Hace algunos días el Minsal anunció que aquellas personas residentes en comunas fase 2 del plan Paso a paso –toda la Región Metropolitana y varias otras ciudades a lo largo del país- sólo podrán hacer una salida entre el 4 de enero y 31 de marzo. Si bien ya nos habíamos adelantado a la potencial realidad de pasar los meses más calurosos del año en casa, el anuncio confirmó que solo tendremos una oportunidad para salir y que el resto del tiempo estaremos aislados como lo estuvimos durante gran parte del 2020.

Una podría pensar que tras haber vivido varias semanas de cuarentena estricta un aislamiento en fase 2 no debería ser problema, pero guardar casa en invierno es muy distinto a hacerlo en verano. Por un lado está el tema más práctico: el frío se abriga. Pero cuando ya no hay más que desabrigarse, ¿cómo enfrentamos las altas temperaturas? Consideremos por un momento que entre mayo y agosto tendemos a guardarnos, a quedarnos en casa, pero que en verano solemos salir, aunque sea por el fin de semana, a lugares más frescos para cambiar un poco de aire.

“Para la mayoría de la población el verano es el periodo idóneo para vacacionar, por lo tanto el aislamiento y sus consecuentes restricciones para salir del hogar y desplazarnos libremente van en sentido opuesto a lo que esperamos”, dice la psicóloga de Clínica Indisa, Daniela Ulloa, y agrega que, metafóricamente, podríamos hablar de fuerzas que chocan a nivel externo e interno. Por un lado, está la costumbre a salir en verano que choca con las normas sanitarias, pero a nivel interno chocan dos días: la obligación de quedarse en casa, que nos molesta, y la noción de que al hacerlo nos cuidamos a nosotros mismos y a los demás.

Por otro lado, están las expectativas. Muchas personas usaron a modo de herramienta para manejar la incertidumbre del 2020, la idea de que una vez llegado el Año Nuevo y el verano las cosas irían mejor. Entonces mientras se aislaban en invierno veían con esperanza estos meses, depositando en ellos sus expectativas.

“Seguro que estas no serán las vacaciones ideales y soñadas, y para cada familia y persona esto puede implicar distintas movilizaciones de afectos, por lo que más vale estar conscientes de ello, del escenario que es distinto”, explica Ulloa y continúa: “Las personas están dedicando esfuerzos cotidianos para sobrellevar estos momentos difíciles, y es importante saber que en la historia de la humanidad las pandemias siempre han terminado, pero que actualmente vivimos en medio de una”.

Según la especialista en salud mental, si aceptamos esta realidad le daremos espacio a otras formas de encuentro, diversión creación. “Si insistimos en que todo sea normal tendremos menos espacio psíquico para lo otro, para lo nuevo”, dice. “Los humanos tenemos una gran capacidad de adaptación. Consideremos que nuestros antepasados no contaban con un mundo globalizado ni con la capacidad de transportarse con la velocidad que hoy lo hacemos ¿Acaso se podría afirmar que por esto eran más o menos felices? Estos son solo algunos aspectos que sirven para aportar una perspectiva distinta a aquella que está aconteciendo, pues ya veremos con el tiempo cómo se terminará de escribir esta parte de la Historia”.