Trabajo aquí desde que tengo recuerdos. Este negocio lo manejó mi papá toda su vida y antes de eso mi abuelo, quien fundó Pelucas Avatte hace casi 90 años. Nosotros con mis hermanos participamos desde niños en la operación de la empresa familiar porque desde chicos nos hacían venir a ayudar en lo que hiciera falta; desde empaquetar productos hasta sacarle canas a las pelucas.
Actualmente existen varios locales Avatte, porque desde que mi papá murió los hijos nos hemos hecho cargo cada uno por su lado. Cuando trabajábamos juntos nos pasábamos peleando, así que decidimos seguir caminos separados. En los negocios competimos y nos mandamos a la punta del cerro, pero en la vida familiar seguimos siendo hermanos y nos queremos harto.
Desde niño vi que los negocios familiares eran complicados. Mi papá y sus hermanos manejaron un local Avatte juntos y se la pasaban discutiendo. Por eso cuando egresé de la universidad y fue mi turno de empezar a trabajar, decidí poner un local propio. Mi papá me ayudó a pedir un crédito para partir y me lancé. Al principio fue muy difícil, porque estaba muy endeudado y no vendía nada. Tenía 22 años y una responsabilidad tremenda, porque había gente que trabajaba para mí. Yo veía que mis amigos disfrutaban, salían de fiesta y tenían pololas. A mí no me duraba ninguna pareja porque cuando se daban cuenta de que me lo pasaba metido en el local, de que nunca salía de vacaciones, se aburrían de ese ritmo de vida. En esa época no lo pasé nada de bien, estaba muy flaco y llegar a fin de mes era muy difícil, pero no podía rendirme porque sabía que este negocio dependía de mí.
Ahora la cosa es diferente. Llevo más de 20 años en el negocio y puedo trabajar tranquilo porque pagué toda la plata que debía cuando partí. Además, cuando me casé, mi señora me ayudó mucho a ordenarme. A pesar de que vengo de una familia bien machista en la que mi papá siempre dijo que las mujeres tenían que mantenerse fuera de los negocios, mi señora ha sido una muy buena partner y siempre me ha dado excelentes consejos.
Con los años he aprendido que en los negocios no hay que ser orgulloso. Trato con clientes y muchas veces la gente viene alterada por otras cosas y se descarga con uno. Yo no quiero pasar malos ratos y no me lo tomo personal. Para que el negocio funcione, tengo que saber atender a todo el mundo.
Aquí recibimos a muchos transformistas que vienen a comprar pelucas para montar sus shows, y con ellos uno siempre se ríe harto. Es un proceso más lúdico elegir una peluca sintética de colores para una presentación que vender una peluca de pelo natural a la medida para una persona que está perdiendo el cabello producto de una enfermedad o que tuvo un accidente y ya no tiene cuero cabelludo. Me ha tocado atender a personas que necesitan pelucas después de la quimioterapia, que es de los escenarios más recurrentes, pero también a muchas mujeres que empiezan a perder el pelo después de la menopausia por temas hormonales y se quedan con los mechones en la mano. Lo mismo pasa con algunas condiciones que afectan al sistema nervioso como la alopecia areata. A diferencia de lo que pasa con los hombres, las mujeres no sufren de calvicie hereditaria. Otra de las cosas que nos toca ver son adultas y niñas que se sacan el pelo de manera compulsiva. Es un trastorno que se llama tricotilomanía. De a poco se empiezan a arrancar pelo por pelo y se van dejando espacios pelados en la cabeza que no se pueden disimular tan fácilmente cuando son demasiado grandes. Nosotros tenemos que estar preparados para ofrecerle un producto adecuado a cada una de esas clientas considerando que muchas veces detrás de lo estético hay un problema emocional mayor.
Afortunadamente, la tecnología ha avanzado mucho y nosotros tenemos postizos y rellenos que se adhieren directamente a la piel de la cabeza y pasan completamente desapercibidos. Las piezas más antiguas tienen sus ventajas también, porque son mucho más resistentes y además se pueden reparar. Mientras una pieza nueva es muy delicada y sólo dura un año, los clientes más viejos tienen pelucas que les han durado más de cuatro y las traen para arreglarles algún detalle.
En este local trabajamos cinco personas, entre peluqueras, vendedoras y las chicas que trabajan en el taller haciendo las pelucas propiamente tal. Además de traer productos importados hacemos nuestras propias pelucas con pelo natural que se compra en distintos lugares. Acá nos llega en cadejos o pequeños moños que se peinan y se emparejan para poder coserlos e ir armando las cortinas de pelo que van formando las pelucas. La parte superior de la cabeza se hace con una técnica diferente, que es mucho más lenta y delicada. Se van cosiendo los pelos uno a uno sobre una malla lo que permite que la persona pueda peinarse de cualquier forma y el resultado se vea natural.
Hacer una peluca es un trabajo muy minucioso que requiere de paciencia y mucha habilidad manual. Las pelucas de pelo natural se hacen a la medida de cada clienta y una vez que están listas se les hace el corte según el estilo que la persona elija. La idea siempre es que la clienta se vaya contenta, porque para mí lo más gratificante de este trabajo es la felicidad que uno puede generar en otra persona con una peluca. Hay gente a la que realmente volver a tener pelo le cambia la vida. Además, me gusta que la gente me reconozca por el trabajo que hemos hecho esta generación, pero que por muchos años hizo mi papá y mi abuelo antes. Ser Avatte es ser conocido por nuestras pelucas.
Juan Carlos Avatte (53) trabaja en el negocio familiar de pelucas que fundó su abuelo cuando llegó de Italia hace más de 90 años.