Belén Medel Gaete, hija del SENAME: “Los niños y niñas en hogares necesitan oportunidades, y esas oportunidades no se la va a dar el sistema, sino nosotros”.

hija del sename paula



Belén Medel Gaete, conocida en redes sociales como la “Hija del SENAME”, pasó catorce años de su vida en tres hogares de menores dirigidos por esta institución; una de ellas fue Cread Galvarino, conocido por la muerte por asfixia de Lisette Villa en manos de sus cuidadoras. Después de una vida de vulneraciones, maltratos físicos y psicológicos, se consiguió dos trabajos y pudo pagarse la Universidad. Dice que lo logró porque creyó en ella, “sabía que dentro de mí había una sangre tan poderosa, que es la sangre mapuche, que me dijo tú eres guerrera, así que pelea contra ese injusto sistema”. A pesar de que hoy esta institución ha cambiado su nombre a “Mejor Niñez”, Belén afirma que la violencia sigue siendo la misma. Hoy se dedica a contar por redes sociales la realidad del SENAME por dentro, y apela a arreglarlo de manera colectiva, aportando desde nuestras posibilidades. “Los niños y niñas del SENAME necesitan oportunidades y esas oportunidades no se las va a dar el sistema, sino nosotros”. En esta entrevista cuenta qué podemos hacer en concreto.

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Archivo personal

¿Cómo fue que llegaste al SENAME?

Llegué al SENAME porque estaba principalmente en situación de abandono. En mi casa había alcoholismo, drogadicción, violencia intrafamiliar. Mis padres nos mandaban a pedir y a robar cuando nosotros apenas teníamos dos años, éramos muchos hermanos, somos 15 en total del mismo padre y de la misma madre. Una vecina dio aviso a Carabineros de que había unos niños pidiendo y ahí tomaron acciones y se llevaron a dos de mis hermanas a un hogar de menores. Luego se habrán informado de que tenían más hermanos y nos fueron a sacar a mí con otras dos hermanas más de la casa de mis padres. Fue de la forma más cruel, de la forma más traumática posible, sin asistente social ni psicóloga. Eso puso mucho, pero mucho daño en mí, causó tanto daño que el día en que a mí me sacaron los carabineros de mi casa yo me puedo acordar de todo, te podría decir hasta qué ropa estaba utilizando, y solamente tenía tres años. Bueno, cuando yo hablo de años, tampoco es que sepa específicamente cuántos años tenía, porque mis padres no me inscribieron en el Registro Civil. Al llegar a este hogar me inscribieron las religiosas y me inventaron el día, el mes y el año de mi nacimiento. Así que tampoco es muy claro ni la edad que tengo.

¿Cómo recuerdas tu vida dentro de la institución?

La gran mayoría de las niñas que vivían ahí tenían salida los fines de semana con sus familiares, o tenían visita, pero yo no, no tenía esa opción. Era un caso bastante particular porque con mis hermanas nadie nos iba a visitar, ningún familiar, no teníamos a nadie a quien recurrir. Como no tenía ninguna red ni apoyo eso generó que sufriéramos más vulneraciones que las otras niñas, porque no teníamos a quién avisarle las cosas que nos estaban sucediendo. Había mucho maltrato, físico y psicológico, nos pegaban, nos encerraban, nos hacían trabajar o nos dejaban sin comida.

¿Tenían momentos de celebración?

Nunca me celebraron un cumpleaños, nunca nadie me celebró nada. Pero a veces las empresas sí nos hacían fiestas, recuerdo que eran súper importantes para mí. Cuando sabíamos que iba a venir una empresa a hacernos una celebración, una se ponía ansiosa, ni siquiera podía dormir sabiendo que iban a venir personas a darnos regalos, o que íbamos a poder abrazar. A mí me encantaba abrazar a la gente, como nadie me entregaba cariño, sentía que era el momento en que podía abrazar a alguien. Y me ponía muy ansiosa, me ponía muy feliz, más que el regalo, me ponía muy feliz porque iba a ver gente, iba a tener atención. Siempre tuve esa ilusión de que yo podía agradarle a alguien, para mí eso era como una oportunidad para que me sacaran de ahí, o que alguien quisiera ser mi apoderado o mi padrino.

¿Qué pasó contigo cuando te fuiste?

Cuando salí del SENAME pasé muchas cosas porque no tenía red de apoyo, no sabía cómo vivir la vida adulta, no sabía a quién recurrir, cómo estudiar, de qué iba a vivir. Había mucha incertidumbre en mi vida. Cuando estaba en 4º medio comencé a hablar con una chica que había sido religiosa y me ofreció irme a vivir con ella a Iquique. Fue la única opción que tuve, la más viable. Accedí y me fui con ella, pero las cosas no resultaron bien porque yo nunca había vivido en familia. Tenía muchos traumas, muchos problemas, muchos miedos que tampoco me dejaban avanzar. Y al final me devolví a Santiago con 50.000 pesos en mi bolsillo y comencé a vivir con una amiga que también había estado en el hogar. Vivíamos en una pieza de tres por dos con su abuela en un colchón, que en realidad era como una tela de cebolla. Y me di cuenta de que esa no era vida. Dije ‘tengo que salir de acá y tengo que hacer algo’, pero tampoco sabía cómo hacerlo, a quién recurrir, cómo buscar trabajo. Un día me llamó una psicóloga que había estado conmigo en uno de los hogares y le conté lo que estaba sucediendo y ella me ofreció que le cuidara a su hijo mientras tanto y me pagó por adelantado; ahí me arrendé una pieza. Ese fue el día en que yo dije ‘desde aquí en adelante soy libre, comienzo a vivir mi vida’.

