Amigas: 60 y 30
Una es mamá de seis hijos y la otra solo de una. Una ya era abuela y la otra recién había sido mamá por primera vez cuando se conocieron. Una es jubilada y la otra recién está empezando su carrera profesional. Es que una dobla en edad a la otra, pero, sin embargo, desde que se conocieron se hicieron inseparables. A pesar de que ambas llevan ritmos de vida muy ocupados que a veces las alejan, siempre se mantienen conectadas. Y es que la amistad no solo puede superar obstáculos como la distancia física o los conflictos que a veces se interponen entre las amigas, sino que incluso puede traspasar generaciones.
María Valdebenito (64) y Rocío Garrido (33) son amigas hace 13 años. Se conocieron en una sala de clases cuando las dos eran alumnas de una academia de danza árabe. "La Rocío siempre andaba corriendo, como apurada. Yo soy un poco preguntona y me preocupo de las personas que me rodean, por eso un día me acerqué a ella y le pregunté por qué siempre llegaba tarde a clases", recuerda María, o Marita, como le dicen las amigas. "Ahí me contó que estaba estudiando en la universidad y que además tenía una guagüita de pocos meses".
A Marita le admiró que, a pesar de tener otras responsabilidades, Rocío hiciera el esfuerzo de seguir con las clases de baile. Y desde ese entonces se propuso alentarla y felicitarla siempre que pudiera para que siguiera viniendo. "Me llamaba la atención que las tratara de hacer todas. Admiraba mucho eso en ella", explica.
Para Rocío la conexión fue inmediata. "No sé por qué sentía que nos conocíamos de antes. De hecho, recuerdo haberle dicho 'creo que te conozco de alguna parte', pero no sé si realmente nos habíamos visto antes o no", explica. Siempre que había que bailar en parejas, se elegían mutuamente. Eran alumnas aplicadas así que ensayaban las coreografías incluso fuera del horario de clases. Muchas veces, les tocó compartir escenario en las presentaciones y, a medida que fueron progresando como bailarinas, su amistad también fue creciendo. "Las dos somos muy buenas para reírnos, entonces si nos equivocábamos nos daba ataques de risa. Lo mismo si a alguna le quedaba mal algún vestuario, el maquillaje o el peinado", cuenta Marita. "Desde el comienzo tuvimos una complicidad muy especial".
Si bien la danza árabe es lo que las acercó, fue la química que tuvieron desde el primer momento la que selló su amistad. "La Marita es una persona muy simpática y muy jovial. Como nos llevábamos tan bien, nos juntábamos a tomar cafecito e íbamos al centro juntas. Yo la acompañaba a hacer sus cosas y ella me acompañaba a hacer las mías", recuerda Rocío.
Cuando Marita jubiló y dejó de ejercer como odontóloga, decidió abrir su propia clínica estética e invitó a Rocío –quien en esa época estaba en sus últimos años de kinesiología— a trabajar con ella. Fue así como pasaron de ser compañeras de baile y amigas, a compañeras de trabajo y amigas. "Ahí pasábamos aún más tiempo juntas, porque no sólo atendíamos pacientes, sino que además en los ratos libres nos íbamos a tomar café a mi casa. Compartíamos mucho con mi familia y conocía a todos mis hijos. Ella se convirtió en una más", cuenta Marita.
Más que hacer panoramas especiales, Marita y Rocío se incorporaron una a la rutina de la otra. Si alguna tenía algo que hacer, la otra la acompañaba. O si tenían un rato libre entre pacientes se iban a tomar un café. Lo importante era compartir y conversar. "Lo nuestro es más bien una amistad de acompañarse en lo cotidiano", explica Rocío.
Pese a la diferencia de edad, no existe distancia entre ellas. Ni en los temas de conversación ni en la confianza que se tienen. "A pesar de que decimos que ella es como una mamá perdida para mí y yo como una hija perdida para ella, la verdad es que nuestra relación siempre ha sido de tú a tú", aclara Rocío. "A ella no se le nota la edad que tiene hasta que me cuenta las historias de sus hijos, porque ahí me doy cuenta de que tenemos visiones diferentes sobre algunos temas y eso tiene que ver con las épocas en las que nos tocó crecer". Pero lejos de ser un problema, para ellas es una forma de ver la otra cara de la moneda. "Yo le hablo desde una perspectiva que quizás empatiza mucho más con sus hijos y ella a mí me da consejos basados en aprendizajes que solo la experiencia te puede dar", explica.
Marita ya no sigue bailando en la academia ni Rocío trabajando en la clínica estética, pero la amistad ha perdurado. "Nos conocemos hace más de 10 años y si bien no nos vemos tan seguido como cuando bailábamos juntas, nos mantenemos siempre en contacto", cuenta Marita.
Ambas concuerdan en que tienen un carácter parecido. "A las dos nos gusta mucho conversar y somos muy dispersas. Cambiamos rápido de una idea a otra porque queremos abarcar todos los temas en muy poco tiempo", explica Marita. Además, las dos son personas frontales. Rocío asegura que eso es clave en una amistad. "Ella dice las cosas pan pan vino vino, y como amiga es la más comprometida. Nunca he sentido ese temor de creer que es una persona que podría traicionarme. Confío plenamente en ella y sé que ella siente lo mismo de mí", cuenta Rocío. "Somos igual de transparentes, igual de desubicadas, igual de buenas para la talla".
María Valdebenito (64) es odontóloga y mamá de 6; Rocío (33) es educadora de párvulos y mamá de 1.
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