Previo a la pandemia, la mayoría de nosotros asociaba la palabra ansiedad a hábitos alimenticios. La culpábamos de esas indulgencias extra fuera de las comidas o de nuestra dieta habitual. De esos antojos por dulces y alimentos más calóricos. Pero muy pocos entendían la ansiedad como un problema real de salud mental. Solo en un par de años la palabra ansiedad se volvió recurrente en nuestro vocabulario y sentirla, en muchos casos, es parte del día a día.

Hasta hace poco hablar de ansiedad como un tema serio era atípico, conocer alguien en nuestro entorno cercano que padeciera de un trastorno ansioso era todavía aún más excepcional. Y hablar de patologías ansiosas en niños era probablemente algo que la mayoría nunca había escuchado. Y es que según el estudio Autoreporte de Ansiedad de Niños y Adolescentes publicado en la Revista de Psiquiatria y Salud mental, al 2012 un 8,3% de los niños y jóvenes entre 4 y 18 años padecía de un trastorno ansioso de los cuales un grupo aún menor era diagnosticado y recibía tratamiento. Casi una década más tarde, este porcentaje se habría duplicado. Un nuevo estudio publicado en 2020, en Acta Bioethica, mostró que entre un 15 y 20% de los niños, niñas y adolescentes padece un trastorno generalizado de ansiedad. El mismo estudio agrega que se trata del segundo diagnóstico de salud mental más frecuente en este grupo de la población. Además, la publicación agrega que los niños que han sufrido este tipo de trastornos de ansiedad en la infancia, tienen un mayor riesgo de desarrollar depresiones, abuso de sustancias u otro tipo de problemas psiquiátricos en la adultez.

Si bien la ansiedad pareciera haberse convertido prácticamente en una segunda pandemia entre niños y niñas, hay que distinguir entre la emoción y un trastorno ansioso propiamente tal. Según la última versión del Manual de Desórdenes Mentales DSM V, la ansiedad es patológica cuando existe un miedo desproporcionado ante una situación que enfrenta la persona. Se percibe la realidad como una amenaza generando una sensación de temor y aprensión.

La psicóloga clínica y psicopedagoga María José Cuellar hace hincapié en la distinción, ya que la ansiedad es una sensación de preocupación que podríamos sentir todos en algún momento de la vida, sin llegar a ser una patología. “Es un miedo intenso frente a algo que podría ocurrir”, explica. “Es la sensación de estar siempre pensando en el futuro y esa ansiedad la tienen todas las personas”. Agrega que algunas de las manifestaciones son la sensación de falta de aire, dolor en el pecho, sudoración, entre otros. La ansiedad como emoción es necesaria en todas las personas según explica la especialista. Se trata de un mecanismo que nos ayuda a enfrentar situaciones complejas. “La diferencia con un trastorno ansioso es que se intensifica mucho más y ya repercute en la vida cotidiana”. En su experiencia trabajando con niños en etapa escolar, María José ha observado un aumento no solo en la ansiedad como una sensación que viven los alumnos de forma más recurrente y cada vez a una edad menor, sino que también se han incrementado los trastornos por ansiedad. “Lo que le está pasando a algunos niños es que ya no pueden ir al colegio porque tienen miedo a exponerse, miedo a socializar o miedo a rendir pruebas, por ejemplo”, comenta. En esos casos se trata de una situación mucho mas compleja y sugiere que sea tratada por un profesional. Pero aclara que no siempre es necesario medicar a un niño que presenta síntomas ansiosos. “Hay que ver si la ansiedad que tiene el niño adolescente comienza a invalidar a la persona, es decir, cuando no puedes hacer tu vida en algún punto normal. Ahí es necesario acudir a un experto, en este caso un psiquiatra infantil”, comenta.

Claudia Sapiani es profesora de enseñanza básica e imparte clases a niños de 9 a 11 años. Ella confirma que, si bien ha observado un aumento importante entre sus alumnos de síntomas ansiosos, atribuye este fenómeno a la pandemia que los ha afectado en los últimos años y que ha alterado sus rutinas de manera profunda. Comenta que una de las situaciones que generó más efectos en los niños menores fue la suspensión de las clases presenciales. “Los niños se ven altamente impulsivos y con muy poca tolerancia porque con la pandemia perdieron un espacio en el que trabajaban sus habilidades sociales”. Agrega que además existe mayor ansiedad entre los padres y que se tienden a percibir como patológicas situaciones que no siempre lo son y esto se transmite a los hijos.

Y esas son precisamente otras de las variables a considerar cuando un niño presenta síntomas atribuibles a ansiedad. Lograr determinar cuánto de ello es real y cuánto ha sido capturado e imitado a partir de un entorno que trata esta emoción como pan de cada día. “Pasa que de repente hay ciertos temas que empiezan ha tomar relevancia y todo el mundo los repite y habla de lo mismo”, comenta la psicóloga. “Me ha pasado que niños pequeños de 7 u 8 años me dicen que vienen a terapia porque tienen ansiedad. Les pregunto ‘Y tú ¿cómo sabes qué es eso?”. María José explica que en casos como esos los niños son capaces de describir los síntomas. “Como se hablado tanto por todos lados ahora los niños tienen muy consciente este concepto. Pero no sé si saben al 100% de qué se trata un trastorno”, explica.

Y es que no solo los padres transmiten ansiedad a sus hijos sino que, además, los niños cada vez más pequeños se ven envueltos en un entorno en el que sus referentes hablan de ansiedad como el problema de salud más prevalente. O incluso como una moda.

Ya sea a través de la televisión o las redes sociales, María José Cuellar explica que hay una influencia muy grande de personajes y figuras públicas en la percepción de los niños respecto a estos temas. Y explica que influenciadores de TikTok e Instagram no solo cuentan sus problemas en torno a la salud mental —hablando mayoritariamente de ansiedad— sino que incluso suben contenidos con connotaciones depresivas. “Me ha tocado verlo mucho en los adolescentes que se dejan llevar por esta información y estos videos que tienden a lo depresivo y caen en un círculo vicioso”, comenta. Agrega que lo que ocurre es que basta con una vez que accedan a este tipo de publicaciones para que la plataforma continue entregándoles más y más contenidos afines, lo que desemboca en un bombardeo de posts y videos mostrando a personas que hablan de ansiedad y depresión sin tener realmente conocimientos sobre el tema. E incluso hablando de la sintomatología desde su propia experiencia, lo que puede ser un gatillante para que los niños incurran en comportamientos similares.

Si bien derribar los mitos en torno a la salud mental y cómo afecta a muchas personas, incluso a quienes parecieran tener una vida ideal y sin complicaciones tiene muchos beneficios, cuando se trata de niños no existe la capacidad de filtrar y comprender realmente toda esa información. “La ansiedad está muy como en boga. Lo mismo pasó con el déficit atencional que durante un tiempo fue un boom”, comenta la psicóloga. “Es verdad que la la sociedad en sí está muy ansiosa -sobre todo pos pandemia- y que los niños están siendo más visualizados”. Y si bien explica que definitivamente esa visualización de problemas que antes se tapaban es algo positivo, agrega que también hay otra cara de esa moneda: “Se están manifestando más conductas ansiosas en la población infantil, eso está está claro. Ahora también las redes sociales influyen mucho en que aumenten estas conductas y se haga una sobre exageración de ciertas cosas”, explica.