Paula 1167. Sábado 14 de febrero de 2015.

El Museo de Arte Moderno de Chiloé (MAM) cumple 27 años de existencia. Sobrevivencia, debería decirse, pues nunca han tenido financiamiento estable y sus gestores jamás han recibido sueldo. Considerada una obra arquitectónica que rescata el patrimonio de la isla, en este museo han convertido la precariedad en garantía de independencia: no le deben nada a nadie y, por eso mismo, hacen lo que quieren. Hasta el 15 de marzo celebran su aniversario con dos muestras colectivas y la inauguración de una escultura monumental en el parque, además de música y cine.

La palabra museo se asocia, automáticamente, a una institución oficial que recibe algún tipo de financiamiento para hacer exposiciones y coleccionar obras, y a donde el visitante ingresa PAGANDO una entrada. El Museo de Arte Moderno de Chiloé (MAM) quiebra completamente con esta idea, pues en su caso el museo mismo es la obra. Además, es un espacio autogestionado que no recibe financiamiento y cuyo acceso es gratuito. Su origen, su proceso de formación, su manera de funcionar, sus criterios curatoriales, su emplazamiento físico y su arquitectura, entre otros factores, lo convierten en un modelo de gestión poco ortodoxo dentro del ámbito de las artes visuales chilenas, que ha sido observado con interés por otros artistas, curadores y museos internacionales, especialmente del norte de Europa, donde los gestores han mantenido un contacto permanente.

El proyecto –nacido en 1988– es la concreción de un sueño compartido por cinco amigos conocedores profundos de Chiloé y amantes del arte contemporáneo: Eduardo Feuerhake y su mujer, Coca González; Edward Rojas y su mujer, Luz María Vivar; y Estanislao Jorquera. Movidos por el deseo de generar en la isla un espacio para obras que en ese tiempo no tenían donde exhibirse y se apiñaban en los patios traseros y talleres de los autores, consiguieron primero que les prestaran un antiguo edificio patrimonial de Castro. Allí comenzaron exhibiendo a los artistas más interesantes del momento y convocaron a gran cantidad y diversidad de público: niños, abuelos, curadores, críticos de arte, pescadores y campesinos de la zona, que llegaron atraídos por una propuesta completamente nueva para la cultura chilota de entonces. De hecho, muchos de ellos nunca habían visto obras contemporáneas. Hoy, influenciados por esta experiencia, cada vez más jóvenes de la isla deciden estudiar y dedicarse al arte.

En 1991, Rojas y Feuerhake –ambos arquitectos– consiguieron en comodato un gran galpón de madera, típico chilote, abandonado. Utilizando los mínimos recursos, lo reciclaron para fundar la sede definitiva donde ahora está el museo. Esta construcción es considerada una obra arquitectónica importante, porque conserva el patrimonio de Chiloé –la estructura, la madera, las tejas– y al mismo tiempo, genera un espacio interior muy contemporáneo, amplio y luminoso. En 1996, esta obra obtuvo el primer premio en la Bienal de Arquitectura, en la categoría de restauración y reciclaje.

Todos los artistas que exponen en el MAM reciben, inevitablemente, la influencia y energía del entorno isleño, lo que suele trasladarse a sus obras. Pero con la consolidación del programa de residencias esta actitud se estableció como una característica que marca las curatorías: los artistas recorren la isla, buscan materiales, objetos, conversan con los lugareños y, desde allí, arman sus proyectos.

Desde entonces el museo comenzó a crecer hasta lograr prestigio internacional. Una de las cosas más importantes fue implementar un programa de residencias que acoge a críticos, curadores y artistas de distintas disciplinas, los que se quedan a vivir por un tiempo en dependencias construidas para eso y elaboran trabajos teóricos y obras influenciadas por el entorno de Chiloé. Por lo demás, el museo no ha cambiado demasiado. El equipo que lo lleva sigue siendo el mismo y hasta ahora no tienen financiamiento estable y ninguno recibe sueldo, por lo que deben trabajar paralelamente en otras cosas. Acaban de lanzar un libro donde cuentan la historia de este "territorio independiente del arte", como ellos mismos lo han bautizado, que convirtió la escasez en bandera de autonomía. "Como no tenemos ningún financiamiento oficial, conseguimos recursos de distintos lados, de fundaciones chilenas y extranjeras, de amigos y de gente que nos ayuda desinteresadamente. Pero no estamos sometidos a ningún otro interés, por lo tanto, solo obedecemos a nuestros propios criterios", comenta Eduardo Feuerhake. "A puro pulso hemos hecho siempre lo que queremos".

Durante el verano

El MAM estará exhibiendo la instalación colectiva Cruces Líquidos, de los artistas Juan Castillo, Joaquín Sánchez, Francis Naranjo y Juan Ramón Barbancho. También, hay una muestra de pintura que incluye a Claudia Peña, Daniela Kovacic y Víctor Espinoza, entre otros. Además, hay un festival de cortometrajes de danza que viene de Amsterdam, música en vivo y una escultura monumental de Carlos González, recién inaugurada en el espacio exterior. www.mamchiloe.cl

*** MIRA AQUÍ UNA GALERÍA CON IMÁGENES DEL MUSEO DE ARTE MODERNO DE CHILOÉ. ***