¿Es la tecnología? ¿Son las redes sociales? ¿La pornografía? ¿El estrés? ¿La vida agitada? ¿Las películas? ¿Los estímulos que nos llegan por todos lados? ¿La publicidad? ¿El mayor conocimiento de la propia sexualidad y las necesidades personales? ¿El permitirse sentir o no deseo, sin disimular o fingir? ¿La rutina en la que caen la mayoría de las parejas?
Pueden ser todas, o algunas, o ninguna. El deseo sexual –entendido como aquel impulso instintivo y psicosexual que anima a las personas y las predispone a realizar alguna actividad sexual– es una de las aristas de la sexualidad más comentadas, concuerdan las terapeutas. No hay pastillas ni recetas mágicas para desear, y las investigaciones han llegado a la conclusión que el deseo sexual en los seres humanos es tan profundo como complejo. Es un tema delicado, difícil de trabajar porque depende de múltiples variables y, por sobre todo, lo más consultado hoy por hoy en las consultas terapéuticas.
Pero, ¿qué es el deseo? Maricela Pino, máster en sexología y directora de la escuela de Obstetricia y puericultura de la Universidad de las Américas, explica que, según diversos autores, el deseo no es solamente una reacción biológica, sino que una respuesta en la que se involucra toda la identidad humana. El deseo sexual está modulado por tres ejes. Primero, el biológico, en el que se encuentran los circuitos cerebrales, neurotransmisores y niveles hormonales; segundo, la predisposición emocional y cognitiva, como por ejemplo la experiencia de vida de las personas, su educación, sus referentes, su estado de ánimo, historias de abusos o traumas, religión, entre otros; y tercero, los inductores de sensaciones y sentimientos sexuales, como fantasías, imágenes y estimulación de los sentidos.
“En los últimos veinte años ha habido un aumento de las consultas por disminución del deseo sexual, tanto en hombres como mujeres que puede variar entre un 20 y 40% en ambos sexos”, advierte Pino. Pero, ¿qué hay detrás de esto?
Algo que muta y se transforma
El deseo sexual es cíclico y va cambiando a lo largo de la vida. Se transforma según la etapa vital en la que cada uno se encuentre, la salud, el estado anímico, los años en pareja si es que la hay, la comunicación, el ciclo hormonal, la crianza de los hijos, las preocupaciones, la carga laboral, entre otras. Además, está íntimamente relacionado con todos los aspectos de la vida misma, y por eso, que vaya mutando o que varíe y se transforme es esperable.
Así lo refuerza Josefina Lazcano, psicóloga especialista en terapia sexual. “Hay diferentes hitos que pueden traducirse en bajas o alzas en el deseo y son mucho más amplios de los que creemos. El deseo es vulnerable y está sujeto a situaciones variadas”, comenta. En su experiencia, hubo un auge en las consultas referidas a la baja del deseo sexual con la pandemia. “Este acercamiento obligatorio de vivir 24/7 en la casa generó estragos en la sexualidad de las parejas”, indica.
Para la sexóloga y terapeuta de parejas de @centroalalma, Michelle Pollmann, la baja en el deseo es uno de los motivos más frecuentes de consulta, sobre todo en hombres. “No me gusta hablar de normalidad, pero me gusta decir que es esperable que ocurra”, dice, y agrega: “El deseo sexual es como ese aparato que suena dando las señales de vida, tiene muchos altos y bajos”.
Para Lazcano, vivimos en un mundo lleno de estímulos, diversidad y movimiento, y muchas veces “llegar a la casa y tener siempre la misma pareja, y probablemente encuentros sexuales siempre en el mismo lugar, la misma hora y las mismas posiciones, genera un encontrón mental y físico. El sexo requiere de movimiento”. Pero no solo eso, contamos con menos redes de apoyo, estamos más cansados, y hay un mayor ensimismamiento, lo que hace que se piense menos en el otro y se genere una falta de deseo natural.
Podemos tener una vida sexualmente activa fuera de la cama, y es ahí donde debemos ampliar. El objetivo no debería ser lineal ni orientado al orgasmo.
