La forma de la mandíbula y de las caderas, la edad en que se gateó, la dirección de la mirada y los gestos de las manos, entre cientos de otras características corporales, son elementos relevantes para la línea de psicoterapia conocida como "biosíntesis", que comenzó a desarrollarse en Inglaterra en la década de los 70. En ella se definen siete niveles de experiencia que se conectan entre sí: el físico, el vital, el emocional, el mental, el simbólico, el lingüístico y el de contacto, además de lo que se denomina "esencia": las cualidades más profundas de la persona. La hipótesis de la biosíntesis es que estas siete dimensiones están en armonía cuando un individuo comienza a gestarse, pero se bloquean con el transcurso de la vida, impidiendo que aquella esencia se exprese con fluidez.
Al igual que otras psicoterapias, la biosíntesis intenta que el paciente tome conciencia de sí mismo a través del diálogo con el profesional. Pero las sesiones, que se llevan a cabo en la consulta, incluyen también ejercicios corporales, pues se postula que cada ser humano organiza sus músculos, su postura, su gestualidad y el tono de su voz según sus traumas y experiencias.
La entrenadora internacional en biosíntesis Liliana Acero, doctora en Ciencias Humanas de la Universidad de Sussex y experta en temas de género, genética y reproduccción humana, explica que en esta corriente no es posible ver la salud psicológica separada de la salud física y espiritual, pues pensamos que las experiencias van quedando registradas en el cuerpo. Por eso, mientras el paciente habla, el terapeuta formula diversas indicaciones, como "Cuando me cuentas esto que te pasó ayer, te sientas diferente", o "¿qué sientes cuando miras hacia aquel lado de la sala?". A partir de tales observaciones se propone el trabajo con el cuerpo, señala la experta.
Los ejercicios son respiratorios, posturales y de movimiento, y cada paciente practica los que se relacionan con su trastorno en particular. Los que trabajan la posición, por ejemplo, tienen que ver con la forma en que el paciente se sitúa y se desplaza en el mundo; y los que trabajan con la vista o el oído están vinculados a sus percepciones acerca del mundo interior y exterior.
"Pero, a diferencia de otras terapias corporales que persiguen sólo una toma de conciencia del individuo por medio de la catarsis, nosotros destinamos un tiempo a la contención, ayudándolo a internalizar y 'digerir' lo que ha descubierto en el tratamiento", explica Liliana Acero. Michelle Manubens, psicóloga certificada en esta línea, puntualiza: "La terapia orientada a la biosíntesis es útil incluso en niños, a quienes, por definición, les cuesta verbalizar sentimientos".
Michelle se sometió ella misma a una terapia orientada hacia la biosíntesis como parte de su formación profesional. Como paciente, asegura que la experiencia la ayudó a concretar proyectos que, por su historia y su carácter, le costaba poner en práctica, especialmente en lo afectivo. "En esa época vivía sola, sin comprometerme y con una visión más individualista. La terapia me ayudó a adquirir confianza en mí misma y en los otros, y eso me permitió encontrar una pareja con un hombre que tiene valores importantes para mí, con el cual me casé y tuve a mis dos hijas", cuenta. "Aprendí a entender mi cuerpo; me di cuenta, por ejemplo, de que tendía a acumular la rabia en determinadas áreas del abdomen, y que mi respiración era muy corta, como una forma de guardar las emociones. Hacia eso iban dirigidos la mayoría de los ejercicios que practiqué durante la terapia".
La biosíntesis toma del psiquiatra austríaco Wilhelm Reich, discípulo de Freud, el concepto de "coraza" o "armadura muscular". Reich sostenía que, junto con la denominada "coraza del carácter", dicha armadura muscular forma un sistema que impide al individuo experimentar placer y libertad.
Los cultores de la biosíntesis postulan que los bloqueos de los campos de vida comienzan a generarse incluso en la vida intrauterina, y que otros se fijan antes de los seis años. Por eso, los ejercicios de la terapia consideran la biografía personal. Por ejemplo: el gateo no sólo representa una etapa de la motricidad de un individuo, sino que está asociado también con la exploración cognitiva. Así, es muy posible que un niño a quien no le permitieron gatear, experimente dificultades para explorar el mundo en la edad adulta –dificultades que posteriormente la biosíntesis puede abordar con ejercicios de desplazamiento–. "Se busca la relación entre el pasado y el presente, pero no para revivir todo lo que ocurrió, sino para observar de qué manera ese pasado se refleja en el ahora. 'Regresión para la progresión', llamamos nosotros a ese enfoque", anota Liliana.
La terapia toma un par de años, con una hora semanal. "Otras corrientes trabajan con tratamientos más breves, que pueden solucionar un problema puntual. Pero la psicoterapia orientada a la biosíntesis es más larga porque pensamos que el conflicto debe resolverse en todos los niveles posibles, ya que si sólo se supera en uno, puede repetirse en otro", asegura Liliana Acero.
La experta comenta que, pese a la duración del proceso, los cambios se verifican desde sus inicios. "Para afianzarlos se llevan a cabo ejercicios de meditación, respiraciones y visualizaciones, entre otros. De esta forma se evita la dependencia con el terapeuta, y el paciente realmente puede proyectarse, incorporando lo que ha descubierto a su vida fuera de la consulta".
Los cultores de la biosíntesis postulan que los bloqueos de los campos de vida comienzan a generarse incluso en la vida intrauterina, y que otros se fijan antes de los seis años. Por eso, los ejercicios de la terapia consideran la biografía personal.
A dónde acudir:
En Chile, la formación y la atención terapéutica orientadas a la biosíntesis se imparten en la Fundación Cuerpo y Energía, Teorías y Métodos Neoreichianos (Carlos Walker 092, dep 601. teléfonos 735 9546 y 0-9232 92 04).