"Tengo una pequeña obsesión por las baldosas", dice Bernardita Bráncoli mientras toma en sus manos una antigua matriz de bronce de la que surgieron varias piezas únicas. El arte manual de fabricar y decorar baldosas de revestimiento a partir de cemento pigmentado, arena y agua, es una técnica que está desapareciendo del mundo, pero Bernardita está empeñada en verles un futuro. Ella creció en una casa de adobe, de fachada continua, en Talagante, en la que el piso de los corredores era de baldosas de bajorrelieve. "Desde chica jugaba con ellas, ponía las bolitas y las iba ordenando en esas canaletas. Después nos cambiamos de casa y no las vi nunca más". Pero la experiencia se quedó graba en ella por años.
Bernardita es diseñadora de la Universidad Católica y Magíster en Patrimonio. Actualmente trabaja como directora de Extensión y de Educación Continua de la Facultad de Diseño de la Universidad del Desarrollo y fue ahí, en su trabajo, donde las baldosas inesperadamente se le volvieron a aparecer. "En la universidad teníamos un concurso en que los alumnos podían diseñar una pieza para Baldosas Córdova en proyectos que realmente se implementaban. A través de esta instancia reconecté con las baldosas, que me habían fascinado desde chica", cuenta.
Fue así que surgió la idea de hacer una investigación y para eso invitó a Joyce Bernstein, también diseñadora de la Universidad Católica, que en ese tiempo trabajaba con Bernardita en la UDD. "A diferencia de la Berna, yo no tengo un pasado con las baldosas. Me crié en Canadá, donde por un tema climático lo último que uno podría encontrar era una baldosa", cuenta riéndose Joyce. "Pero gracias a ella empecé a contagiarme. Y ahora es un tema que encanta".
La invitación que le hizo Bernardita fue a recorrer mirando el suelo de las calles del casco histórico de Providencia que no ha sido demolido. Partieron por esa comuna porque ahí estaba ubicada la antigua fábrica de baldosas de Córdova, una de las tres empresas de este rubro que ha existido en nuestro país y la más antigua en funcionamiento. "Ellos partieron con una fábrica en la calle Condell en los años '20 importando baldosas desde España. Las traían como lastre, es decir para que hicieran peso en los barcos", explica Joyce.
"Nos propusimos hacer un levantamiento completo de la zona porque teníamos la hipótesis de que la fábrica había influenciado de alguna forma en la arquitectura del barrio", cuenta Bernardita. Lo primero que hicieron fue trazar un mapa de las calles y realizar un registro fotográfico. Tocaron puerta a puerta las casas y edificios donde había baldosas. "Parecíamos Testigos de Jehová", cuentan riéndose. "Los propietarios se impactaban que hubiera personas interesadas en el piso, porque ellos mismos no le veían un valor", cuentan las diseñadoras. Ellas les explicaban que eran piezas muy valiosas, cada una diseñada, hecha y montada a mano.
"Antiguamente poner una baldosa era un proceso de varios pasos. Primero estaba el maestro que diseñaba la matriz de bronce, luego el maestro que preparaba el color, después el que cortaba e iba preparando los colores, el que la prensaba y finalmente el que instalaba. Esa tecnología no ha cambiado en 150 años", dicen las diseñadoras.
Durante un poco más de un año Bernardita y Joyce estuvieron aplanando calles de varias comunas de Santiago. Sacaban los choapinos de las casas particulares que tenían saguán de baldosas, pedían permiso para entrar a las mamparas y conocer los corredores de edificios y locales comerciales. Sacaban fotos, hacían preguntas, tomaban medidas y llenaban las fichas de registro en terreno. Se encontraron con cientos de diseños distintos, muchos más de los que esperaban. "En Chile las casas de fachada continua pueden tener un diseño en el saguán y otro en el corredor. Eso sin contar los diferentes diseños que se pueden encontrar en la cocina y las zonas húmedas de una misma casa", explican.
Registraron diseños arabescos, geométricos, art decó, de estrella, cruz paté…. y a veces más de uno en el mismo inmueble. "Hay un caso muy especial de un edificio en la calle Elena Blanco, en Providencia, que tiene diez puertas distintas y cada una con un diseño de baldosas diferente", cuenta Bernardita. Aunque no había una investigación anterior sobre este tema, descubrieron que las tres fábricas de baldosas que hay en funcionamiento en Chile –Córdova, Súper y San José– tenían un archivo con el nombre de sus baldosas del siglo pasado. "Estos podían ser nombres directos y otras veces más de fantasía, eran puestos por los mismos maestros de la fábrica", dicen las diseñadoras.
