6 de agosto, 3:00 p.m, cerro Chena: Karen Poniachik, ex ministra de Minería; Carolina Martínez, directora de carreras en la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad UCINF; Ana María Velasco, socia fundadora de Extend, y Carolina Eterovic, directora de Mujeres Empresarias, en su primera campaña del Curso de Aspirantes a Oficiales de Reserva del ejercito, CAOR.

Sábado 6 de agosto. Tres de la tarde. Cuatro mujeres chilenas, líderes en sus respectivos ámbitos profesionales, están de guata en el suelo, fusil en mano, apuntando a un blanco ubicado a 100 metros de distancia. Tienen la cara embetunada con pintura verde, anaranjada y ocre. Visten uniforme, bototos y casco. La voz del teniente coronel Pedro Pascual Robin, segundo comandante del Regimiento Buin, retumba en los faldeos del cerro Chena:

"Apuntar. Listo. Disparar". Los fusiles de las mujeres y sus nueve compañeros hombres se descargan tiro a tiro. Las vainillas vuelan sobre sus cabezas y la fuerza de los disparos les sacude el cuerpo. Ana María Velasco, socia fundadora de Extend; Karen Poniachik, ex ministra de Minería y actualmente directora de empresas; Carolina Martínez, jefa de carrera de tres ingenierías que imparte la Universidad UCINF; y Carolina Eterovic, directora de Mujeres Empresarias, se levantan cuando han acabado los 10 tiros que tenían en sus cargadores, siguiendo las órdenes de los instructores a cargo de Pascual. Ellos las acompañan hacia la zona de los blancos para evaluar su rendimiento. Solo falta Gina Ocqueteau, subgerenta de marketing de la Asociación Chilena de Seguridad (ACHS), porque se accidentó al llegar al campamento y fue enviada de vuelta a su casa. Todas forman parte de la versión 2011 del Curso de Aspirantes a Oficiales de Reserva del Ejército (CAOR).

Martínez, cuyo nombre de combate es Medusa –"Medusa La Gorgona, la figura mítica, la que petrifica con la mirada, no el bicho marino", advierte– ha puesto 8 tiros de 10 en el blanco y se deja halagar por sus compañeros. Poniachik, nombre de combate Pantera, no logró acertar ni un solo tiro. "En nuestra jerga, a esto le decimos huevo", le cuenta uno de los instructores.

En ese fin de semana las aspirantes están en su primera campaña y aprenden sobrevivencia. Por ejemplo, cómo hacer fuego, pan, y cazar un conejo con poco más que las propias manos; cómo recolectar agua del rocío, cómo calentar agua en una bolsa de plástico. Además, aprenden a mimetizarse y a orientarse con una brújula. Y a conocer distintos tipos de armas: fusil, pistola, ametralladora.

Pero el programa es mucho más amplio. El CAOR contempla 225 horas de preparación, entre abril y diciembre, que se distribuyen en 35 sesiones de clases y en tres campañas de fines de semana completos, que implican abandonar las comodidades del hogar y meterse en el desierto o la montaña. En las salidas a terreno, lo más cercano al lujo es el uso de un baño químico.

El CAOR, dirigido a figuras prominentes del país y cuyo objetivo es tender puentes de entendimiento entre el Ejército y la ciudadanía, se inició en 2007 solo con hombres. En el año pasado se incorporaron las primeras mujeres y en este año, entre las más de 50 postulaciones que recibió el comandante de la II División de Ejército, general de Brigada Mario Messen, hubo un número "significativo" de mujeres. Solo cinco fueron aceptadas.

Messen afirma que uno de los objetivos de este programa al que se ingresa gratuitamente es que los aspirantes conozcan en profundidad la estructura, funcionamiento y objetivos del Ejército. "Para querer algo, primero hay que conocerlo. Quien quiere algo, lo cuida y lo respeta", dice.

Velasco, la sobreviviente

El 1º de marzo del año pasado, inmediatamente después del terremoto, Ana María Velasco perdió a su marido. Luis Ernesto Videla viajaba en una avioneta para asistir a los empleados de la Universidad San Sebastián en Concepción, la que se cayó en el sector de Tomé. Ana María quedó sola a cargo de sus cuatro hijos: las dos niñas que tuvo con él y dos niños adolescentes, de un matrimonio anterior.

El propietario de esa avioneta fue una de las personas que le habló del CAOR. La otra fue su amiga Teresa Matamala, integrante del CAOR del año pasado. Y lo que le contaron le provocó curiosidad,

particularmente por la pasión con que su amiga Tere se había involucrado en la experiencia. En diciembre del año pasado, Ana María Velasco tuvo un severo accidente de tránsito. Desconocidos se acercaron a socorrerla y la tendieron en el piso. Ella no sabía aún que presentaba un derrame de corazón y de pleura. "Me duele. Me duele", gritaba. La voz de un hombre que tomó su cabeza entre ambas manos, la calmó.

