“De mis 27 años viviendo en Bajos de Mena (comuna de Puente Alto), nunca había visto una situación así en cuanto a la pobreza y alimentación. Antes, cuando trabajaba en la feria como ambulante, se veía harta gente vendiendo como ‘colera’ (de manera informal) para hacer más lucas, pero ahora es cosa de darse una vuelta para notar que hay muchas más personas y que han aparecido grupos que antes no estaban, como adultos mayores o mamás con sus hijos.

En mi caso, vivo con menos del sueldo mínimo, con cerca de 70 mil o 100 mil pesos. Mi sueldo sale de algunos productos que vendo por catálogo o de las cosas que confecciono en el taller de crochet en el que estoy inscrita. Eso lo uso para vivir el día a día. Además, como mi hija y sus dos niños viven conmigo, complementamos el pago y con eso tiramos para arriba. Antes de la pandemia trabajé muchos años como asesora del hogar y ahí mi situación era mejor, pero por la crisis sanitaria, quedé sin pega. A veces me aflijo porque no me alcanza para pagar las cuentas que se acumulan. Llegar a fin de mes cuesta y cuando ya lo logramos, hay que estar pensando en el siguiente.

Desde hace un año, he visto cómo todo ha ido subiendo. Antes un kilo de azúcar era barato, pero ahora cuesta más de mil pesos. Lo mismo con la sal y para qué decir las verduras, que se fueron a las nubes. Entonces, uno compra lo justo. No me da vergüenza decir que los domingos, tipo 4 de la tarde, cuando la gente ya se va de la feria, yo voy a recoger las cosas que sobran, porque hay fruta o verdura que se bota solo por estar madura o fea. Como sigue igual de buena, la recojo, la lavo, y la dejo en el refrigerador, porque los niños tienen que tener la posibilidad de nutrirse y comer esas cosas.

Muchas veces me ha pasado tener que optar por ciertos alimentos para poder ahorrar un poco de plata. Al final, hay que priorizar y elegir las cosas que se necesitan, y no las que se quieren. Porque a veces igual uno desea comerse una cazuela de vacuno, pero no siempre se puede. Con el tema de la plata, no solo se trata de cómo voy a comprar las cosas y que alcancen, sino de qué manera voy a distribuir lo poco que tengo para la semana. Y eso, es un calentamiento de cabeza. Uno es la que pasa más tiempo en la casa, entonces hay que estar pensando constantemente en eso para que las cosas queden buenas y sean suficientes.

Considerando cómo están los precios hoy, creo que ha faltado más apoyo del Estado para las personas que nos cuesta llegar a fin de mes. Si bien en la Municipalidad de Puente Alto nos entregan vales de gas o cajas de mercadería cada tres meses, eso igual se hace poco. Porque ahí viene lo básico: arroz, aceite, sal, leche, legumbres; pero dura dos semanas como máximo. Aunque ayuda bastante, no es mucho, sobre todo considerando que en mi casa vivimos con niños de dos y nueve años”.

Licinia Benítez tiene 53 años y vive en la comuna de Puente Alto.