Es sabido; las amistades que forjamos en la infancia pueden ser vínculos que nos acompañan toda la vida. Y ciertamente el cine y la televisión nos han convencido de que ese es el destino que le depara a todo par de buenas amigas. Cuando de mejores amigas se trata, incluso si son polos opuestos como Rachel y Mónica de Friends, el vínculo debe ser capaz de sortear todas las dificultades. Tal como lo hicieron Summer y Marissa en The O.C. –amistad que ni los líos amorosos de sus padres que las llegaron a convertir casi en hermanastras pudo romper, y que solo la muerte pudo separar— o como Thelma y Louise, que fueron capaces de convertirse en criminales y prófugas de la justicia con tal de defenderse la una a la otra.
En la vida real las amistades entre mujeres de carne y hueso pueden ser mucho más frágiles que lo que nos muestran las tramas de series y películas. Pero no por eso menos valiosas. Son numerosos los estudios que han comprobado que la amistad reduce los riesgos de padecer enfermedades y la Clínica Mayo ha señalado que mantener relaciones de amistad nos ayuda a reducir el estrés, manejar de mejor manera experiencias traumáticas, disminuir la presión arterial e incluso pueden ayudarnos a mantener un peso saludable.
El problema es que no se puede tener amigas sin hacer amigas primero y, en un mundo en el que cada vez disponemos de menos tiempo para actividades recreativas y para las relaciones interpersonales –un estudio realizado en la Universidad de Kansas demostró que se requieren más de 200 horas para que un conocido se convierta en un amigo casual– pareciera ser que retomar una amistad de infancia puede ser una buena opción.
Pero recuperar una amistad pausada en el tiempo puede ser más difícil que empezar una relación de cero. Y no es tan simple como retomar las cosas tal y como quedaron unos cuantos –o quizás muchos—años atrás. "Hay que tener en cuenta que las personas nos vamos transformando y nuestros gustos cambian", explica María Ignacia Pizarro, coach y especialista en liderazgo estratégico. "Cuando estamos hablando de amigos de la infancia o del colegio, muchas veces esas personalidades han dejado de mimetizarse con las personalidades familiares y hay que tener cuidado. No podemos esperar encontrarnos con un clon de ese niño 20 años después, sino que a una persona con quien efectivamente voy a compartir muchos recuerdos memorables y que eso puede ser nuestra conexión y punto de partida", agrega.
Antes de tomar cualquier iniciativa para retomar una amistad de infancia es importante considerar que no todas las personas somos compatibles. "Con los cambios que se producen en las diferentes etapas de la vida hay personas que dejan de ser funcionales en nuestra vida. De alguna forma no generan aprendizajes ni aportes de ningún tipo, y si esa persona se convierte, por ejemplo, en algo tóxico, uno tiene que saber reconocer que si bien fue bueno en su momento y sí fue alguien a quien quise mucho y que estuvo conmigo, ya no es un aporte positivo en mi vida", explica la psicóloga clínica Adriana Medina. "Puede parecernos un poco chocante, pero es algo que vemos mucho en terapia. Y es que no todas las personas son buenas para nosotros, así tengamos una conexión emocional con ellas o no".
Pero si tenemos claridad de que la relación con nuestra amiga de infancia no se rompió porque se trataba de una amistad tóxica o dañina para ninguna de las dos –de hecho, la mayoría de las veces nos distanciamos de las personas por cosas mucho más sencillas como falta de tiempo, un nuevo hobby o un pololeo muy absorbente o un cambio de casa–, quizás es momento de dar el primer paso y recuperar esa amistad.
Para eso, María Ignacia Pizarro recomienda algo personal que denote una clara intención de reconectar, como una invitación a tomar café. La idea es que sea un gesto directo que a la vez nos permita mantenernos seguras. No hay que olvidar que se trata de alguien a quien probablemente quisimos mucho pero que ya no conocemos. "La recomendación es invitarlo a algún lugar que sea neutral para ambos, no a tu casa, porque es alguien a quien no has visto en mucho tiempo", explica la coach. "Una buena idea es encontrar un lugar en el que se pueda conversar pero que sea más público, en el que sientan la libertad de que, si realmente esa química de la infancia no está, no sea un estrés para ninguno de los dos".