También, dice, “hay un mayor permiso social y cultural para no sentir o no querer desarrollar el deseo. Antes, mujeres y hombres tenían que sentirlo. Pero ahora que hemos profundizado al respecto, existe un consenso y por ende baja la ansiedad o la obligación que solía ser tan imperante”, explica. Y agrega también que otro factor que se ve hoy es el relacionado con los cambios de roles que, según indica su experiencia, también ha afectado la sexualidad masculina, en cuanto se sienten más exigidos en su performance y en conocer más el cuerpo del otro, lo que a veces impacta en la baja en el deseo. “Se ven más exigidos en la cama pero hoy se dan más permiso para fallar en eso”.
Pollmann, en tanto, explica que en toda relación habrá momentos de baja del deseo sexual, pero indica que lo que hay que saber es que la sexualidad humana está en constante desarrollo y no es necesariamente el acto sexual con penetración, sino que un espectro amplio y continuo. “Podemos tener una vida sexualmente activa fuera de la cama, y es ahí donde debemos ampliar”, dice. Y es que el objetivo no debería ser lineal ni orientado al orgasmo. Una vida íntima puede ir desde el acto de conversar honesta y profundamente, hasta darse besos con lengua, duchas juntos, masajes y el contacto físico en sus múltiples formas. “Le tenemos miedo a estas concepciones, pero hay que saber que muchas veces no estamos con esa energía para incurrir en el acto sexual, pero sí con la energía del contacto físico. Yo trabajo con las parejas el entendimiento de que el deseo sexual sube y baja”, explica. Y agrega: “No nos desconectamos como pareja porque no estamos teniendo relaciones sexuales. Podemos de todas formas seguir estando unidos y de manera muy íntima sin estar en un encuentro sexual con penetración”.
La importancia de comunicar
Lo complejo en lo que se refiere al deseo sexual es que son muchas las variables que lo explican y la solución no pasa por una pastilla; es algo que se construye y por eso la comunicación es primordial.
Así lo indica Michelle Pollmann, quien comenta que muchas veces no nos atrevemos porque no queremos tener conversaciones incómodas, entonces pensamos que como ya estamos en una situación conocida y familiar, pasa a ser fome. Asociamos la familiaridad a la baja de deseo. “Yo siempre le pregunto a mis pacientes ‘si te gusta el sushi, ¿te lo comerías todos los días de desayuno, almuerzo y comida? Probablemente no’”.
Muchas veces en lo que se refiere al encuentro sexual, las parejas se quieren ir a la segura y no improvisar, sobre todo en un contexto de rutinas con muchas cargas, ya sea monetarias, de crianza, laborales y emocionales. A lo anterior, se le suma también el miedo o pudor a proponer cosas nuevas sin herir el ego o la seguridad del otro, explica. “Confluyen muchos miedos, entonces con tal de alejarnos de esa situación en la que creemos poner en riesgo nuestro vínculo, nos quedamos en lo conocido, pero lo conocido puede apaciguar el deseo”, dice Pollmann.
En la misma línea va Josefina Lazcano, quien explica que es fundamental reconocer cuáles son las cosas que pueden estar afectando el deseo sexual en la relación para al menos abrirlas, conversarlas y ponerlas sobre la mesa. “Hay que identificar esos momentos y asumirlos como partes de un periodo, poder comunicarse, decir las necesidades al otro para ver si en conjunto se pueden solventar o no”.
Para Maricela Pino, es importante considerar que al inicio de la mayoría de las relaciones de pareja el deseo surge fácil y espontáneo en diversas situaciones. “Cuando todo es nuevo, tanto los estímulos físicos como emocionales provocan una gran intensidad erótica. Pero, con el paso de los años la novedad queda atrás, los estímulos no impactan con la misma intensidad y el deseo no nace con la misma facilidad, por ello en esta etapa aparecen otros factores que son relevantes, como la intimidad emocional y la cercanía afectiva”. Ahí aparece la sexualidad en su amplitud. Y ahí, como dicen las especialistas, se da paso a que el deseo se construya en conjunto y se desarrolle el erotismo, la sensualidad y el uso de los sentidos, como dice Pino, por medio del tacto, del juego o el compartir fantasías.