"He cosido toda mi vida, pero formalmente empecé mi propia marca en 2011. Hasta hace poco tiempo tenía un taller muy lindo en el barrio Girardi, donde coexistían la tienda y el taller en el mismo espacio. En ese lugar la dinámica fue que las clientas iban, yo sacaba los géneros del taller y trabajábamos in situ. Así fue por ocho años, y me encantaba. Yo me considero bien costurera y me gusta el rol de la modista a la antigua.
Este año me vine a esta tienda en Vitacura, y desde que abrí estuve pensando en cómo iba a ser traerme hasta este subterráneo el taller. Ahora, al fin, hace una semana me instalé con mis máquinas y recuperé el espíritu del espacio que siempre tuve. Rápidamente me di cuenta que más que ciertas condiciones espaciales, lo que necesitaba eran los accesorios con los que trabajo, mi mesón y la plancha. Para que yo pueda hacer lo que hago, prima la maquinaria sobre el espacio.
Ayer, por ejemplo, fue uno de los primeros días en que me senté y cosí. Tenía harto susto, porque en general me dan miedo los cambios, pero me di cuenta que me sentía cómoda porque estaba rodeada de mis herramientas de trabajo. Recuperé de inmediato el training; sabía donde estaban cada cosa y cómo moverme. Es increíble como este oficio no se trata necesariamente del espacio, ni de la luz, ni de las condiciones de trabajo, sino de lo objetual.
Junto a mi mesa tengo dos máquinas de coser, que son las que tiene cualquier costurera: una recta y una overlock. Para sentarme a coser necesito sólo una silla y tengo la misma que he ocupado por años. Para cortar y medir tengo un buen mesón de trabajo y en una esquina guardo mi gran joyita, que es la plancha italiana especial para sedas. No tengo una rutina definida porque voy trabajando contra encargo, mientras estoy haciendo una colección también cumplo con los encargos particulares de mis clientas. Tengo, eso sí, mis rutinas de orden. Por ejemplo, antes de irme, reviso varias veces que apagué bien la plancha. Me gusta que este espacio esté ordenado cuando llego y cuando me voy.
Generalmente me levanto temprano porque hago clases dos veces a la semana y llego aquí apenas abre la tienda que está arriba de la mía. Soy buena para el café y tengo una cafetera porque me gusta tomarme uno con mis clientas. Si es un día sólo de trabajo, salgo a darme una vuelta a la calle para tomar aire.
Lo primero que uno ve cuando baja hasta aquí es la tienda, donde está la ropa. Yo siempre he hecho todo bien móvil y por eso todo tiene ruedas; los percheros, las sillas y los muebles. El probador también va y viene de lugar. Este espacio es enorme. Cuando llegué estaba habilitado como bodega, así que tuve que meterle harto trabajo, pero mi objetivo nunca fue maquillarlo. Puse lámparas más bajas que el cielo y con los muebles quise crear espacios, pero conservé la altura y las imperfecciones en los muros.
Siempre trabajo con blanco porque hay una intención de traer hasta aquí la fantasía del atelier y también rescatar algo que se mueve entre lo clínico y lo industrial. En todos los espacios en los que he estado la gran mesa de madera central ha sido fundamental. Es que la mesa es la casa. Es lo que hace acogedor este lugar. Que esta tienda este bajo nivel del suelo hace que las clientas no ocupen el probador, sino que se sacan y se ponen la ropa aquí mismo porque se sienten en un lugar íntimo. Eso me encanta.
Me gusta tener flores frescas en la tienda y las pocas imágenes que tengo son bien significativas. En el mueble vitrina que hay junto al espejo tengo una foto de mi abuela materna. Su familia representaba a los Hilos Gutermann en Chile, que son los únicos con que yo trabajo hasta el día de hoy. Así que tengo con ella una conexión importante. Más allá hay una foto en blanco y negro, obra de la Javiera Infante, que siempre me ha gustado muchísimo, y en los muros hay fotos de la colección actual, la misma que está en los percheros.
Proyecté una cortina de cielo a suelo que separara la tienda del taller. La costura es un proceso que tiene su desorden, y atrás a veces quedan los géneros en el suelo y hay cosas que no son tan estéticas, pero a las clientas les encanta pasar y verlo. Es que el atrás es siempre fascinante. Me gusta que sepan eso, que se involucren. Quiero que ellas se sientan cómodas y que entiendan que las piezas que se llevan tienen historia. Saben en qué parte del mundo compré el género y les interesan las resoluciones formales que tuve que sortear para llegar al diseño. Por eso me interesa vender y atender.
La costura es, sobre todo, un proceso de construcción. Y lo que se produce es una pieza de vestuario única a partir de un textil. La producción es forma, textura y color. Lo que hago aquí es solucionar un problema, y desde mi punto de vista el diseño tiene que ver con eso. De alguna forma lo mío es pensar en soluciones. Por ejemplo, pienso en una clienta que quiere ir a un matrimonio pero que no se quiere ver disfrazada o pienso en una mujer que se tiene que vestir en verano y caminar por la calle con 35 grados de calor. ¿Cómo soluciono eso desde mis posibilidades? Mi manera de resolverlo es generando prendas que sean funcionales y bonitas. Pienso en ropa que haga sentirse bien."
Kika Neumann (43) es diseñadora y tiene su tienda en Vitacura.