Anita De Quiroz, lavaseco
Una enorme máquina blanca industrial parece dar la bienvenida apenas pones un pie dentro del Lavaseco Doña Gertrudis. Se encuentra a pocos pasos del mesón principal, y de ella cuelga un cartel amarillo que indica que el horario de atención es de lunes a viernes, de 9 de la mañana a 6 de la tarde. Los sábados el lavaseco se encuentra cerrado. Su dueña, Anita De Quiroz, llegó a esa decisión cuando hace tres años cumplió 70. Ahora los sábados los dedica a la casa, a la familia y a los nietos. Y hasta el momento suman siete.
Ubicado en plena calle Gertrudis Echeñique, en Las Condes, el lavaseco forma parte además de un conglomerado de cuatro edificios patrimoniales de estilo francés, erigidos hace 75 años y conocidos como "el último bastión de El Golf viejo". Anita lleva allí cuatro décadas y ha sido testigo de los cambios alrededor. "Cuando empezaron a picotear el barrio armamos boche con la junta de vecinos y logramos rescatar estos cuatro edificios. Es por eso que no se pueden pintar de otro color ni tampoco hacer transformaciones que alteren el diseño original", cuenta.
El listado de clientes -quienes viajan desde distintas comunas de Santiago y regiones de Chile- evidencian el minucioso trabajo de Anita con la ropa. "Tengo clientes que se fueron a vivir a Inglaterra y vienen a verme cuando vuelven de vacaciones, porque dicen que allá no hay lavasecos que trabajen como lo hago yo. Estoy personalmente haciendo las cosas, no delego. Tengo una persona que me ayuda a recepcionar la ropa y luego reviso las prendas una por una. Ahí tomo la determinación de cómo deben hacerse las cosas y en base a eso hago el tratamiento. No es llegar y tirar la ropa a la máquina. La ropa debe cuidarse", asegura.
Su relación con la ropa comenzó mucho antes de abrir el lavaseco, cuando tuvo la oportunidad de viajar a España y durante ese tiempo pudo conocer el tratamiento que se les daba a las telas en los lavasecos de ese país. "Cuando me casé, mi marido gastaba mucho en tintorería. Mucho, mucho. Varias de las técnicas que utilizo las aprendí en esa estadía en España. Cuando regresamos a Chile me picó el bichito y quería trabajar, pero en esos años mi marido no quería que lo hiciera hasta que un amigo que tenía lavasecos nos ayudó a traer las máquinas que necesitábamos para hacer este tipo de trabajo", dice. "Este lavaseco es mi vida, además de mi trabajo. Yo amamanté a mis guaguas detrás de la máquina, y cuando mis niños crecieron venía con ellos y los hacía dormir entremedio de toda la ropa. Es lo que tenemos que hacer todas las mamás que tenemos que balancear el salir adelante con los hijos".
A un costado del lavaseco, al que se accede por una puerta ubicada al interior de este, se encuentra un largo patio escondido a los ojos de los clientes. En él cuelgan, como si se tratara del patio de cualquier casa corriente, blancos plumones de pluma, manteles, camisas, chaquetas de cuero e incluso un enorme oso de peluche café. El dulce olor a detergente impregna el lugar y le da un toque extrañamente hogareño. "Me doy cuenta al tiro cuando una prenda no ha sido lavada nunca, me basta con tocarla. Las telas las vas conociendo todos los días, porque todos los días van saliendo nuevas y por eso me tengo que informar permanentemente de lo que se está fabricando. Siempre estoy aprendiendo, informándome y actualizándome".
Anita De Quiroz (73) trabaja hace 40 años en el lavaseco Doña Gertrudis ubicado en Gertrudis Echeñique #359, Las Condes, teléfono 222080920.
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