El levantamiento fue creciendo y a medida que pasaba el tiempo se daban cuenta de que las baldosas hoy están en riesgo. "Nos pasó que en un lapso de seis meses volvíamos a una cuadra que habíamos registrado y nos encontrábamos con un edificio que había sido demolido", cuentan. Por eso, cuando se enteraron que en el Hospital Salvador, donde hay baldosas de diseños únicos con señalética, iban a demoler el antigua área de maternidad, Bernardita y Joyce llegaron a un acuerdo de custodiar las baldosas hasta que el Hospital tenga un museo de su historia donde pueda exhibirlas. "Si no, se iban a perder para siempre".
Durante el levantamiento Bernardita y Joyce ficharon, en total, 320 direcciones con baldosas antiguas y 170 diseños únicos que podían variar sus colores. Las primeras venían ya diseñadas desde España. "Por eso es común encontrar las mismas baldosas en Chile que en Rusia", cuentan. "Pero luego fueron surgiendo diseños locales. La baldosa fue una innovación tecnológica y de higiene muy valiosa para la arquitectura moderna. Las casas en Santiago antes eran de piso de tierra, de madera o de mármol según las clases sociales de sus propietarios, pero las baldosas aparecieron como algo transversal", cuenta Bernardita.
"Creemos que las baldosas lograron permear la identidad en Chile. Por ejemplo, muchas veredas de Santiago están cubiertas de baldosas. La baldosa gris con el diseño rojo, a la que se le dice chocolate y que va al centro de vereda, es de 1920 y alguien bien visionario la pensó para que estuviera presente en buena parte de la ciudad", explica Bernardita. "La puedes encontrar en Estación Central, en Recoleta, en Santiago, en Ñuñoa y en Providencia. Es típica de los sectores más antiguos de Santiago", agrega Joyce. "Nadie sabe desde cuándo ni por qué se hizo, pero se sigue replicando desde principios de siglo pasado. Desde entonces marca la identidad pública de la ciudad y existe una voluntad de mantenerla".
Siguiéndole la pista a las baldosas de las calles, se encontraron con el trabajo de arquitectos modernos, como Alberto Piwonka, quien recuperó la baldosa para experimentar con ella en edificios modernos. "El gran caso es el Colegio San Ignacio El Bosque, que es como la Capilla Sixtina de las baldosas con diseños geométricos abstractos que van dando distintos ritmos a las áreas de circulación", cuentan entusiasmadas. También conversaron con Héctor Valdés, que las ocupó en varios de sus edificios, encontraron relaciones con la Bauhaus en Chile y conectaron la arquitectura brasilera con la chilena durante la década de los 30 y los 60.
"La idea fue siempre que esto terminara en un libro. Postulamos a un Fondart Regional de Patrimonio Cultural y así nuestro mapa creció tanto que terminó en un gran Excel con fichas en terreno, tipología de inmueble y registro fotográfico", cuentan. A esto se le sumó una rigurosa investigación histórica y material y largas sesiones de curatoría. Así que diseñaron un libro de 170 páginas donde está contada la historia, la investigación, el levantamiento y el análisis de las baldosas.
Con la ayuda de la UDD, del Fondart y de Baldosas Córdova, lo publicaron e hicieron una exposición en el Centro Cultural Palacio La Moneda el año 2016. Para la inauguración invitaron a todos sus entrevistados. En las vitrinas de la Galería del Diseño mostraron fotografías, matrices y cientos de tipologías de diseño de baldosas presentadas como un elemento que transformó parte del paisaje arquitectónico de Santiago. Hicieron talleres educativos en museos y colegios de las comunas donde más hay baldosas y empezaron a difundir su trabajo paralelamente en Instagram (@baldosasdesantiago), donde hoy están reuniendo a una comunidad entorno al amor por las baldosas.
"Nos escribieron especialistas desde Argentina que estaban haciendo un levantamiento parecido y otros de Brasil interesados en la investigación, porque allá ya están extintas las fábricas de baldosas". Por eso Bernardita tiene ganas de que este proyecto crezca. Está en conversaciones con una universidad argentina para hacer un levantamiento similar en Buenos Aires y piensa expandir las fronteras de las baldosas hasta llegar a su origen. "Me encantaría hacer el estudio del tránsito de España a América, que es el primer viaje que hicieron las baldosas y volver a ponerlas en valor hoy", cuenta. "La baldosa es diseño, es oficio, es identidad, es memoria y es historia. Pero también es futuro".