Adriana Medina recomienda mantener las expectativas bajo control para ese primer encuentro. "Hay que tener en cuenta que no todas las personas son funcionales en nuestra vida", explica. "Por el hecho de que hayamos sido compatibles en algún minuto eso no nos hace compatibles en este momento". Todos tenemos historias de vida diferentes. Puede que en algún momento nos haya ido bien juntos como amigos, pero nada asegura que eso vaya a seguir siendo así. Adriana Medina explica que lo peligroso es aferrarnos a esos recuerdos que podemos compartir juntas porque a veces hay amistades que es mejor dejarlas en el baúl de los recuerdos. "Si una relación no me va a aportar nada bueno entonces quizás lo mejor sea que se quede en un recuerdo. Y eso puede ser difícil, porque cuando uno ha tenido experiencias memorables con alguien al retomar la amistad después de muchos años quizás está sesgado y cree que las cosas van a ser igual a como fueron antes. Eso no nos deja filtrar adecuadamente y ver que esa persona ya no nos aporta como antes", explica la psicóloga.
Las teorías que estudian el bienestar en los seres humanos concuerdan en que uno de los factores de mayor importancia y más determinantes al momento de lograr la felicidad de una persona son los vínculos. "Tener lazos y relaciones afectivas que vayan más allá de las relaciones familiares, es decir, tener una manada y de sentirse parte de una tribu, es clave para generar ese bienestar", explica María Ignacia Pizarro. Y para configurar nuestra tribu necesitamos a las amigas.
Ambas especialistas concuerdan en que todas las amistades contribuyen a nuestro bienestar, siempre que sean vínculos sanos. No tiene por qué ser una persona específicamente de nuestra infancia para que la felicidad y el bienestar se manifiesten a través de la relación, sin embargo, está claro que cuando éramos niños e incluso cuando estábamos en la universidad parecía que teníamos una capacidad innata para hacer nuevas amigas. Quizás tiene que ver con que pasábamos mucho tiempo juntos y podíamos llegar a conocernos bien. "Una vez que entramos en la vida adulta tenemos que empezar a seccionar nuestra vida en diferentes actividades, lo que nos permite generar una red más amplia de conocidos pero menos amistades con profundidad", explica María Ignacia Pizarro. Algo que, según la especialista, también se da porque vivimos en una sociedad muy líquida: tenemos un montón de interacciones a través de redes sociales, post de Facebook y likes de Instagram, pero poco tiempo para ir a tomarnos un café y realmente interactuar cara a cara. "Mirar al otro a los ojos y tener este vínculo profundo es lo que nos permite sentirnos más confiados y más queridos", agrega. Y es que una salida con una antigua amiga no vale lo mismo que un poke en Facebook. "Cuando una persona es capaz de contarnos un secreto o de compartir una infidencia, lo que genera en ese otro es una mayor percepción de su propia autoestima. Le permite sentirse útil y energizado con este cariño que le entrega el otro, y lo mismo le pasa a uno cuando le cuentas a otro lo que te está sucediendo. Poder compartir con un externo permite bajar los niveles de ansiedad y estrés", explica la coach.
El antropólogo británico Robin Dunbar logró establecer a través de estudios del cerebro humano que, al igual que los primates, las personas tenemos un límite de cuántas amistades realmente cercanas podemos sostener en el tiempo. Las investigaciones del científico establecieron que podemos tener hasta 150 conexiones con amigos casuales –equivalentes a un amigo de Facebook u otra red social— pero cuando se trata de mejores amigas por siempre, ese número se reduce significativamente. Según Dunbar, las personas somos capaces de tener solo 5 amigos realmente cercanos y, por ende, debemos ser cuidadosas al seleccionar a nuestras amigas.
Quizás sea una buena idea entonces darle una segunda oportunidad a esa amiga que estuvo con nosotras durante las etapas menos glamorosas de la vida, la que aguantó las pataletas en el jardín infantil y que nos acompañó en los primeros días de la básica cuando no conocíamos a nadie y todo era nuevo e intimidante. O la que nos apañó en las primeras salidas a bailar y nos asesoró con los cambios de looks más insólitos y aberrantes de la adolescencia.