Después de tu experiencia, ¿qué necesidades urgentes crees que tienen hoy los niños y niñas dentro de hogares, que esté alcance de todos poder darlo?

Las necesidades de los niños y niñas es el amor, la escucha y la contención. Esas son las tres cosas esenciales, que son intangibles. Porque hay cosas tangibles, cosas materiales, sí, pero lo que realmente necesitan, lo esencial para un niño o niña que está en un hogar, es amor. Eso no se da, nadie les está entregando autoconfianza para desarrollarse mejor, nadie está estimulándoles sus dones y habilidades. Cada vez que iba una persona adulta al hogar yo siempre le decía ‘tía, mire, sé hacer la rueda, la posición invertida’, mostraba todos mis dones y habilidades con el fin de que alguien pudiera decirme, ‘eres buena, vamos a un campeonato de gimnasia’, pero nunca nadie me lo ofreció. Es importarte para ellos que los miren, que les digan en qué son buenos y potenciarlos en eso. Para que digan ‘soy bueno en algo, yo puedo ser quien yo quiera ser, puedo vivir de eso quizás cuando sea adulto’. Pero ellos necesitan que alguien los vea y para eso necesitan talleres, de lo que sea, de fútbol, de canto, de dibujo, que puedan estimular sus dones. Porque ellos se sienten invisibles, y son invisibles ante la sociedad, por eso al final deciden no ser nadie, porque nadie los ve.

¿Qué actividades recuerdas más de tu niñez?

Recuerdo una vez que fueron a hacernos un taller de modelaje. A mí no me gustaba mucho, decía ‘para qué voy a modelar, soy chica, pobre, no tengo ropa’. Nos enseñaron a modelar pero no teníamos ropa, nos daba vergüenza modelar con la ropa fea que era heredada como de 30 niñas anteriores. Entonces no había como una conexión, a nosotros nos hacían falta talleres que nos sirvieran más que eso. Sí recuerdo que iban alumnas del colegio la Maisonette cada 15 días a ayudarnos a estudiar, a hacer las tareas. Y ahí nos poníamos a hablar, a contarles nuestras cosas. A mí me iba bien en el colegio, pero para mí era una instancia para tener acceso a otro tipo de mundo, de actividades, de conversaciones, para mí era como el momento de conversar con otra gente que me sacara mentalmente de allí.

¿Qué podemos hacer las personas por los niños y niñas de los hogares?

Hay muchas cosas que se pueden hacer. Existe la opción de hacer talleres en los hogares de menores, unirte a agrupaciones o ir directamente a un hogar y tocar la puerta, eso lo puede hacer cualquier persona. No se necesita tanto dinero, solo se necesita las ganas, solo se necesita el oficio y solo se necesita el querer. Lo otro que también se puede hacer es entregar el oficio que uno tiene en ayuda de estos niños que están ahí olvidados por la sociedad. Por ejemplo, si tú cortas el pelo, puedes ir a cortar el pelo una vez al mes. Si eres periodista, enseñarle cómo redactar, si eres dentista puedes ir a revisarle los dientes, si eres doctor puedes ir una vez al mes a revisar cómo están. Yo nunca vi un doctor, nunca me llevaron al dentista. También si tú tienes alguna empresa ir a celebrarles las navidades, o ir a celebrar el día del niño, ir a celebrarle el año nuevo, los cumpleaños, preocuparse quizás por los niños que se graduaron de 8.º, de 4.º medio. O ir a sacarle los piojos, te juntas con diez niñas y les pones champú y una peineta y les sacas los piojos. O sea ¿qué acto más bondadoso es ese?

¿A veces las instituciones no permiten o no se abren a estas visitas?

Pero puedes hacerlo igual. Una vez nos juntamos con una agrupación de ciclistas y les llevamos calcetines a un hogar. Recolectamos como 400 calcetines, que son cosas básicas que de repente los niños no tienen, como cepillos de dientes, confort, útiles personales, una colonia, imagínate, yo jamás en la vida tuve una colonia. Yo he juntado calcetines, calzones, regalos y se los voy a dejar a los hogares, y cuando los directores me dicen que no, se los lanzo por la reja. Si tú quieres llevarles música, te instalas con tu banda fuera del hogar y le regalas un concierto desde afuera. Pero que la gente haga algo y que pare de quejarse, que mueva las nalgas y haga algo. Es entregar lo que uno puede y todos podemos entregar algo una vez en la vida.

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