bar. "Siéntese aquí. Muéstrele a la Aidita el relojito que le trajimos". Eso del relojito en el bar ya me colmó. "Pablo se está acostando con la Alicia", le dije a Sergio. "Y esto va a estallar". Creo que la Matilde paró la oreja cuando coincidía que la Alicia venía a Santiago y Pablo tenía reuniones en el Comité Central y desaparecía Pablo durante el día y volvía tarde. Hay un libro que yo no aprecio, el último de Pablo: La espada encendida. Desde el título me cargó.
Bastante literal.
Pero imagínate. Cuenta de un hombre viejo, que buscando la sabiduría se va al submundo de lo primitivo y encuentra a Rocío, que es un ser de la naturaleza y que lo embelesa (Ancha de pecho, breve de boca y ojos) y que ellos tienen que huir de la naturaleza y del peligro, esa es la Matilde. Es un acto shakesperiano absoluto. A mí me enfureció el libro, por el descaro de Pablo.
¿Él estaba muy enamorado de Matilde?
Él dependía de la Matilde. Y, según ella, él le dijo cosas muy lindas el último tiempo, sobre todo la noche en que desvarió antes de morir. Después el amor se transforma en una dependencia, en una necesidad del otro. Creo que Pablo tuvo una gran pasión por Matilde, y el desperfecto de ella fue que de ser muy parecida a la Alicia, redondita, se convirtió en una mujer flaca-flaca, eso pudo haberlo desentusiasmado a él. Mucho menos sensual para Pablo supongo yo. Mi papá decía que no podía tener una mujer que no tuviera de dónde agarrarse.
Cuando Neruda se va a París para escapar de lo de Alicia, ¿él le pide a Sergio Insunza que hable con Allende para conseguir ese cargo?
La Matilde se fue de la Isla Negra cuando lo pilla, y se va adonde la María Martner (la mujer del doctor Francisco Velasco). Afortunadamente María nunca relató esa etapa de la Matilde, que llegó con maletas, y se instaló en la casa de ellos. Ahí la Matilde convocó a Volodia. Y Volodia me contó que lo había recibido en la casa de la María diciéndole "tu compadre es un cochino", y hace la denuncia al partido.
¿Se hacía una denuncia formal?
El Partido Comunista antes era muy preocupado de la moral de sus militantes. Pero no era realmente muy eficaz –se ríe–. Bueno, ella le hace la denuncia a Volodia y este le plantea el problema al partido. Interviene la gente, la Matilde, Velasco, nosotros no, ni Sergio ni yo, para tratar de convencer a la Matilde que no abandone a Pablo. Que no puede ser, que Pablo no está totalmente sano y que no podría sobrevivir sin alguien, que no destruya una relación que ya ha durado desde el año 48. Y la Matilde dice: "Con el océano de por medio". Porque no confía en la cercanía de Alicia. Y el partido habla con Salvador, "tenemos que sacar a Pablo de Chile", y coincidió que en ese momento algo pasó con la embajada de Francia, así que no fue problema. Estaba listo.
¿Cómo eran estas visitas a Isla Negra al final? ¿Él estaba postrado?
Paulatinamente se fue entregando a su situación, la Matilde lo ayudó mucho, le puso hasta una pajarera en el dormitorio para que viera pájaros, el mar, miraba el mar, tenía un dormitorio privilegiado. Una vez que estuve yo más con él en su pieza, acariciaba un caracol que le habían mandado, con esas manos sensuales que tenía, carnosas.
¿Y qué le decía?
Hablaba poco. Pablo siempre habló muy poco. Era estimulante en la conversación ajena, y si tú eres chistoso, te hacía ser chistoso; si eras poeta, te hacía leerle las poesías, buscaba la alegría donde estuviera porque él automáticamente no era alegre. Y lo dicen sus poemas: "alegría, alegría, fui mal aconsejado, no me cobijé en tu sala". Él se colgaba de la amistad, del calor que le faltó en la infancia, de la familia que no tuvo, de la casa que no fue cálida, donde los zapatos echaban humo al lado de la cocina de lo mojados que llegaban del barro.
¿Usted piensa hoy que la tesis de que fue asesinado puede ser cierta?
No, jamás. Yo lo vi agónico. Me dijo: "me duele desde el pelo hasta el dedo gordo. No me puedo mover por mí mismo. La única que me ayuda es la Matilde".
¿Qué era lo peor de Neruda como persona?
Como yo lo conocí siendo muy joven parece que lo quise como uno quiere a los hermanos o a los tíos. No le busqué defectos, lo acepté como era, y era superior; es como que conoces a Rodin y qué le vas a encontrar a Rodin. Le tuve devoción a Pablo.
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