Aprender del horror

La escritora finlandesa Sofi Oksanen (37), aplaudida por la novela Purga, vuelve con Cuando las palomas cayeron del cielo (Salamandra), una precisa y extensa revisión de la Segunda Guerra Mundial y la ocupación nazi, que se vuelve escalofriantemente cercana. Aquí, cuenta cómo y por qué emociona conocer a un puñado de gente que lucha en Estonia a mediados del siglo XX.




Paula 1139, sábado 18 de enero del 2014.

La escritora finlandesa Sofi Oksanen (37), aplaudida por la novela Purga, vuelve con Cuando las palomas cayeron del cielo (Salamandra), una precisa y extensa revisión de la Segunda Guerra Mundial y la ocupación nazi, que se vuelve escalofriantemente cercana. Aquí, cuenta cómo y por qué emociona conocer a un puñado de gente que lucha en Estonia a mediados del siglo XX. 

Fue aclamada en todas partes con una novela sincopada, inteligente y tremenda sobre dos mujeres maltratadas, una vieja y una joven, que se encuentran en algún lugar de Estonia y descubren las heridas que las unen y separan. Ahora vuelve a revisar los traumas colectivos y privados del mismo país –vecino al suyo, Finlandia, y de donde proviene su madre–, pero a escala mayor: va de 1948 a 1966 en un territorio asolado por los nazis y los soviéticos, y para ello toma la figura del militar Edgar Meos, un traidor acomodado, y de la heroína bíblica Judith, una extraordinaria mujer guerrera.

¿Cómo entiendes que tus libros, sobre mundos tan particulares, se vuelvan cercanos para lectores remotos, de todas partes del mundo? 

Las guerras no son muy distintas en los diferentes países. Los métodos del terror de la Unión Soviética o el nacionalsocialismo alemán se repiten. Las formas de tortura son universales. Como las experiencias de trauma. Tristemente, los caminos hacia el genocidio tampoco son muy diversos. Obviamente Estonia no es un país conocido, por eso trato de volver la ficción lo más viva posible, para que sea accesible a cualquier lector. Si uno se puede identificar con un personaje y entender sus penas y dolores, la historia se vuelve cercana.

¿Por qué te inspiró el personaje bíblico de Judith?

Siempre me ha fascinado. Es muy reconocible en la historia del arte, en mi infancia vi cuadros sobre ella de Caravaggio, de Gentileschi, que me quedaron grabados. Probablemente porque en el arte antiguo no hay muchas mujeres poderosas, que sean protagonistas y no están tendidas en un sillón como objeto de deseo masculino. Decapitar a Holofernes –el general que invadió su país y amenazó su casa– es algo extremadamente fuerte, porque nunca ha sido algo propio de las mujeres tomar las armas. Pero mi Judith es mucho más compleja. Permite que el invasor la seduzca, igual que en la Biblia, pero se enamora de él y después lo traiciona.

¿Piensas que la amenaza de la represión totalitaria aún existe en Europa? ¿Hay que temer de nuevo que las palomas desaparezcan?

Lamentablemente sí. La xenofobia aumenta y también el antisemitismo, mientras los partidos populistas y nacionalistas tienen éxito en varios países. Desafortunadamente, los políticos no están muy dispuestos a solucionar estos problemas, prefieren evitar los temas controversiales y quedar bien con su partido y sus patrocinadores, por lo que su libertad de acción es limitada. Pero en cambio los artistas y escritores, al menos en los países donde hay mucha libertad de expresión no tienen esas limitaciones, y pienso que es una obligación usar esa libertad. Los sabios dicen que la gente nunca aprende de la historia, pero espero que la comprensión del pasado al menos impida repetir algunos errores, como olvidar la importancia básica de los derechos humanos.

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