"Tranquila", le decía él, al tiempo que daba instrucciones a las personas que se acercaban, cada una con una teoría distinta de cómo socorrerla. "Yo, lo único que quería era dormir, pero él me hablaba y me

hablaba para mantenerme despierta", recuerda. En un momento en que levantó la cabeza, se dio cuenta que su salvador vestía uniforme. Sorprendentemente, en ese estado límite, preguntó: "¿Usted es militar?" y, acto seguido, "Yo quiero hacer el CAOR". Y él respondió: "No me diga. Yo soy instructor del CAOR", le respondió él. Ana María Velasco lo interpretó como una señal. "Me impresionó esa forma de estar en control y ejercer liderazgo sobre el resto, sin gritar. Transmitía algo que me hizo sentir segura. Yo quiero tener de eso mismo, pensé", relata.

El accidente tuvo una gran importancia en su vida. Por un instante se sintió al borde de la muerte y tentada de ir al encuentro del gran amor de su vida. "En cambio, decidí quedarme y salir adelante como sea. Yo sé que la pena me va a acompañar siempre. Pero tengo toda la vida por delante y tengo niños que cuidar". En cuanto se repuso llamó a su amiga y le pidió los datos sobre cómo postular al CAOR. Cuando los instructores le pidieron escoger un nombre de combate que comience con la primera letra de su apellido, escogió Victoria.

Poniachik, la intelectual

En la jornada de campaña en los faldeos del cerro Chena, la ex ministra de Minería se niega a posar con su fusil en medio del bosquezuelo, como si buscara a los enemigos. "Esto no es Rambo", dice. Karen Poniachik afirma que, más allá de su interés permanente por conocer personas distintas, se sintió atraída al curso por una motivación intelectual. "El año pasado, cuando supe que se habían integrado mujeres, postulé. Y estoy muy feliz con el resultado".

La ex ministra afirma que en su carrera profesional ha privilegiado la noción de "soft power" para entender las relaciones internacionales. El concepto, acuñado por Joseph Nye, sostiene que los

países pueden cumplir sus objetivos estratégicos usando métodos de persuasión y convencimiento más efectivos que la intimidación (el "hard power"). "Yo no consideraba el punto de vista de la seguridad

en mis análisis y este cursomeha servido para eso. Para entenderlo e incorporarlo", dice.

Poniachik, cuyo nombre de combate es Pantera, reconoce que otra motivación para tomar el curso fue poner a prueba sus prejuicios sobre el Ejército. "La institución ha hecho una autocrítica en forma transparente (sobre su papel en el Golpe de Estado). El Ejército de hoy es distinto. Está integrado al resto de las instituciones y a la ciudadanía. Es parte del Estado democrático. No siento ninguna contradicción. Me siento liberada de los prejuicios".

Cuando Poniachik tenía 17 años viajó a Israel y estuvo una semana en un campamento en que, entre otras habilidades, aprendió a manejar un fusil. Volver a tomar un arma, sin embargo, no es para ella lo más atractivo de su primera campaña. "Mucho más entretenido fue aprender orientación y a usar la brújula. Más que una habilidad en particular, como atrapar un conejo, lo importante es el concepto de sobrevivencia. Estar preparada para situaciones extremas, mantener la calma, evaluar y sobreponerse a las emociones para tomar decisiones. Esa forma de pensar y mantenerse enfocada es el aprendizaje que rescato para la vida", dice.

Martínez, la apasionada

La aspirante Martínez, en cambio, goza con la idea de ser una recluta más. Le encanta tratar a los oficiales de "mi". Fue elegida la jefa de curso por sus compañeros por tomar apuntes ordenados que comparte con todos, y si estuviera perdida y sola en un cerro, no dudaría en cazar y matar un conejo para comérselo. "Yo defiendo la femineidad. No creo que hombres y mujeres sean iguales, pero uno no puede tener comportamiento de mina en campaña. En una situación extrema, no tengo dudas. Yo agarraría al conejo y nome dejaría amilanar por sus ojos tiernos".

La directora de las carreras de Ingeniería en Administración, Ingeniería en Marketing e Ingeniería en Control y Gestión en la Universidad Ucinf, vive sola con su hijo de 15 años. Además del CAOR, estudia Filosofía en la Universidad de los Andes y ensaya para la presentación de la obra La tempestad, de Shakespeare, junto a un grupo de estudiantes y académicos de esa universidad. "Siempre he querido pertenecer a una institución que sea profesional, que funcione, y servir al país", dice. Tal como otras integrantes del CAOR, Martínez revela que siente admiración por la forma en que el Ejército se comportó en el pasado terremoto. Ella, en cambio, se sintió impotente, porque no sabía cómo ayudar. "En el Ejército tú sabes que tu esfuerzo va a rendir fruto. Es impresionante el espíritu de entrega y sacrificio de sus integrantes.

