“¿Tú sabes por qué te dio cáncer? Te enfermaste porque no supiste abordar bien tu divorcio, porque sufriste demasiado, adelgazaste, no supiste enfocar el dolor. Y esa pena acumulada se quedó ahí, por eso te dio cáncer”, fue lo que escuchó de parte de una de sus amigas Paola Lizana cuando se enteró de su cáncer de mama. Ella cuenta esto en un artículo de revista Paula: “Ni siquiera se me ocurrió consultarle después a mi médico. Estaba tan asustada, me sentía tan vulnerable, que simplemente lo creí y asumí que era así, y desde ahí que no pude sacar esa idea de mi cabeza. De que la culpa había sido mía. Lo pensaba a diario, me despertaba diciéndome a mí misma que yo no había querido hacerlo, que no había sido mi intención. Volví a escuchar muchas veces más ese reproche de que yo me había provocado la enfermedad, y de muchísimas personas diferentes”.
Esta creencia es bastante común. “Es habitual que pacientes con cáncer reciban este tipo de comentarios, basados en creencias de que las personas que reprimen la rabia o la tristeza; que han tenido duelos complejos; que no han sabido salir a tiempo de una relación de pareja conflictiva; que no se han recuperado de ciertas situaciones traumáticas, serían aquellas que enfermarían de cáncer. Y esa es una creencia que está fundada en los valores que nuestra sociedad enarbola: el control emocional, el exitismo, el triunfalismo, la autosuficiencia, y la exaltación del mérito personal no sólo en el ascenso social, sino también en la buena salud”, dice la psicooncóloga Daniela Rojas en dicho artículo.
Y es la misma opinión que tiene la psicooncóloga de la Universidad Católica, Amparo González, quien asegura que la conexión mente y cuerpo a veces se malentiende cuando se cree que el cáncer pudo ser causado por vivencias emocionales, represiones, traumas, penas pasadas, relaciones conflictivas con seres queridos. “La verdad es que la evidencia no demuestra nada de eso. El cáncer es una enfermedad biológica, el componente emocional no tiene nada que ver en esto. Eso es importante trabajarlo con estas mujeres, que no es que ellas hayan hecho algo mal para producir esta enfermedad, porque si desde el apoyo psicológico validas este argumento, ellas pueden pensar que está en sus manos y en su poder tener que evitar, o que esta enfermedad vuelva en el futuro, o que el tratamiento no resulte. Es decir, que las mujeres crean que dependiendo de cómo resuelvan sus penas va a tener éxito su tratamiento. Eso es una presión muy grande”, dice.
¿Cómo se acompaña psicológicamente a una mujer que se enferma de cáncer?
El tratamiento apunta a validar todos los sentimientos que aparecen a propósito del diagnóstico. Validar que pueden sentir miedo por tener un cáncer que socialmente se asocia a la muerte; ayudarles a expresar la pena, la rabia y la culpa por no haber detectado esto a tiempo; y acoger el temor que muchas sienten porque dejan de ser las mujeres que fueron.
El cáncer cervicouterino tiene características particulares que hacen que sea muy importante tener un apoyo psicológico.
Primero porque es un cáncer que tiene muchas connotaciones sociales; al estar asociado al contagio del virus Papiloma –una infección de transmisión sexual– a algunas mujeres les da vergüenza, se sienten enjuiciadas. Pero también, como ocurre en el aparato reproductivo y sexual de las mujeres, las evaluaciones y los tratamientos son muy íntimos, de hecho lo que vemos en consulta es que a muchas mujeres lo que más les impacta emocionalmente es tener que exponerse constantemente en su privacidad corporal pero también exponer su historia personal. Esto les genera ansiedad, pudor y no se sienten tan libres de expresarse emocionalmente porque no siempre encuentran la contención.
Y lo otro que suele ocurrir es que, al ser un cáncer que se puede prevenir a través de los controles anuales y los exámenes, hay un sentimiento de culpa. Esto se asocia a los estereotipos de género de las mujeres que suelen postergarse por priorizar el cuidado de otros. Aparece el cuestionamiento: ‘Si me hubiese visto antes, no estaría en esto’, repiten mucho. Esto muchas veces dificulta el proceso emocional de la enfermedad.
¿Afecta su autoestima?
Muchas mujeres tienen su autoestima ligada al sentirse activas, capaces, a cargo de sus hijos, de su pareja, del trabajo, sexualmente también. Entonces cuando viven un cáncer como éste, viven también un duelo por estas pérdidas de roles que configuran su ‘yo’, y también por las pérdidas físicas debido a las cirugías y los tratamientos.
¿Cuál es el rol del entorno (familiares, amigos, etc.) en este proceso?
El entorno de la mujer tiene que ser parte de este proceso. Si hay una pareja, que entienda que la mujer no sigue siendo la misma de siempre; necesita procesar, llorar, tener que estar un día acostada y por tanto no juzgarla por esto, ni menos presionarla porque esté siempre bien. Hay veces que por mejor, los familiares le dan ánimo diciendo cosas como ‘tú puedes’, ‘eres fuerte’, y eso genera una presión en ellas que no les facilita el proceso de duelo. Lo mejor es preguntar: ¿Cómo te puedo ayudar? ¿Qué necesitas de mí en este momento? Ellas van a dar la respuesta.
También son importantes las agrupaciones de pacientes; el apoyo de pares con quienes sienten que hablan el mismo lenguaje, no tienen que justificarse o dar explicaciones, es tremendo aporte para sentirse contenidas o menos solas.
¿Cuán necesario es que se siga visibilizando el rol de la psicooncología?
Afortunadamente la presencia de psicooncólogos en los equipos médicos cada vez va en aumento y se va legitimando. Es entender que esto es darle a la persona un espacio donde lo que está viviendo y sintiendo es importante, y que tiene derecho a que le afecte. Y eso sí puede cambiar la evolución emocional, la vivencia de ese duelo que esta persona puede estar teniendo, lo que permite que después de los tratamientos esa mujer pueda recuperar su vida y volver a sentirse bien con su cuerpo.