“Educar la mente sin educar el corazón no es educación en absoluto”, dijo alguna vez Aristóteles, y es también la premisa de lo que hoy se conoce como educación emocional, un tipo de enseñanza en la que abundan preguntas como: ¿podríamos pretender que un niño o niña aprenda algo nuevo cuando en su casa vive situaciones de violencia o atraviesa alguna situación familiar compleja? ¿Cómo suponer que podría prestar atención en la clase cuando el hambre no le permite pensar? o ¿Acaso creemos que estamos enseñando a seres aislados de toda influencia?

A comienzos de este año, seis liceos de la comuna de Puente Alto han sido el escenario de un programa que busca incorporar este tipo de educación en sus aulas. Se trata de E-Motiva de Fundación CAP, que tiene como objetivo fortalecer las habilidades socioemocionales de los estudiantes de 7º a 4º medio. “Creemos que las comunidades educativas pueden ser espacios de interacción, pertenencia y contención, que favorezcan el desarrollo integral y el bienestar de sus estudiantes”, dice Magdalena Sánchez, directora del programa.

Sobre todo post pandemia, donde las cifras de violencia y bullying en los colegios son alarmantes: un incremento cercano al 30% en las denuncias. Según datos publicados por el INDH, a la Superintendencia de Educación –en los seis primeros meses de 2022–, ingresaron 2.968 denuncias al interior de colegios, un 6% más que el mismo período en 2019.

“Ha mejorado bastante el colegio”

El programa está diseñado para ser implementado en un periodo de tres años y se basa en cuatro componentes esenciales: entregar herramientas que permitan un liderazgo para una cultura de aprendizaje socioemocional; apoyar la planificación y la gestión pedagógica de profesores, para que puedan lograr el correcto trabajo de las habilidades socioemocionales con sus estudiantes; transferir a los agentes educativos las herramientas pertinentes para el desarrollo de sus propias habilidades socioemocionales; y formar impulsores del cambio, es decir, formar un grupo de estudiantes voluntarios como agentes impulsores de estos cambios positivos.

Uno de ellos es Marlon Salazar, estudiante del 3ºB del Liceo Puente Alto. Cuenta que esta iniciativa les ha permitido aprender a trabajar en equipo, a socializar con personas que no conocían y a fortalecer y adquirir ciertos rasgos que no tenían. “Es algo muy bueno porque ha mejorado bastante el colegio desde que llegó. Además tenemos más química con los profesores”, dice.

Marlon y su profesora Paula

Paula Sanhueza es una de sus profesoras. Está de acuerdo con Marlon en los resultados durante estos meses de implementación. “Es que trabajamos herramientas que les permiten a los chiquillos desenvolverse en el ambiente y en la sociedad en general; que no actúen de manera individual sino que sean conscientes de que hay un entorno donde hay otros y la manera en que convivo con ellos es importante”, dice.

“Hoy lo socioemocional debiese ser parte todas las clases, no solamente hablar de esto en la hora de orientación, sino que también en matemáticas, lenguaje, ciencias. Partiendo de la base de que si el niño está triste, ¿de qué sirve que le enseñe contenido si no lo va a adquirir? En ese estado ellos no van a hacer conexiones, no vamos a generar aprendizajes significativos. Por eso lo socioemocional es necesario, pero creo que hoy, en la realidad chilena, eso queda a criterio de cada docente”, agrega.

“Tener profesores preocupados se siente como estar en casa”

Se realizan una serie de acciones, que incluyen talleres, capacitaciones e incluso un set de tarjetas que les permiten abrir la conversación sobre las emociones. Pero más allá de lo estructural, el programa está diseñado de tal manera que todos los actores sean protagonistas y así logren “cambiar el switch”; que estén atentos a las necesidades emocionales de los estudiantes todo el tiempo, de lo que está sucediendo dentro de la sala y el colegio. “Entender, comprender y observar mucho”, dicen.

Todo con el objetivo de que los estudiantes se sientan permanentemente bienvenidos y acogidos. Algo que para ellos es clave. “Se siente bien saber que hay personas preocupadas de lo que nos pasa. Y además a uno le cuesta menos aprender. Cuando uno no tiene muchas ganas de estudiar es bueno que te motiven con comentarios o con un abrazo. Te hace salir de lo malo. Dan ganas de hacer las cosas”, dice Johan Muñoz, estudiante de 4º medio del Liceo San Gerónimo.

Su profesor, Juan Pablo Bustamante reconoce que incluso para ellos como docentes esto ha sido un aprendizaje. “A mí, personalmente, me ha costado porque soy un poco cerrado, me cuesta hablar de las emociones. Entonces para todos ha sido un proceso; si queremos hablar de emociones con los chiquillos, tenemos que empezar por nosotros. Ha sido un aprendizaje distinto a las cosas que hacíamos habitualmente. Entender que lo que estoy sintiendo impacta en la comunidad escolar, en el curso y cómo eso está relacionado también con el aprendizaje, es una vuelta que no le habíamos dado. Hablar de lo que uno siente aquí no era muy habitual”, dice.

El profesor Juan Pablo y su alumno Johan

“Esto reafirma ciertas cosas que uno hacía como profesor, uno toma más consciencia. Yo antes les preguntaba a mis estudiantes cómo están, pero no tenía mucha conciencia de cómo esa pregunta puede significar algo super importante para ellos; saber que alguien está preocupado por lo que les pasa”, agrega.

Lo mismo que ha visto Paula. “Entre los estudiantes también se han visto cambios porque cuando hay un conflicto podemos ir donde cada involucrado y ofrecerles una mediación o una conversación. Yo te podría apostar que sin herramientas socioemocionales eso no se logra, porque no saben hacerlo; si no tienen herramientas socioemocionales buscan defenderse, no solucionar. Ahora ellos ven que existen otras maneras”, dice.

Así lo describe Marlon: “Tener profesores preocupados de nuestras emociones y no sólo de nuestros aprendizajes se siente muy bien, se siente como estar en casa. Muchos de nosotros tenemos problemas en la casa y llegamos al colegio y nos ponen el tremendo papel para escribir y en ese momento no tenemos ánimo de escribir. Pero si a uno lo ven cabizbajo y le preguntan qué está pasando, con eso te tocan el corazón. A mí me pasa que a veces llego y no quiero ver a nadie y si es profesor me pregunta si necesito algo, me siento apoyado, es como tener un papá en el colegio”.