El encantador y déspota escritor peruano Jaime Bayly la ama. "Qué honor, qué emoción recibir en este programa a la sexóloga más inteligente y mejor informada, y además más linda de la televisión no sólo en América Latina, también en España, Argentina… (…) Bienvenida Alessandra, soy tu más rendido admirador", le dijo al recibirla en su programa El francotirador la primera vez que Alessandra estuvo en Perú. Luego, Alessandra Rampolla (35) confesaría públicamente haber hablado con Bayly sobre su problema de disfunción eréctil en un fantástico almuerzo.
Conductora de los programas Alessandra a tu manera, de Foxlife, que llega a 20 países del continente y en Chile se transmite a diario en un fluctuante horario entre las once de la noche y las tres de la mañana, ninguna de las palabras que salen de su boca suena mal, ni cuando habla de la importancia de los olores en las relaciones sexuales ni cuando presenta a su didáctica y famosísima vagina de peluche. Alessandra habla de sexo como si estuviera hablando de comida o el colegio de los niños, suelta de cuerpo y muy femenina,
Formada en Sexología en el Institute for Advanced Study of Human Sexuality, de San Francisco, California, casada con John Hernández, –quien, ante el arrollador éxito de Alessandra, terminó convertido en su mánager– Alessandra, es también licenciada en Literatura Francesa, escribe columnas para la revista de Susana Giménez en Argentina y Uruguay, y colabora en medios escritos de Ecuador, El Salvador, Guatemala, Perú y Honduras. Además, acaba de presentar su segundo libro, La diosa erótica (Random House Mondadori), en la Feria del Libro de Buenos Aires, que estará disponible en las librerías chilenas a fines de mayo. El primero fue Sexo… ¡¿Y ahora qué hago?!, que ha vendido 100.000 ejemplares, y tiene a medio escribir un tercero sobre educación sexual infantil.
Alessandra estará en Chile entre el 24 y el 29 de mayo por primera vez, promocionando juguetes sexuales de la marca de preservativos Durex, de la cual es portavoz para América Latina. Asegura que la mata la curiosidad por averiguar en terreno qué tan consevadores somos los chilenos. "Me lo han comentado muchas veces", dice por teléfono desde Puerto Rico.
Aló Alessandra
Estudiaste en colegios de monjas, vienes de una familia conservadora y eres licenciada en Literatura Francesa. ¿Cómo llegaste a la sexología?
Estudié en colegios católicos y nunca se me ocurrió que podría ser sexóloga. Esto surgió a partir de una conversación muy casual. Quien ahora es mi cuñado, a pocos meses de terminar mi último año de universidad, me preguntó qué iba a hacer con mi "fantástico" grado de francés, considerando que en Puerto Rico ¡nadie habla francés! Y yo no supe qué contestarle. Ésa fue la primera vez que me puse a pensar que estaba a punto de graduarme y que tenía que trabajar. Y él, medio en broma y medio en burla, me dijo: "Bueno, si pasas hablando de sexo con tus amigas deberías hacer algo como Dr. Ruth", que es una sexóloga muy conocida en Estados Unidos. Cuando me dijo eso fue como "wow, eso es lo que quiero".
¿Qué se estudia para ser sexóloga?
Asignaturas muy interesantes como homosexualidad y prácticas poco comunes, como sadomasoquismo, tríos o swingers y sexo grupal. También Anatomía, Biología y Técnicas sicoterapéuticas.
Como el sexo es materia viva tienes que estar atenta a las nuevas tendencias…
Son nuevos retos de aprendizaje, por ejemplo si comparamos el año 2009 con 1999, son sorprendentes los avances tecnológicos que han influido en muchos ámbitos sociales, entre ellos la sexualidad. Ahora existe el sexo virtual, hace 20 años existía el sexo telefónico. La semana pasada estuve en Costa Rica hablando en un auditorio para dos mil universitarios y comentábamos lo fuerte del avance del texteo, los mensajes de texto con alto contenido erótico y sexual que se da entre adolescentes. Es una subcultura de la sexualidad que hace diez años no se conocía.
¿Qué opinas de la práctica del sexo virtual?
Lo positivo es que en una época de enfermedades de transmisión sexual que se propagan tan violentamente, el sexo virtual es muy seguro. Y es de mucha utilidad para parejas que están lejos porque, vía fantasía, mediadas por la tecnología y apelando a la masturbación, se pueden encontrar. Lo negativo es que te mantiene alejado y no te permite generar vínculos reales; el sexo virtual usado incorrectamente aisla a las personas de la posibilidad de generar relaciones reales en su vida y ése sí que es un problema.
Cajita feliz
¿Cuáles son los temas que más levantan preguntas?
En los hombres, el tamaño del pene. Es muy gracioso, todos quieren saber si lo que traen de fábrica les rinde. También preguntan mucho sobre control eyaculatorio, cómo durar más tiempo.
¿Y qué les dices?
En resumidas cuentas, que es mucho más importante que sea gordito a que sea larguito. La verdad es que para la mujer, fisiológicamente hablando, no es más placentero un pene largo, incluso puede ser hasta doloroso cuando penetra y choca con la entrada del cérvix uterino. Lo que sí es importante es que haya fricción entre el tronco del pene y las paredes vaginales. Entonces el grosor es más importante, lo que no quiere decir que un pene delgadito no genere placer, sólo que hay que buscar posturas para que se genere una buena fricción.
¿Y las mujeres?
Por la falta de deseo que experimentan y por dificultades orgásmicas, mucho.
¿Qué debería tener una cajita feliz para una estupenda noche de sexo?
Un gran componente de imaginación porque ninguna cajita feliz sirve si no hay imaginación. Y una buena dosis de comunicación abierta y libre entre la pareja. Para el arranque, lo único físico que debería llevar es una pluma, como para hacer cosquillitas, relajarse y hacer sentir muy rico a la pareja. Y un lindo toque de lubricante artificial, que nunca está de más en las relaciones sexuales.
¿Por qué con tantos avances, medicinas y hasta programas de televisión todavía hay gente que tiene mal sexo?
Porque, mientras exista el secreteo y toda esa represión y restricción en torno al sexo, no vamos a entenderlo bien y, por lo mismo, no vamos a tener buen sexo. Lo practicamos casi con los ojos bien cerrados, sin ver lo que hacemos, sin saber ponerle un nombre, sin saber cuál es la expectativa real que debemos tener ante un encuentro sexual, sin discutir ni revisar lo que nos provoca, sin atrevernos a decir lo que nos gusta, incluso sin atrevernos a tocarnos ni a mirarnos. Practicar el sexo no quiere decir que sabemos lo que estamos haciendo.