"Soy de Venezuela y aprendí en Caracas todo lo que sé sobre uñas, pestañas y maquillaje. Allá trabajaba como parvularia y tomé varios cursos de cosmética pensando en mí misma, pero cuando llegué a Chile, hace un año, me sirvió para trabajar. Creo que hay mucha diferencia entre las mujeres venezolanas y chilenas, sobre todo a nivel de imagen. En Venezuela arreglarse no es un lujo como aquí, sino que es algo cotidiano, casi obligatorio. Tú nunca vas a ver una venezolana en su trabajo sin arreglarse, en cambio aquí en Chile las mujeres son más naturales. Creo que esto se debe a diferencias históricas y culturales, pero también me doy cuenta de que acá actualmente hay una presencia más fuerte del feminismo; las mujeres son independientes y no les importa lo que piensen los demás. A nosotras, en cambio, desde muy chicas nos inculcan el culto por la belleza estética y la demanda por ser hermosas, reinas. Eso es una presión tremenda.
En este local trabajamos venezolanas y colombianas, somos once muchachas y entre nosotras nos entendemos bastante bien. Es que somos bien parecidas y existe buena onda, sabemos que muchas de nosotras no estamos trabajando en lo que estudiamos, pero nos gusta lo que hacemos y nos respetamos. El día a día es muy movido. Las extranjeras hemos traído muchas cosas que a las chilenas les han gustado. En este año que llevo acá, he conocido a muchas que jamás se hacían las uñas y ahora no pueden vivir sin hacérselas. Que existan los espacios y las profesionales que damos este servicio para quienes quieran me parece que es un aporte.
Tengo muy buena motricidad fina y soy bien perfeccionista, trabajo hasta que queden impecables. En cuanto a gustos, no soy para nada tradicional y me gusta explorar con colores, diseños y formas, pero cada clienta se hace lo que quiere. Para mí las uñas tienen que ser perfectas y vistosas. Yo me hago mis propias uñas cada dos semanas, y la verdad es que se me hace muy fácil porque me gustan mucho las manualidades.
En un día normal, puedo atender a más de diez personas. Como hago varios servicios, en casos extremos he atendido a tres clientes a la vez. A una le estoy montando pestañas, mientras a otra le estoy haciendo las uñas y preparando el producto para el pelo de una tercera. Esto soy capaz de hacerlo sin perder la concentración. Una vez que entro en lo que tengo que hacer, me enfoco absolutamente en eso. Los días viernes acá puede ser una locura, porque muchas chicas vienen a hacerse las uñas, las pestañas o el pelo para el fin de semana. Hay viernes en que empezamos a las diez de la mañana y no paramos hasta las ocho o nueve de la noche, porque siempre llega alguien a última hora.
Yo comienzo el día bien temprano en mi casa porque me gusta llegar lista a trabajar. Lo primero que hago después de levantarme, es ducharme, tomar desayuno y producirme. En esto último me puedo demorar más de una hora sólo para llegar al trabajo digna, reina. Aquí en el local lo que más me gusta hacer es maquillar, pero justamente es lo que menos se hace. Sólo cuando las mujeres tienen fiestas, matrimonios o graduaciones vienen a maquillarse, pero a mí es algo que me encantaría hacer a diario. Me impresiona cómo puede cambiar una cara sólo con maquillaje y dominar las técnicas. Eso me parece entretenido, desafiante y creativo.
En general hay una hermandad entre mujeres que hace que inmediatamente nos sintamos en confianza ante la otra. Tanto entre colegas como con las clientas. A veces llega una clienta que viene por primera vez al local y le cuesta más abrirse, pero es cosa de tiempo. La confianza aparece rápido, y nosotras somos muy extrovertidas. Ellas, al principio, nos preguntan mucho por cómo era nuestra vida en nuestros países, se interesan por la familia y luego hablamos de hombres, las diferencias o similitudes entre venezolanos y chilenos. Las clásicas conversaciones de peluquería. Ya si las clientas son de confianza, nos contamos los problemas y nos tratamos de apoyar. De hecho las pocas amigas chilenas que me he hecho en este año las he conocido en este local. Primero fueron mis clientas, después empezamos a salir, y ahora tengo grandes amigas. Pensar que todo partió por hacerse las uñas".
Nyliveth Peña (25) es manicursita, depiladora, maquilladora y trabaja en Aquarelle Beauty Studio, en Providencia.