¿Por qué hemos perdido nuestra confianza en decidir qué, cuánto y cómo comer? ¿En qué momentos dejamos de escucharnos cuando tenemos hambre o cuando estamos satisfechos?
Sabemos que el acto de comer es complejo e involucra muchos sistemas corporales, además de la influencia de nuestro entorno, nuestras experiencias y aprendizajes.
El acto de comer no sólo es de carácter fisiológico, es decir, para que nuestras células obtengan energía y nutrientes, también comemos desde la mente, se despierta el deseo de comer por las emociones, es un acto social, nos habla de la necesidad de pertenencia y de vincularnos. Por esto, comer es, o debería sentirse, un acto placentero, de goce y encuentro. Sin embargo, este acto también puede transformarse hacia un manera adaptativa de gestionar nuestra emociones, sentirnos en control y vivir un trauma.
Paralelamente vivimos en una cultura obsesionada por la delgadez y la persecución del cuerpo, en especial el de las mujeres. La idea de cambiar, modificar o “mejorar los cuerpos”, es permanente y transversal; y la delgadez un sinónimo de éxito. Todo esto nos ha llevado a la desconexión corporal.
En este contexto nace la alimentación intuitiva. Las nutriólogas Evelyn Tribole y Elyse Resch, basadas en la ciencia y en su experiencia, crean este método que surge de la necesidad de dar alternativas a la cultura de las dietas que tienen el único valor de adelgazar. Es un método, no es una dieta, ni es la nueva tendencia. Tampoco una moda. Busca sembrar o potenciar la confianza en uno mismo para tomar decisiones que vayan en coherencia con el bienestar mental, emocional y corporal.
Es un viaje hacia atrás. Invita a volver a conectar con nuestras necesidades internas; nos empuja a explorar y sentir el cuerpo; a identificar nuestra hambre y saciedad; a satisfacer nuestras necesidades emocionales y respetarlas, sin juzgarlas; nos guía hacia el descubrimiento de qué alimento o comida nos genera saciedad y satisfacción. Todo esto desde una mirada compasiva sin la necesidad de modificar el cuerpo.
En este método, la actividad física es vista como un movimiento gozoso que no busca más que sentir al cuerpo trabajando; energizado y vivo. Sin duda sabemos que el ejercicio regular tiene cientos de beneficios y contribuye en la prevención de enfermedades crónicas, sin embargo, un gran porcentaje de la población es sedentaria. ¿Por qué? Porque el enfoque siempre ha sido la quema de calorías y perder peso, entonces la motivación se pierde y con ello aún más, la constancia. Si comenzamos a cambiar el foco y motor para la motivación, podríamos al fin encontrar una rutina de movimiento que realmente disfrutemos y sea parte de nuestra vida.
Por último, el método de alimentación intuitiva nos lleva a encontrar la paz con los alimentos, dejando a un lado la categorización dual de alimentos “buenos o malos”, “permitidos o no permitidos”, “engordantes o adelgazantes”. En cambio, aprendemos a elegir de acuerdo a las ganas que tenemos de comer equis alimento o preparación en determinado momento. Sin comenzar con las ideas como el “cheat meal” – o “comida trampa”– o esperar al fin de semana para comer, al contrario, si un día siento el antojo de comer algo dulce, paso por una cafetería y veo algo que me atrae, escucho y valido mis señales disfrutando de ese momento.
Se podría decir que todo lo anteriormente descrito es la idea opuesta que nos enseñaron; disfrutar de lo que comemos, validar y saciar nuestra hambre, sentirnos satisfechas y dejar a un lado la idea de que tenemos de modificar nuestro cuerpo. Puede sonar utópico, pero este nuevo paradigma sobre la alimentación existe y cada vez va tomando más espacio. Ojo, no es la panacea ni tampoco la solución a conflictos con los alimentos, pero sí puede ser el primer paso para mejorar nuestra relación con la comida.
** Camila Quevedo Truan (@camilaquevedot) es Nutricionista y Health Coach