Cambio de piel

columna 31 de diciembre



Siento que, si mi hicieran un scanner en este minuto, post Navidad y ad portas del Año Nuevo, hay altas posibilidades de que saliera plano. Me quedé sin energía y sin ganas. Me agoté desde lo más profundo. Pero sé que cada fin de año es igual, aunque se siente que cada año es peor, como si fuera en aumento. Por esta misma razón, esta columna es corta. Y al callo.

Si bien me gustan las Navidades sencillas, y no de gran consumo, me gusta regalar y preocuparme de que realmente sea algo dedicado. También me gusta que mis hijos crean en la magia, y tengo uno de 9 años que me puso a prueba sin parar, tratando de descubrir si existe o no el Viejito Pascuero. Yo jugué el juego, y de repente me vi envuelta en una red de mentiras digna de la mejor serie de suspenso de Netflix, de la que no sabía cómo salir. Creo que es su último año de creer y cuando se dé cuenta, no creo que vuelva a confiar en mí.

Las fiestas de final de año, tienen, además, un componente emocional demasiado alto. Vemos y compartimos con muchas personas, más que nada familia. Y por eso se ponen a prueba las relaciones. Hay estrés, hay cansancio, hay niños que parecieran que hubieran jalado algo, de tanta ansiedad y nervio que les produce la Navidad. Para qué decir el día siguiente, donde nos damos cuenta que el juguete aquel que buscamos con tantas ganas, emitía un sonido imposible de bancarse, y ahora lo único que queremos es que desaparezca. La tolerancia auditiva y emocional también es puesta a prueba.

Cerramos el año 2018. Para algunos un año buenísimo, para otros un tanto galopeado. Yo me uno al segundo grupo. Galopeado y con varias amenazas de caídas graves. Y en mi proceso de cierre de año, donde repaso todo lo que vivimos como familia, rescato varias cosas buenas, y hay varias otras que me gustaría dejar atrás o cambiar. Mirando hacia el año que viene, no quiero ponerle de entrada ninguna expectativa, ni auto exigencia. Tampoco creo en esas metas o propósitos que mucha gente se autoimpone. Pero sí hay tres cosas que quiero que guíen mis acciones. Propongo encontrar un par de palabras que, de alguna manera, influencien nuestro actuar. Las palabras que quiero que me acompañen el 2019, son empatía, compasión y amor. Quiero auto proponerme usar como filtro esas tres cosas, frente a cada situación, frente a cada momento en el que me encuentre a punto de emitir un juicio, a punto de decir algo de alguien, a punto de actuar con mis hijos.

No quiero ponerme metas como: este año, sí que empiezo a hacer ejercicio. Ya me conozco. Cumplo 40 y ya no produje las tan famosas y codiciadas endorfinas que muchos producen con el deporte. Me parece envidiable, pero no es mi caso. Solo quiero poder estar lo más presente posible, en el presente, con estos tres filtros. Ya les contaré al final de mi 2019, qué resultados tuve. Quizás, y ojalá, los que más puedan ver efectos de esto sean mis niños, que muchas veces se llevan lo peor de uno debido al cansancio, rutina y estrés de la vida diaria. Y también, de paso, quizás pueda yo aprender de ellos a vivir más en el presente. Les propongo encontrar un par de palabras que nos guíen este 2019, como un mapa de ruta de nuestras acciones diarias.

Feliz Año Nuevo. Feliz cambio de piel.

María José Buttazzoni es educadora de párvulos y directora del jardín infantil Ombú. Además, es co-autora del libro "Niños, a comer", junto a la cocinera Sol Fliman, y co-fundadora de Soki, una plataforma que desarrolla cajas de juegos diseñadas para fortalecer el aprendizaje y la conexión emocional entre niños y adultos.

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