"Trabajo hace doce años en el Metro de Santiago y no me puedo imaginar una pega que me haga más feliz que esta. Soy una de las 158 conductoras del metro que somos mujeres y para mí es natural que hayamos personas de todos los géneros en este trabajo, pero es la gente, los mismos pasajeros los que a veces se sorprenden que una sea mujer. Como yo ando bien arreglada hay quienes se extrañan al verme salir de la cabina, pero a mí me cuesta imaginarme que no sea así.

Antes del Metro trabajé por muchos años en el retail hasta que un día me quedé sin pega y empecé a buscar, pero justo en esa época me quedé esperando guagua así que me dediqué al embarazo. Cuando mi hija cumplió seis meses retomé la búsqueda. Recorrí y busqué y pregunté y fui a entrevistas y nada. Estaba desesperada. Un día fui a dejar mis papeles a la oficina central del Metro para ser conductora y me acuerdo como si fuera ayer que mi currículum quedó en un cerro de papeles. Pensé que jamás me iban a llamar, que era la pega perfecta para el amigo del amigo de uno que tenía conexiones, pero a los pocos días me llamaron. Y a las dos semanas empecé mi capacitación.

Más que miedo a manejar un vagón me dio miedo tener que volver a estudiar. Son seis meses de estudio para aprender todo lo que involucra el funcionamiento de un tren, desde cómo son las vías hasta los sistemas eléctricos, energización y solución de averías, todo. Yo era la mayor del curso y a medida que me empezó a ir bien, empecé a sentirme orgullosa de mí misma. Tenía de compañeros a cabros de 19 años a los que no les iba tan bien como a mí. Estudiaba desde las nueve de la mañana a las seis de la tarde, hora a la que llegaba a mi casa a ver a mis hijos y ahí volvía a estudiar.

Paralelo a esto, empecé a ser doble, que es el que acompaña a conducir a un compañero más experimentado y finalmente llegó el día en que tuve que manejar sola mi primer tren. Hace doce años el metro era un servicio distinto al que es hoy. Mi recuerdo es que era un medio de transporte sólo para algunos y que podía ser la alternativa a la micro en algunos tramos. Pero hoy es un servicio primario, transversal y enorme, que cruza buena parte de la ciudad. El 2007 comenzó el Transantiago y se revolucionó el sistema. Yo empecé ese año.

Me asignaron un servicio en la Línea 1 y recuerdo que a mediodía, de mi primer día, me tiraron un freno de emergencia en el Metro Moneda. El vagón iba lleno y se desmayó una persona. Para mí fue una sorpresa inesperada, pero supe exactamente lo que había que hacer. Así aprendí que aquí el día a día aquí es siempre impredecible, puede estar todo relajado y de pronto: caos. Pero estamos preparados para eso. Recién después de nueve meses en la Línea 1 me empecé a sentir cómoda.

Yo tuve que lidiar con este trabajo y con ser mamá y papá. Tengo tres hijos que en ese momento eran muy chicos, pero a ellos hasta hoy les gusta que su mamá trabaje conduciendo el metro. Desde hace doce años que me levanto a las cuatro de la mañana, un radiotaxi me pasa a buscar a mi casa y llego a la estación terminal a más tardar a las 5:10. Generalmente llego y me tomo un buen desayuno. Lo que no puede faltar aquí es el café y yo me tomo uno bien cargado, "levanta muertos".

El primer tren que sale de La Cisterna sale a las 5:21 y de la cochera a las 5:25. Yo hago lo que aquí se denomina "servicio crítico" que son los primeros servicios del día y se lo dan a las personas que no faltamos nunca y que no nos quedamos dormidas. Porque ¿si no está una a esa hora, quién saca el tren? Lo bueno de este servicio es que salgo a más tardar a las dos de la tarde. Después de eso paso a buscar a mi hija al colegio, almuerzo con ella y, si tengo tiempo, me dejo la tarde para mí. Me gusta comer a las ocho de la noche y a las diez estar durmiendo. Al día siguiente me levanto con ánimo.

Tengo una sola norma para lidiar con la responsabilidad: el orden. Siendo ordenada, me salen las cosas. Todos nos estresamos un poco, pero a mí me encanta esta pega. Trabajar en el Metro es hacer un aporte real a nuestra sociedad, a movilizarnos, a llegar a nuestros trabajos, a conectarnos. Yo todos los días siento que estoy haciendo algo importante. Estoy súper pendiente y me gusta cuidar a los pasajeros, hay que considerar que en un tren pueden ir mil personas a cargo tuyo.

En la cabina voy sin música ni celular, nada que me pueda distraer. Estoy sola, pero llevo un montón de gente atrás que depende de mí. Hay colegas a los que les gusta mandar mensajes a los pasajeros, pero no es nuestra obligación. A mí no me gusta saturar con mi voz, me gusta que ojalá los pasajeros tengan un viaje tranquilo y lleguen a la hora. Al ser mujer hay que ser buena trabajadora, buena pareja, buena mamá y buena de todo. A mí por suerte ese esfuerzo adicional de ser mujer me parece un desafío y me encanta estar arriba del tren."

Alondra Baeza (47) es conductora del Metro de Santiago.