Colon irritable, estreñimiento crónico, gases y distensión abdominal son los clásicos síntomas que hablan de que nuestro intestino no está en buenas condiciones. Pero los estados anímicos ansiosos o depresivos también pueden indicar que algo no está bien en la salud digestiva. "El último tiempo se ha visto que hay una conexión importante entre el cerebro y el intestino, que pone de manifiesto lo evidente: que existe inflamación intestinal asociada a emociones no agradables", dice Loreto Hagar, médico y health coach. De hecho, continúa la especialista, se ha descubierto que el nervio vago conecta cerebro e intestino como si fuera un camino lleno de interacciones y comunicaciones entre ambos órganos. Sin embargo, por cada un mensaje emitido desde el cerebro al intestino, hay nueve que son emitidos desde el intestino al cerebro. "Es tremendamente evidente que el conjunto de bacterias que habita en nuestro intestino, modulan lo emocional. Entonces, si nuestra salud digestiva es inestable, nuestras emociones también lo serán", añade la doctora (@la_doc_integrativa).
En efecto, el 95% de la serotonina −aquel neurotransmisor que controla el estado anímico− se produce en el intestino. Por lo tanto, para tener más serotonina en nuestro cerebro dando vueltas que ayuden a nuestro buen ánimo, es necesario que sea nuestro intestino el que esté en buenas condiciones para que produzca la cantidad de serotonina necesaria. El también health coach Matías Novoa (@matias_health_coach) especifica que se requiere de un aminoácido llamado l-triptófano para producir esta serotonina. "Este importante nutriente se considera un aminoácido esencial, es decir, nuestro organismo no puede sintetizarlo y debemos obtenerlo de la alimentación", comenta, aludiendo a el estrecho vínculo entre buena nutrición y buen ánimo. "Es claro, entonces, que la salud de nuestro intestino y el equilibrio de la flora intestinal juegan un rol clave en el balance de nuestro estado de ánimo, tanto desde el punto de vista nutricional y de la síntesis de neurotransmisores como de la comunicación entre los diferentes sistemas de nuestro organismo", puntualiza Novoa.
Incluso más: la doctora Hagar añade que se ha demostrado que en todas las enfermedades emocionales −depresión, ansiedad, autismo en los niños, irritabilidad, fibromialgia, hiperactividad, síndrome de fatiga crónica− hay inflamación intestinal crónica demostrada. "Por eso, si tengo mejores hábitos, si hago actividades restaurativas como yoga, respiración consciente, medito, me doy espacios para ser y conectar con mi verdad, entonces más fluyo y genero emociones en esa sintonía. Las células literalmente se alimentan de ello, de armonía, calma y bienestar".