Conoces a alguien. Conectan. Hay complicidad y química. Se llevan bien, y parece que es mutuo. Naturalmente surge la voluntad de pasar más tiempo juntos, pero de pronto comienzan a aparecer sentimientos de inseguridad. “¿Seré suficiente para esta persona? ¿Será demasiado bueno para ser real? ¿Me estará ocultando algo?”, piensas. Tienes miedo a salir herida como antes. Empiezas a ser más fría y distante. Cancelas planes. Ya no eres cariñosa. Vienen a tu cabeza pensamientos intrusivos. Pelean. Te alejas.
¿Te suena? Esto es una práctica común y repetida. Se llama autosabotaje y según Pamela Larraín, psicóloga clínica, magíster en terapia familiar y de parejas, ocurre debido al miedo a la intimidad, a la desconfianza en el otro, al temor a ser dañado o a la inseguridad en mostrarse vulnerable, algo que generalmente toma origen en la historia de vida de la persona. “Muchas veces esto tiene su fuente en los vínculos que hemos establecido y en las interacciones amorosas que hemos observado. Si desde pequeños hemos aprendido que los vínculos son peligrosos, que no se puede confiar en el otro, que hay que tomar distancia afectiva para estar protegidos o estar en actitud defensiva, lo más seguro es que en la adultez nos suceda lo mismo”, asegura.
Este ciclo de autodestrucción funciona cuando uno mismo obstaculiza una relación amorosa de manera consciente o, como se ve en la mayoría de los casos, inconscientemente. “Al empezar una relación amorosa, el autosaboteador encuentra rápidamente defectos en el otro, comienza a mirar de manera crítica la relación y a encontrar razones para no seguir, saltando así de una relación a otra o permaneciendo en la relación de manera superficial”, ejemplifica Larraín.
A Flavia (24), por ejemplo, la idealización en la que alguna vez creyó, le ha jugado en contra en varias relaciones amorosas. “Las expectativas que tengo de lo que debería significar una relación de pareja me han impedido tener relaciones exitosas por estar buscando a esa persona perfecta para mí, hecha a la medida. Gracias a estas expectativas, he llegado a pensar que esa persona con la que estoy me mintió, que me dijo que era de una manera que no era, cuando en realidad era en mi cabeza en donde estaba ese molde de perfección que no existe”, dice.
A Valentina (24) en cambio, le ocurre lo contrario. “Suelo creer que no soy suficiente para el otro. En mi última relación sentí que no merecía a mi pololo, pues me amaba muchísimo y, no sé muy bien por qué, esto me llevó a terminar engañándolo con otra persona”. O Irune (22), quien llevaba siete meses saliendo con un joven, cuando de pronto se alejó de él convencida y consumida por una inseguridad que le decía que no era suficiente física ni mentalmente para él.
Todas estas experiencias dan cuenta de cómo el autosabotaje amoroso, como un enemigo silencioso, opera en nuestras mentes. Ejemplos hay miles. Y es que el fondo de esto, dice la investigadora, psicóloga y profesora de la Universidad del Sur de Queensland, Raquel Peel –quien además dirigió un estudio que midió empíricamente el autosabotaje en las relaciones amorosas–, está en que “aceptamos el amor que creemos que merecemos”.
La investigación, que fue publicada en la revista académica BMC Psychology, luego de entrevistar a más de 600 personas de todo el mundo, que vivieron el autosabotaje, y a una centena de psicólogos australianos especializados en relaciones románticas, pudo concluir que hay tres tipos de autosaboteador de relaciones. El primero son esas “personas que se mueven apresuradamente de una relación a otra, y hacen evaluaciones rápidas mientras buscan ‘al indicado’; luego están aquellos que permanecen en una relación a largo plazo pero se alejan emocionalmente; y finalmente, aquellos que deciden dejar de entablar relaciones por completo”, explica Peel.
En su consulta, la psicóloga Pamela Larraín ve que esto frecuentemente. “En mi experiencia clínica, veo que ocurre muchísimo, tanto en mujeres como en hombres. Ambos se conectan con sentimientos de miedo, de vulnerabilidad, de rechazo o evitación, y de mirada crítica hacia el otro, sin darse cuenta de que en el fondo existe una gran dificultad para poder establecer una relación segura, suficientemente estable y sana. En el caso de los hombres, se ve que les cuesta más identificar el sentimiento del miedo”, explica. Y es que finalmente, la razón por la que la gente sabotea sus relaciones es para protegerse a ellos mismos. Nadie quiere salir herido, ¿cierto?
Pero sí hay salida. Para dejar de replicar este ciclo de autodestrucción, es importante revisar los vínculos que hemos establecido. “Si en la infancia hemos tenido un estilo de apego inseguro con nuestras figuras significativas, evitaremos o nos angustiaremos en la relación amorosa que tenemos en la adultez. Los patrones de infancia repercuten significativamente en los patrones de la adultez. Uno muchas veces no es consciente de esto y boicotea de manera inconsciente. Por eso la terapia es tan importante, para poder revisar los estilos vinculantes, estilos que pueden estar repitiéndose y obstaculizando relaciones actuales”, puntualiza Larraín.