Calzado que resguarda la totalidad del pie y cuyo largo, variable, puede ubicarse entre el tobillo y el inicio del muslo. La forma de la puntera y el tipo de tacón dependen del estilo de cada modelo y las tendencias en boga. El color blanco define la apariencia de este accesorio indumentario agrupando versiones muy diversas, confeccionadas en cuero, gamuza, charol, PVC o goma, entre muchos otros.
Origen. Los orígenes de las botas blancas remiten al siglo XV. En una ilustración contenida en el libro Las muy ricas horas del duque de Berry (1412-1416) -donde aparece representada una pareja intercambiando los anillos de compromiso-, el novio luce una suerte de calza con pie de dicho color, junto a una lujosa vestidura azul bordada en dorado y ribeteada en piel. Alrededor de 1630 los hombres adoptan botas blancas de caña blanda y boca ancha, en forma de embudo. Combinan con oscuros conjuntos de pantalón bombacho y jubón, y encajes blancos presentes en cuellos sobrepuestos, puños y bordes de las calcetas utilizadas sobre las medias de seda.
Tendencia. Dos siglos más tarde las botas cortas, blancas o marfil, acordonadas en el frente o el costado, decoradas con flecos ingresan al guardarropas femenino como parte del traje de novia. Irrumpen en un momento en que los pies adquieren cierta relevancia asomándose bajo la redondez de las faldas. Hacia 1870 este tipo de calzado, adecuado ahora para bailes y fiestas, incorpora tacones de más o menos 4 centímetros. Una década después la moda impone una bota a media pantorrilla con motivos bordados en hilo metálico. Para 1915, un diseño equivalente, en lona, provisto de una suela de goma, es utilizado en la práctica de deportes como el tenis, el criquet, las caminatas y la bicicleta. Recién en los 60 la bota blanca deviene en una pieza emblemática de la historia de la moda asociada a la invención de la minifalda y la figura de André Courrèges.