Ayuno intermitente y dieta cetogénica: beneficios breves, peligros duraderos

columna nutrición Paula



Comenzaste con una dieta cetogénica porque tu médico te lo recomendó. Quizá habías oído hablar de ella gracias a influencers o personas cercanas, pero fue el respaldo de un profesional de la salud lo que te convenció. Prometía revertir la resistencia a la insulina, aumentar tu energía y, por supuesto, perder peso bajo la aparente ventaja de que no es una dieta, sino un “estilo de vida”. ¿Pero qué tan saludable es realmente? En el fervor por alcanzar estos objetivos, también decidiste adoptar el ayuno intermitente, extendiendo las horas entre comidas. ¿El resultado? Dolor de cabeza, hambre incesante y mayor ansiedad durante los primeros días. Aunque eventualmente tu cuerpo se adaptó, ¿pero a qué costo?

Es cierto, obtuviste resultados: más energía momentánea, una pérdida de peso significativa y una mejora temporal en ciertos indicadores metabólicos. Sin embargo, estas “mejoras” pronto demostraron ser efímeras. Los kilos volvieron, y el estilo de vida prometido como transformador resultó ser una búsqueda más orientada hacia estándares estéticos que hacia una salud integral, ¿pero vale la pena priorizar un solo aspecto de la salud mientras se descuidan otros de igual o mayor importancia?

Aunque hay estudios que destacan beneficios de la dieta cetogénica y el ayuno a corto plazo, sus efectos secundarios suelen minimizarse. Restringir grupos alimenticios puede derivar en carencias nutricionales graves, desequilibrios metabólicos e incluso problemas con órganos clave como el hígado y los riñones. Además, estas prácticas alteran la microbiota intestinal, pieza fundamental de nuestro bienestar. En el proceso, también se erosionan las señales naturales de hambre y saciedad, lo que incrementa el riesgo de desarrollar trastornos de la conducta alimentaria (TCA). Lo que comenzó como disciplina puede convertirse en una obsesión, con un impacto devastador en la vida social y la salud mental.

Es por esto que al conversarlo con la nutrióloga Denisse Khon, con quien he trabajado, lo resume así: “Es crucial educar sobre los riesgos de estas prácticas que distorsionan la relación con los alimentos. Nuestra vida no debería definirse por lo que comemos o dejamos de comer”. Por su parte, la psicóloga Fernanda Mena, especialista en TCA, advierte que “no hay salud sin salud mental. Las estrategias extremas como las dietas keto (cetogénica) y el ayuno generan ansiedad y una relación conflictiva con el cuerpo. Ninguna dieta vale el costo de nuestro bienestar emocional”.

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En lugar de seguir tendencias efímeras que priorizan lo estético sobre lo funcional, deberíamos replantear nuestra definición de salud. Elegir especialistas capacitados que comprendan el cuerpo y la mente de forma integral es esencial para evitar daños mayores. Salud no es simplemente un número en la báscula ni una serie de restricciones disfrazadas de autocuidado. Es un equilibrio dinámico que abarca bienestar físico, mental y social.

Es irresponsable que quienes deberían ser nuestros guías hacia una vida saludable, se limiten a objetivos a corto plazo y fácilmente medibles, como el peso. La salud es mucho más que cifras; es vivir plenamente y sin restricciones que nos priven del disfrute y la conexión con nosotros mismos y con los demás.

Si alguna vez caíste en estas prácticas, no es tu culpa. Vivimos en un sistema obsesionado con ideales de belleza que priorizan la apariencia sobre la salud real. La clave está en construir una relación sana con nuestro cuerpo y la comida, dejando atrás normas limitantes y abrazando un enfoque integral que fomente el disfrute, la conexión y la plenitud. ¿Estás dispuesto a desafiar esas narrativas y empezar a redefinir lo que significa salud para ti?

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* Carolina es Nutricionista especialista en Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) y autora del libro “Te lo digo porque te quiero: derribando estereotipos estéticos en salud”.

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