El oráculo de la semana, lunes 20 de mayo
La carta de la artista visual Matilde Pérez es una llamado a ver más allá de lo aparente y a proyectar lo que nos ocurre en nuestro interior. Para esto, uno de los elementos más potentes es el ojo: una herramienta que busca la claridad y la nitidez y que anticipa la ejecución. Sin duda que Matilde Pérez fue una visionaria. La madre del arte cinético en Chile empezó a ocupar su visión interior y exterior desde temprano; eligió ser pintora a los cinco años e inmediatamente se lo comunicó a su una familia, en la que nadie hablaba ni sabía nada de arte. Pero su convicción fue tal, que le creyeron y la apoyaron. A los 18 años Matilde Pérez invitó a sus compañeras de colegio a tomar el té para despedirse. Les dijo que no contaran más ella. "No porque no las quisiera, sino porque me iba a dedicar a pintar y no podía estarme distrayendo con otras cosas".
Comenzó estudiando arte figurativo, pero rápidamente se sintió limitada. "Estudié en una Escuela en que se hacían desnudos, naturaleza, todo lo que se representa, pero a medida que avanzaba me fui geometrizando hasta que llegó un momento que el natural despareció en la geometría. En ese momento me sentí feliz de haber salido de la realidad, de la que no sabía cómo salirme", dijo en una entrevista. Fue profesora de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile y más tarde fue becada por el Gobierno Francés para realizar estudios en París. Para esto dejó en Santiago a su marido y su hijo de 8 años: "Eran cosas que en esa época no ocurrían. Hay que ser bien valiente por toda la carga social y cultural que eso implicaba. Lo curioso era que yo era el más feliz con la beca que se había ganado", dijo el marido de Matilde.
Como pintora, Matilde Pérez experimentó con un lenguaje nuevo, desconocido y abrió nuevos espacios para el arte. "Más que cuadros, los míos son pensamientos", dijo en reiteradas ocasiones. Exploró la pintura como manifestación del arte, pero también se involucró con la arquitectura y el diseño. En 1982 realizó el "Friso Cinético", una estructura metálica de 70 metros de largo y casi 4 de alto, que estuvo por años en el frontis del Apumanque, el primer centro comercial del país, y hoy es una preciada obra de la colección de la Universidad de Talca. La obra de Matilde Pérez tiene carácter y es indiscutiblemente original. Como ejercicio, lo que hizo fue proyectar su particular interior hacia afuera, sin tenerle miedo al rechazo. Su carta es un llamado a la acción y al cambio.
Audaz, pionera y trasgresora, pasados sus 90 años seguía creando obras y lo hizo así hasta su muerte. La carta de esta excepcional pintora chilena que dicta el oráculo de esta semana reúne osadía, vanguardia, determinación y creatividad. Y lo hace siempre a través de la mirada como una herramienta de proyección. "El ojo del espectador tiene que hacer el esfuerzo de ver el movimiento donde no existe. Por eso necesita tiempo, si se pasa de largo no existe esa posibilidad. Me gusta hacer sentir al espectador que hay otro mundo más allá de la realidad, de la objetividad, mundos que son del pensamiento". Esos mundos, pueden ser proyecciones de un mundo mejor al que existe y que por ahora sólo existe en nuestro interior. El llamado es a hacerlo real.
- Sugerencia: Proyecta tus pensamientos y tus ideas en algo concreto, aunque esa concreción sea simple y aparentemente básica. La complejidad está en hacer efectivo ese traspaso de lo inmaterial a lo material. Lograr que lo que no exista, exista.
- Lectura recomendada: Arte cinético y neocinetismo de la crítica Elena Oliveras, un texto completísimo sobre las influencias de este movimiento en el arte actual.
- Colores: básicos y en bloque. La primera obra geométrica de Matilde Pérez fue roja y negra. Prueba con esos.
- Otras herramientas: el humor.
- Número de la suerte: 97 (o 9 y 7), la edad a la que murió esta visionaria pintora.