La pasión y el amor por la Patria, valores que se han perdido en la sociedad". Para la primera campaña, Martínez iba preparada, pues conoce a otros "caores" de cursos anteriores que le advirtieron paso a paso de lo que ocurriría. "Lo que más me preocupaba era la práctica de tiro, porque yo nunca había tomado un arma", dice. Sin embargo, ahora se siente orgullosa porque quedó en segundo lugar en el ranking general, por debajo de Juan Lira, un abogado cazador que fue seleccionado nacional de la disciplina.

"Creo que es la demostración de que seguir las instrucciones, funciona", dice. "Una aprende a escuchar. Obedecer se origina del latín ob audire, que quiere decir oír. Para una que tiene cierta tendencia a la rebeldía, el sometimiento a la autoridad hace muy bien", asegura sonriendo. Para Martínez, el aprendizaje más importante de estos meses ha sido la importancia del trabajo en equipo. "Saber que la vida de

cada uno depende de los cuidados del otro es muy potente. La uniformidad, actuar todos al unísono, va a contrapelo de los valores actuales de la sociedad, en que todos luchamos por destacar en forma individual, pero es muy eficaz", dice.

Ocqueteau, la empresaria

El primer nombre de combate que escogió Gina Ocqueteau fue Orquídea, pero sus hijos (tres, entre 18 y 25 años de edad) le dijeron que era muy "cursi", así que lo cambió por Osadía. Entre las aspirantes, Gina, subgerente de marketing de la Asociación Chilena de Seguridad (ACHS) es quizás una de las que mantenía más distancia y aprensiones frente el mundo castrense. Eso, a pesar de que nació el 19 de septiembre y que su sueño imposible siempre fue desfilar en la Parada en el día de su cumpleaños. "Uno es respetuosa de la historia, pero también crítica. Me sentía muy lejana al Ejército por el tema del Golpe y todo lo que pasó después. Yo linkeaba a cualquier militar con ese período", relata. Sin embargo, cuando leyó en la prensa la experiencia de algunos egresados sintió curiosidad. También la motivó un informe de sustentabilidad elaborado por la institución y que leyó hace un tiempo. "Me sorprendió que el Ejército plasmara en un documento su noción de Responsabilidad Social Empresarial. Me pareció muy serio y de avanzada. Fue la primera institución castrense en el mundo en hacerlo", dice.

A poco más de tres meses de la experiencia, afirma que está impresionada por el profesionalismo y rigurosidad de los militares. "Quienes dirigen hoy el Ejército tienen una formación rigurosa y aplican muchos conceptos de gestión contemporáneos que podrían igualarse a cualquier empresa multinacional".

A Gina le encanta el programa estructurado, el orden y la disciplina con que se desarrolla. "Me he maravillado por la calidad con que se realizan todas las actividades. La preocupación y el respeto que nos dedican. Tal como en mi empresa, el Ejército tiene una misión clara, una visión estratégica, indicadores de gestión. Con 40 mil soldados, es la empresa más grande de Chile".

"Mi familia, mis padres, mis suegros están felices con mi decisión. Me han visto leer sobre historia, escuchar marchas prusianas. Están tan involucrados y apasionados como yo. Cuando me ven salir de uniforme, imagínate… ¡Quiero ser militar!" Gina estuvo en el primer día de la salida a campaña en los faldeos del cerro Chena, en dependencias del Regimiento Buin, pero se dio un golpe accidental con la culata de un fusil en la barbilla y se le hinchó, así es que el teniente coronel Pascual decidió enviarla a su casa. "Aprendí que llevar el fusil no es broma", admite.

Ana María Velasco, hija del ex ministro Belisario Velasco, resultó ser una aspirante sobresaliente en esa materia. Salió primera en la práctica con pistola y anotó en el blanco siete tiros de siete. De premio obtuvo un cuchillo cazador de acero inoxidable, negro. "Es ridículo, pero aunque no pienso tener un arma en la casa, me siento empoderada. Alguien que a lo mejor perdió un familiar me podría criticar. Yo también tengo mi historia. Mi papá fue relegado y cuando yo era joven muchas veces pensé que no iba a volver. Pero ahora me siento capaz de superar ese episodio de la historia. El Ejército de Chile tiene más de 200 años. No empezó en 1973".

La mayor y menos pública de las hermanas Velasco afirma que hoy se siente agradecida de la institución y que esa es la única razón por la que da esta entrevista. "A mí me ha cautivado su vocación y espíritu de servicio. El Ejército hoy es una fuerza de paz Ojalá nunca deba involucrarse en una guerra para demostrar lo importante que es".

Las aspirantes a oficiales de reserva, incluyendo a la directora de Mujeres Empresarias Carolina Eterovic, nombre de combate Enigma (quien no pudo otorgar una entrevista para este reportaje por problemas de agenda), volvieron a su vida cotidiana tras la campaña en el cerro Chena sucias y agotadas, pero con la vista puesta en el siguiente desafío: la campaña en la alta montaña.