Paula 1189, Especial Felicidad. Sábado 19 de diciembre de 2015.
La comuna de Quillota es la número 1 en la V Región en índices de felicidad, según la Fundación Piensa, y el 93 por ciento de sus habitantes se declaran contentos, muy por encima del 75 por ciento del promedio nacional. Su alcalde, Luis Mella, explica por qué hace 12 años decidió ponerles más amor a las políticas públicas.
Se le encendió la ampolleta un día en que fue a visitar una población que esperaba encontrar feliz y maravillada. Cubiertas todas las necesidades básicas –pavimento, vivienda, áreas verdes–, el alcalde supuso que mejoraría la calidad de vida de sus habitantes. Pero se encontró con gente tremendamente infeliz, con altos grados de violencia intrafamiliar, alcoholismo y drogadicción. Se preguntó: ¿No era acaso esa su misión, procurar bienes materiales para que la población pudiera estar bien? ¿Qué estaba haciendo mal? "Quiero que sean felices, quiero la felicidad de Quillota", pensó ese día, hace ya doce años, y asegura lo mantiene hoy. Quillotano, médico cirujano, casado, padre de tres hijos, el alcalde Luis Mella (54) se ha tomado en serio el tema de la felicidad, incluso, trabajando con el Premio Nacional de Ciencias, Humberto Maturana, quien le sopló que era clave salirse de la lógica de la competencia y abocarse a la colaboración.
¿Cómo se implementan políticas públicas fundadas en la búsqueda de la felicidad?
La base de todo es apostar por dos conceptos: colaboración y espiritualidad. El mundo se ha olvidado de la espiritualidad y para qué hablar del mundo político, al que yo también pertenezco.
¿Cómo se fomenta la vida espiritual desde un cargo público?
En Quillota estamos empeñados en realizar un gran proyecto de transformación cultural, que nos permita cada día tener gente más feliz. Es un desafío, porque tenemos un montón de problemas: yo sé que la mamá de un drogadicto no puede ser feliz y el cesante tampoco. Hay circunstancias de las que como municipio tenemos que hacernos cargo con políticas públicas eficientes y cariñosas, pero a la par profundizando en nuestra espiritualidad.
¿Qué acciones concretas ha tomado en esa dirección?
Creamos casas de acogida para los enfermos de cáncer, proyectos para desintoxicar drogadictos sin esperar los meses que nos propone el sistema. Trabajamos de la mano con Gendarmería con los reos que salen de la cárcel, en un programa que se llama Oportunidades para la Vida en el que logramos un 90 por ciento de éxito en la no reincidencia, cuando en Chile las cifras bordean entre un 60 por ciento. Además, escogemos a 10 reos y trabajamos con ellos seis meses antes de que salgan. Los capacitamos, trabajamos con las familias y nos preocupamos de algo tan simple como que tengan una cama y si no tienen, se la compramos. Eso es humanidad: una cama.
¿Qué experiencias lo han inspirado?
Bután, porque se atrevieron a poner la felicidad como gran objetivo de la gestión estatal; en vez de medir el producto interno bruto se propusieron medir la felicidad interna bruta.
¿Cuánto ayuda la religión a ser feliz?
Para mí, el ser más maravilloso que ha existido en el universo es Jesucristo. Dicho esto, quiero decir que el budismo es inspirador en la búsqueda de la felicidad y hay muchas conexiones con el cristianismo. El budismo habla de la iluminación y en el catolicismo Jesús aparece como la luz del mundo.
¿Usted es católico?
He pasado de ser un católico observante lleno de miedos y culpas, a ser un creyente liberado que se perdona en sus defectos y que mira y admira a un Dios misericordioso. El tema de la vida es amar.
¿Cree que la felicidad está al alcance de la mano?
Sin duda, pero por sobre todo del corazón.