"Este es el local más barato del Mercado Tirso de Molina, el nuestro es un negocio familiar que manejamos mano a mano con mi marido. Abrimos bien temprano, pero para mí el día empieza mucho antes porque yo me arreglo, me peino y me pinto antes, en mi casa. En general me puedo demorar una hora en estar lista como a mí me gusta, maquillada, peinada, perfecta. Llego para acá arregladita y las ocho de la mañana ya estamos instalados. Primero ordeno el local y después armo los mostradores de las frutas, según las ofertas del día, pero también me importa el color y la disposición, el lado estético. A mí me gusta que quede todo bonito y le pongo harto cuidado al montaje. Creo que tengo una sensibilidad especial para la belleza y me gusta harto expresarla en el local.
Pero esto no es pura dirección de arte. Las caseras y caseros que llegan hasta acá saben que la fruta es buena. Saben que yo doy sólo frutas elegidas y por sobre todo, baratas. Un kilo de palta lo tengo a dos mil pesos, los tres kilos de tomate están a mil pesos. Como acá ya tenemos nuestra clientela, las caseras empiezan a llegar temprano y cuando aparecen las primeras ya les tengo todo impecable. El local reluciente. Durante la mañana, cuando encuentro un tiempo, tomo desayuno. Cada día puede ser distinto, nunca es igual y por supuesto que me como una que otra fruta.
Trabajo hasta las nueve de la noche y lo que más me gusta de trabajar acá es el contacto directo con la gente, con los distintos tipos de personas que llegan hasta aquí. Si no estoy acá, presente, no es lo mismo para el local y creo que tampoco sería lo mismo para mí como experiencia diaria. Es cierto eso que dicen que los locales tienen que ser atendidos por sus propios dueños. Yo pienso que en el trato con el cliente lo más importante no sólo es conocer lo que uno vende sino que amarlo. Y yo amo estar aquí. Me da vida.
Este es un mundo bien masculino y ser mujer en el Mercado es difícil. Por ejemplo, los hombres tienen más carácter para atender, son más brutos, más territoriales y más entradores. Las mujeres en cambio conocemos la forma de hablarles a los caseros, somos más amables, más consideradas, más suaves. Creo que sabemos más, pero en general nos cuesta abrirnos un espacio y que nos respeten. En lo personal creo que las mujeres debiéramos tener más presencia aquí, es que sabemos mejor cómo es llevar una casa, cuánto y qué se necesita para armar un plato, una comida.
Acá en el Tirso el horario es continuo, estamos abiertos todo el día y entre medio una se las arregla para almorzar y tomar té. A las seis de la tarde esto es full, porque los caseros llegan de sus trabajos y vienen a comprar. Esto arde. A esa hora poco me queda del maquillaje de la mañana, así que me voy retocando durante el día, sutilmente, para que no se note tanto. No por vender frutas una tiene que andar chascona o mal arreglada.
Las flores que tengo acá no están a la venta, son un regalo de mi marido, que es bien romántico y me cuida mucho. Por sobre el local está la bandera chilena, que nos llena de orgullo y la chica que aparece en el calendario es mi hija menor, que está en el colegio. Yo soy mamá de cinco. Tengo hijos de 24, 15, 13, 10 y 7 años. Son tres hombres y dos mujeres, y los amo. Para mí es importante estar rodeada de ellos porque me recuerdan qué son lo más importante. Por quiénes estoy haciendo esto que hago a diario".
Andrea Guajardo (40) atiende en Ajá Pirulo, el local 36 del Mercado Tirso de Molina.