Bus de la Libertad: “Son los mismos insultos que recibíamos en el colegio y la discriminación que vivimos cuando buscamos trabajo”

Bus diversidad Paula

Tres años después de que el bus anaranjado recorriera Santiago con mensajes contra la identidad de género, este 2020 busca volver a circular, esta vez también en Valparaíso. Desde las agrupaciones LGTBIQ+ anuncian resistencia y aseguran que enfrentarlo no es limitar la libertad de expresión de sus organizadores, sino hacerle frente a discursos de odio.




La primera vez que el Bus de la Libertad recorrió las calles de Santiago fue en julio de 2017 y lo hizo exhibiendo frases como: “Nicolás tiene derecho a un papá y a una mamá” o “Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva. Que no te engañen”. Mensajes que los voceros y gestores de esta intervención, la ONG Hazte oír, justificaron como una denuncia contra los proyectos y leyes que, a su juicio, buscaban imponer la ideología de género en los niños.

La actividad, ampliamente rechazada por movimientos LGTBIQ+ que se manifestó a lo largo del recorrido del vehículo anaranjado, esta semana pretende volver a circular -ahora incorporando a Valparaíso en el recorrido-, iniciativa que ha levantado señales de alerta, no solo en los representantes de la comunidad LGTBIQ+, sino también en algunos políticos que acusan a sus gestores de incitación al odio. Y es que en los últimos tres años Chile cambió, al menos en torno a la legislación que afecta a las comunidades minoritarias. En 2018 se aprobó la Ley de Identidad de Género, que da el derecho, entre otras cosas, “al reconocimiento y protección de la identidad y expresión de género”.

“No son solo palabras”

“Hace tres años mientras el bus circulaba por las calles de Chile, me estaba preparando para salir del clóset en mi trabajo”, cuenta la mujer trans y directora de Fundación Iguales, Alessia Injoque. “Fueron momentos muy tensos en lo personal, buscando valor para poder vivir de forma auténtica mientras otros hacían visible su rechazo hacia las personas trans y la diversidad sexual en general”.

A la activista le fue bien -su historia incluso fue replicada por distintos medios de comunicación y Alessia se convirtió en el rostro de muchas personas trans que estaban haciendo pública su historia-, y está convencida de que al mismo tiempo que ella se fue abriendo camino con su identidad, en Chile se abrieron puertas para que otras personas la siguieran. “Aún nos falta mucho por recorrer, pero no me cabe duda de que en Chile hemos avanzado. Le ganamos al bus y le vamos a volver a ganar, porque para nosotros no es solo una discusión, son nuestras familias, son nuestras vidas”.

“No son solo palabras”, recalca Alessia sobre los mensajes que proyecta el bus que nuevamente recorrerá las calles chilenas. Asegura que quienes no se ven afectados por sus consignas lo ven como algo lejano y algo que en la práctica, no afecta la vida de nadie, independiente de su identidad y expresión de género.

Pero la directora de Iguales explica que esto es un error: “Muchos creen que el bus es un insulto que tenemos que ignorar y seguir con nuestras vidas, pero para quienes lo vivimos de cerca no es tan fácil, porque hace eco de prejuicios que nos han perseguido por años, de los insultos que recibíamos en el colegio y con los que todavía nos hacen bullying. Es la discriminación que vivimos cuando buscamos trabajo o cuando caminamos por la calle, y es un ariete contra la cultura de empatía y respeto que estamos construyendo con mucho esfuerzo”.

La resistencia

La primera vez que vino este bus las organizaciones de la sociedad civil estaban articuladas, pero ahora lo estamos aún más”, asegura la socióloga y miembro de la Agrupación Rompiendo el Silencio, Nicole Rojas. “Esperamos esta segunda venida con todas las medidas sanitarias por la pandemia, pero va a haber un descontento y vamos a salir a manifestarnos”.

Según la socióloga, si bien se ha avanzado y Chile ha cambiado en los últimos tres años, los grupos de diversidad sexual y de género, así como otras minorías, siguen siendo el blanco de discriminación y ataques de odio. “Con el componente migratorio ha habido una alza en la xenofobia”, dice.

El componente de la libertad de expresión y la tolerancia al que apelan los gestores del bus, es uno de los principales argumentos a la hora de permitir su libre circulación por las calles. Pero para Nicole, el enfoque es otro: “Nos parece que hacer frente a los discursos de odio no es limitar la libertad de expresión de nadie, es impedir que muten o se transformen en acciones conducentes a hostilidad, violencia, acciones peligrosas, grupos organizados en contra de nuestra comunidad, contra migrantes y contra otras minorías”.

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