Para Isidora Kraemer, una de las dos socias fundadoras de la banquetería La Clementina, decidirse por la cocina como su profesión fue una decisión sencilla. "A mí siempre me gustó siempre la cocina. Decidí estudiar gastronomía cuando era muy chica como cuando tenía 10 años porque gusta mucho cocinar. De hecho lo prefiero mil veces antes que hacer muchas otra cosas en la vida", explica.

Para ella la cocina ha estado presente durante todas las etapas de la vida y una de sus grandes referentes es su abuela a pesar de que tienen estilos muy distintos de gastronomía. "Ella es la típica abuela española que siempre ha cocinado harto y que demuestra su cariño a través de la comida. Si bien no teníamos estilos similares –ella era más de preparaciones saladas y yo más de cosas dulces— sí aprendí de ella el que la cocina era una instancia para reunir a la gente que uno quiere y una forma de demostrar afecto", recuerda Isidora. "Esa cosa de recibir, de acoger, de ser anfitriona que viene con la cocina para mí, la aprendí de ella. Tú cocinas para la gente porque quieres hacerla feliz. Eso lo heredé de ella".

Una de las premisas que Isidora aprendió de su abuela y que incorpora en todas sus preparaciones es que a lo que cocina le pone intención y cariño. "'Que las cosas queden buenas con razón' me decía mi abuela, 'aquí no hay ahorro de ingredientes'. Lo más importante es que las cosas queden ricas". Por eso mismo cuando Isidora invita a su casa, disfruta de cocinar y ser anfitriona. Lo hace con gusto. Incluso cuando ha pasado todo el día cocinando por su trabajo. "Hay gente que se ofrece a ayudarme pensando que es una tarea que da lata pero para mí es un gusto y lo hago feliz. Me encanta meterme a la cocina".

Como parte de su camino en este rubro ha experimentado con dulce y salado. Cuando partió estudiando gastronomía lo hizo con la idea de dedicarse a la repostería, pero rápidamente se dio cuenta que lo salado se ajustaba mucho más con su personalidad. "Me hacía más sentido ese estilo de cocina en el que se privilegiaba más el sabor que lo visual". Y es que, tal como había visto hacer a su abuela en la cocina, Isidora se dio cuenta que para ella también lo más importante era el sabor. "La repostería que me gustaba a mí era la casera, ese queque con mucho sabor, que se nota que es hecho en casa. Y eso no es lo que te enseñan en una formación de pastelero profesional", comenta.

El detalle y la perfección son lo que más le cuesta en su rubro. "No me llama la atención esta pastelería perfecta porque yo creo que a mí no me quedaría bien. No tengo tanta paciencia para esperar. Soy un poco apurete", reconoce. Además, la experiencia personal le ha demostrado que, al igual como ocurre en otras áreas de la vida, en la cocina, las apariencias también engañan. "Siempre que he comido esos pasteles tan impresionantes visualmente no me ha causado la misma impresión el sabor. No ha sido una experiencia impactante y yo soy de sabores intensos. Si como un mousse de chocolate, tiene que ser amargo y tiene que tener mucho sabor a chocolate", cuenta. Y es que muchas veces para que un mousse quede perfecto para la decoración, la intensidad del sabor tiene que pasar a un segundo plano.

Si bien Isidora comenzó estudiando con una idea fija y dulce en mente, terminó sacando la mención de cocina y no de pastelería. Y con Clementina pasó algo parecido: cuando empezó el proyecto junto a su hermana Pilar, la idea era montar una pastelería y terminaron siendo una banquetería enfocada en el catering y la comida salada. "Así es la vida, tiene vueltas y tenemos que adaptarnos", cuenta. "Pero de cualquier forma la cocina es mi pasión y me encanta lo dulce y lo salado, no le hago asco a nada".

Isidora Kraemer (36) es, junto a su hermana Pilar, socia fundadora de La Clementina.