“Hace unos días estuve en el concierto de Alex Anwandter y cuando coreé: te voy a echar de menos desde lejos, de su canción “Tormenta”, se me vinieron a la mente algunos de mis antiguos amores. Ciertos rostros, caricias, anécdotas, lenguajes, besos, que quedaron en el camino. Relaciones que no llegaron a ser, personas que seguí amando, pero desde lejos.

Hablamos mucho de las relaciones que salieron mal, que terminamos mal, pero ¿qué pasa con las que nunca llegaron a ser? ¿qué pasa con esos encuentros que calan en tu corazón, pero que no se dio el momento de concretarlos? A ratos pienso en aquellas personas que he amado y que se quedaron en mi corazón. Relaciones o vínculos pasajeros, con los que decidimos que el punto final no era por un conflicto, sino por necesidades disímiles. Tomamos palco en la vida del otro, dejamos de jugar el partido y nos subimos a las graderías. Pero no nos fuimos del estadio, porque seguimos amando, desde la lejanía.

A veces – y me súper incluyo en este grupo – creemos que todos y todas están dispuestos y disponibles a amar, que siempre es el momento de empezar un nuevo vínculo, de construir esa fantasía en la que nos convencemos de que por algo nos conocimos, que esto puede ser, que ahora sí que sí. Pero estas expectativas, que si bien son unilaterales, pueden chocar con la realidad cuando el o la otra no ama como deseamos ser amadas, cuando hay otras prioridades, cuando a pesar de las ganas, no alcanza. A veces nos pasa que estamos determinadas a dar lo mejor de nosotras mismas siempre por una relación, aún sabiendo que el amor no todo lo puede, y podemos incluso hipotecar nuestro propio bienestar por lograrlo. Pero cuando ponemos tanto empeño en conocer a “esa” persona, nos olvidamos que la salida de emergencia no es una alternativa cobarde, sino algo también válido, y que eso no destruye el amor. A veces amar desde lejos es una elección frente a determinadas circunstancias que indican que no hay coincidencias en ese momento de la vida. Y aunque suena a una metodología o una teoría sociológica –barata, quizás – considerar esta alternativa dentro de las formas de amar que tenemos a mano, es una herramienta útil que nos abre una nueva oportunidad.

Yo amo a alguien desde lejos, habiéndolo intentado con él más de una vez, en distintos tiempos, con distintas formas. Tomamos caminos distintos, pero siempre lo llevo en mi corazón, ¿Es alguien que me gustaría tener en mi vida? Sí, claro que sí. Lo pienso, lo llevo guardado en mi pecho, pero sé que no se dio y así es mejor. Me gustaría pensar que, a pesar de no tener comunicación entre nosotros, nos pensamos con amor. Un amor que no se mantiene por un contacto físico o diario, sino por lo que significamos en la vida del otro en su momento, más allá de la profundidad del vínculo.

Creo que amar desde lejos puede significar ver pedazos de tu corazón caminando por las calles, habitando cuerpos que deseamos en algún momento, personas que vivieron momentos irrepetibles, y ese amor entregado, se expande y nos permite seguir amando a otras personas, con las mismas ganas que existían cuando el corazón estaba completo. Creo que cuando nos vinculamos, aunque sea por una noche, a veces dejamos pedacitos de nuestro corazón colgando en ese espacio que solo habitas con otra persona”.

Francisca Mancilla tiene 32 años y es la creadora de @lee.como.nina

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