Hace algunas décadas era común ver a celebridades como Ronald Reagan e incluso ídolos de la pantalla grande como John Wayne en páginas de revistas o en televisión promoviendo el consumo de cigarros. En la década de los 60, algunas marcas declaraban, como un gran atributo, ser las más consumidas entre los profesionales médicos, dando a entender que por esta razón los consumidores deberían preferirlas por sobre la competencia.
Hoy, fumar cigarrillos está lejos de ser visto como una práctica osada, asociada al glamour y la vida de lujo de una estrella de cine o de la música. Por el contrario. Se ha logrado transmitir a la población, incluso a los jóvenes, con bastante éxito, los enormes perjuicios que el consumo de cigarros tiene para la salud.
Sin embargo, existe un nuevo enemigo que comenzó a asomarse hace algunos años y que ya se ha arraigado de forma particularmente fuerte en adolescentes. Se trata de vaporizadores, vapes o cigarros electrónicos que, a diferencia de un cigarro normal, no funcionan mediante combustión de tabaco. Operan con un sistema electrónico que calienta líquidos saborizados generando vapor. El vapor puede o no contener nicotina y al aspirarlo, genera una sensación muy similar a fumar.
Y es quizás precisamente por eso que se han vuelto una alternativa tan popular. La Organización Mundial de la Salud dio cuenta que, en 2011 habían cerca de 7 millones de usuarios de cigarrillos electrónicos a nivel mundial. Para el año siguiente, ese número había crecido exponencialmente y ya habían más de 41 millones de personas en el mundo que declaraban usar estos dispositivos de forma habitual.
Si bien muchos fumadores los han usado como herramientas para disminuir las dosis diarias de nicotina que consumen reemplazando cigarros por el vaporizador, estos elementos no son inocuos. Por una parte, efectivamente permiten a las personas que ya tienen el hábito de fumar controlar de mejor forma el nivel de componentes nocivos que ingresan a su cuerpo sin tener que dejar del todo el comportamiento. Lo que para muchos ya es un enorme beneficio. Pero por otra, se ha convertido en la puerta de entrada a una adicción. Especialmente para un público extremadamente joven.
Según datos publicados por Statista, en el intervalo 2017 a 2019, el uso de e-cigarettes se duplicó entre alumnos de último año de secundaria en Estados Unidos. Pero quizás más preocupante aún, esta misma tendencia se replica en alumnos de octavo grado, el equivalente a octavo básico, de entre 13 y 14 años.
Este fenómeno podría explicarse porque existe la percepción de que se trata de elementos más cercanos a un gadget tecnológico que a un cigarro. Y en ese sentido se los ve como algo inocuo¡5´. La doctora Verónica Iglesias, jefa del Programa de Epidemiología de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile explica que este tipo de cigarrillos se han promocionado como inocuos y como una alternativa para quienes desean dejar de fumar, pero los reportes señalan que si bien contienen menos sustancias tóxicas que los cigarrillos regulares —que contienen más de 4500 sustancias tóxicas— no son inofensivos. “Su uso debería limitarse. Se sabe que la nicotina es altamente adictiva, por lo que este tipo de cigarrillos no es recomendable para jóvenes, ni para quienes no se han iniciado en el consumo de tabaco. Los otros compuestos dañinos contenidos en el aerosol también pueden causar graves daños en los pulmones”, explica.
El problema es que, tal como explica la doctora Verónica Iglesias, estas alternativas a los cigarros tradicionales sí son nocivas para la salud. Y uno de los peligros más grandes es que los consumidores, en la mayoría de los casos, no están al tanto de los riesgos del producto que está ingresando a su organismo. “Los cigarrillos electrónicos contienen niveles variables de nicotina, metales pesados como níquel y plomo, compuestos orgánicos volátiles, material particulado ultrafino, sustancias químicas que permiten producir el aerosol, saborizantes y aromatizantes, algunos de ellos no autorizados por la Food and Drug Administration de los Estados Unidos”, explica. Además, la especialista comenta que este año el Instituto de Salud Pública de Chile levantó una alerta donde advierte que, de 166 muestras analizadas, el 61% contenía nicotina, y que un porcentaje importante no lo declaraba en el rotulado.
En el documento el ISP entregó además lineamientos que advierten que, según los resultados de los estudios que se realizaron de los productos disponibles en el país, la recomendación es no usarlos. Porque muchos de ellos se encuentran en violación de las normas sanitarias. Ya sea por contener químicos no autorizados para la inhalación, niveles de impurezas más altos de los permitidos, o por incluir nicotina dentro de sus componentes sin explicitarlo en el rotulado y sin contar con la autorización de la autoridad sanitaria.
Y sin embargo, pareciera que nada de esto es suficiente para detener el incremento en la popularidad de los vaporizadores que se sigue registrando. Porque, así como el marketing de los años 60 tuvo mucha influencia en cómo el público percibía los cigarros en ese entonces —que los hizo ver como una parte integral de la vida bohemia, libre y sin preocupaciones de los artistas— la publicidad de los e-cigarettes también influye en que se perciban como un hábito inocente y casi un juego. Y es que, con campañas dirigidas a adolescentes y pre adolescentes que se publican en redes sociales como TikTok o incluso en sitios web como Cartoon Network, el mensaje es tremendamente erróneo y dañino pero claro: el vapor es un juego y todos pueden jugarlo.