"Muchas veces una dice que le molesta algo del resto, cuando en verdad lo que te incomoda es tuyo. Desde que era chica me sentí poco querida y apartada, pero de a poco empecé a entender que era yo la que me alejaba porque honestamente no me quería mucho. Darme cuenta de esa falta de amor propio fue doloroso, pero también muy clarificador. Eso tuvo que ver con un proceso profundo de introspección y aceptación.
Creo que en el ámbito amoroso la falta de amor propio puede llegar a ser muy clara. Hace poco me puse a pololear con alguien a quien busqué por mucho tiempo y cuando por fin estuvimos juntos ya no quería estar con él. Eso me había pasado antes. Era un patrón en mi vida y decidí preguntarme por qué. Volví a ir a la sicoanalista con la que he trabajado toda mi vida mis temas familiares y de estrés, y esta vez le pedí que nos enfocáramos en el tema relacional porque obviamente le estaba haciendo daño a mis pololos.
Cuando terminé con ese pololo, él me dijo que yo a veces podía llegar a ser de reacciones fuertes y eso me quedó dando vueltas, por eso llevé el tema de la pesadez terapia. Me di cuenta que era dura con el resto, que podía ser pesada, mala onda sin darme cuenta. También entendí lo hirientes que pueden ser las palabras que yo elegía para referirme a los demás y lo curioso fue que todas esas veces que reaccionaba así, había sido yo la que inicialmente me sentía atacada. Aprender eso me hizo entender una parte mía muy frágil.
A pesar de que creía que estaba consciente de mi lado más oscuro, durante esa terapia conocí a otro pololo nuevo y rápidamente volví a caer en lo mismo: rabia, pesadez e indiferencia. Le planteé a mi sicoanalista que creía que no estaba avanzando y encontraba que seguía actuando mal. Ella me propuso que lo trabajáramos revisando mi pasado, pero yo me seguía sintiendo estancada en terapia. Conversando con mi cuñada, surgió la idea de cambiarme de terapeuta a una sicóloga conductual. Al principio sentí que era ponerle el gorro a mi sicóloga de toda la vida, pero ella lo entendió y me deseó lo mejor.
La primera sesión con mi nueva terapeuta fue como un balde de agua fría. Me explicó que el pasado ya había sido y que era el futuro lo que tenía que arreglar. Me di cuenta que necesito rodearme de personas que me ordenen y me pongan en mi lugar, sino no avanzo. Trabajando con esta nueva sicóloga me di cuenta que tenía una discordancia entre lo que había incorporado y ponerlo en práctica. El poco tiempo que llevo con ella me ha ayudado a avanzar en mis relaciones con los otros. Antes era indiferente a equivocarme con el resto, pero ahora me importa. Me tomo mis tiempos para reaccionar y decidir lo que digo.
Siento que estoy más reflexiva y tratando de no ser tan impulsiva. Estoy meditando a diario y me cuesta, muchas veces me pillo castigándome mentalmente por perder la concentración, lo que me ha servido a ser más flexible conmigo misma. También he aprendido a respirar. Aprender a perdonarse es clave, ser más cariñosa con una misma. Me acuerdo de veces en que sólo quería llegar a abrazar a mis pololos y cuando los veía, los trataba pésimo. Recordar eso fue doloroso, pero siento que estoy avanzando a medida que me observo. Para mí es claro que estaba enojada conmigo misma.
Hay que tratarse como una trataría a un ser querido, hay que aprender a perdonar. Yo era la típica que lloraba si me sacaba un 6,9 en el colegio y en la universidad los profesores -que pueden llegar a ser tus mayores críticos- sólo me corregían temas personales, me pedían que me relajara y que me equivocara. Ahora estoy aprendiendo a aceptar mis errores y quizás el camino para eso fue darme cuenta que soy una persona dura, pero con miedos. Así somos los seres humanos, hechos a partir de contradicciones.
Antes mi mayor temor era no cumplir las expectativas, pero de a poco me he dado cuenta que son expectativas autoimpuestas, no propias y que probablemente las personas que me quieren sólo esperan que sea feliz. No perfecta. He aprendido que no puedo controlar todo. Hay cosas que van a pasar, que están fuera de mi alcance y tengo que estar en paz con eso. Me gusta que mis pacientes confíen en mí y por lo mismo estoy aprendiendo a confiar en mí. A reconciliarme con lo que tengo, que no es poco. Creo que tengo todo para ser feliz, sólo me falta creérmelo".
Alessandra Santana (25) es cirujana dentista.