Camila Sosa Villada (42), actriz y escritora argentina, hace su entrada en la sala virtual de Zoom y de repente se filtra un vistazo a su mundo íntimo a través de la pantalla: tras ella se vislumbran exuberantes enredaderas verdes que han conquistado una repisa cercana, mientras, desde el ángulo desde el que se le enfoca, pareciera que una lámpara redonda y adornada con brillos que cuelga del techo le quedara como una corona. En la pared Billie Holiday en blanco y negro canta en algún escenario del mundo y la autora, tras unos anteojos oscuros que le confieren un aire a la icónica Joan Didion con un toque latino, sostiene su cigarrillo en alto, evocando la elegancia de las divas del Hollywood clásico, mientras se queja del sofocante calor que azota a esta parte del mundo.

Actualmente se encuentra en la promoción de ‘Tesis sobre una domesticación’, su nueva obra que sucede a ‘Las Malas’ y los cuentos de ‘Soy una tonta por quererte’. Esta novela protagonizada por una actriz transexual, exitosa en su carrera, casada con un abogado homosexual con quien ha decidido adoptar un niño seropositivo, navega en una profunda reflexión existencialista sobre la capacidad de enamorarse (y no sólo románticamente, sino también del trabajo o de uno mismo), las nuevas familias, que tampoco son tan nuevas, la trascendencia profesional y el maternar, entre otros temas humanos.

Sin embargo, lo que suena a una meta como casarse, ser mamá y vivir de lo que a uno le gusta, para algunas es solo un sueño. Una fantasía. Y justamente de eso habla Camila. “Este libro podría ser de ciencia ficción”, avisa desde Córdoba.

Al ser temas tan globales, ¿cambiaría la historia si la protagonista no fuera una mujer trans?

“Creo que simplemente no sería posible. Nosotros creemos que los tiempos cambiaron y no cambiaron nada y esta obra en particular, mientras yo la escribía, era consciente de que estaba proyectándola a diez años quizás. La posibilidad de que adopte, que tenga este éxito o de que hayan travestis alrededor felices, suena a ciencia ficción. Aunque existan ejemplos en la región como Florencia de la V o Lizy Tagliani, quienes ganan plata y la han sabido cultivar, son cosas que por lo general no suceden. Entonces esta historia suena a un mundo extraño, donde es rara la igualdad y la justicia. Y es así”.

Hace unos días, en una librería Santiaguina, el texto daba vueltas en dos góndolas: literatura latinoamericana y lectura LGBTQI+, no sé si fue un desorden del reponedor o no supieron donde poner tu trabajo, ¿dónde lo habrías instalado tú?

“El asunto queer no es un asunto que deba quedarse dando vuelta en su propia cárcel. Si todo queda entre nosotros o si ocurre a puerta cerrada, es un total fracaso. No tendríamos vocación con el otro. El chiste es entrar en diálogo con los demás y eso hace que un asunto que parece mínimo, como es ser travesti, pueda llegar a tener una connotación social sólo si entramos en la conversación. Por eso, si nos quedamos mendigando derechos, pronombres y cupo, y no damos una batalla cultural o ponemos nuestra fuerza a esa esclavitud que propone el capitalismo entonces, ¿para qué? Y eso es algo que yo tuve clarísimo con el libro y las demás. No era sobre las travestis, es sobre las personas actuando sobre nuestros cuerpos, son las travestis mirando a la sociedad, es esta actriz soportando una sociedad que le cobra cada paso que da y el que no da por supuesto, lo que desea y lo que dejó de desear”.

En las últimas semanas, Camila ha hecho noticia por varias cosas: la primera, porque habló sobre las personas del colectivo LGBTQI+ que votaron por Milei y no cayó bien. La segunda, porque por alguna razón enojó al mundo editorial al pedir que le bajaran el precio a sus libros a través de Twitter. Y la tercera, porque en esa misma red social un usuario se colgó de un título en la que la autora alegaba “no tengo ganas de vivir” (“…de manera común y corriente”, decía realmente la frase original que dijo en una entrevista reciente).

“Hay una parte de nosotros que lo estamos pasando mal, que tenemos miedo”, responde sobre el momento político actual de la Argentina, “pero hay otra parte que lo votó feliz y me pregunto por qué un puto, una trava o una torta vote a Milei”, hace una pausa, “pero no porque me parezca despectivo, sino porque qué gana una persona que ha sido vulnerada por la derecha, ¿qué está pasando? ¿No hemos sabido transmitir oralmente cómo ha sido la vida en la dictadura, los noventa, en la primera década del dos mil? Él nunca se ha pronunciado a favor o en contra, pero la gente a su alrededor derrochan comentarios llenos de agresividad y ensañamiento con las diversidades. Sacada de contexto quedé de malhablada, pero el periodismo también tiene sus violencias, lo que hacen es tirar a una entrevistada a los lobos. Hay que tener un ápice de decencia y elegancia, no todo puede ser por un clic ¡Lady Di murió por eso! ¡Britney está medicada por esto! ¿Cuándo se va a aprender a controlar esa maldad?”.

¿Cuál es tu relación con los periodistas y qué tipo de preguntas te molestan más cuando te entrevistan?

“En México uno me preguntó si era homosexual. Fue fatal (...) Me molesta que me pregunten respondiéndose. Hay algunos que arman una pregunta cuando ya tiene la respuesta incluida y eso me pone todas las células en alerta para recibir el golpe. Puede ser que esté a la defensiva, pero entendiendo que todos somos un poco estúpidos, puede ser que esté bien estar a la defensiva con algunas preguntas. Me buscan muchas de colectivos feministas también y ahí aprieto el botón de pánico y huyo, salgo corriendo, porque son de las que más preguntan con la respuesta incluida. Los de los colectivos LGBT también son bastante necios. Siempre están esperando algo de ti”

¿Y qué crees que se espera de ti?

“Que elabore una verdad. Una declaración. Una opinión sobre algo. Como si tuviera que educar en trava o si la justicia social le correspondiera a una. Y hay tres cosas que me dan vueltas: me costó mucho reconocerme como escritora, vengo de una región que resulta extraña y no sé callarme la boca. No sé pasar por el filtro del discurso, salvo cuando escribo. Pero mi oralidad es peligrosa, supongo que me resisto a la fórmula y ellos se resisten a las personas que se resisten a las fórmulas”.

Esta es tu tercera publicación, has sido premiada y extensamente reconocida, ¿por qué dices que te costó reconocerte como escritora?

“Nadie me va a decir a mí cuán honda o superficial es mi relación con la literatura. Nadie puede venir a contarme cómo es leer o escribir. Tampoco qué es trabajar o qué no, lo hago desde los ocho años. El hecho de ser trava parece que no me lo perdonan. Me lo van a cobrar hasta que siga publicando. Parece que no merezco escribir. Hay editores de libros que estaban ofendidísimos, dijeron que yo no había escrito ‘Las Malas’ sino Juan Forn. Ellos son malos. Hay una cuota de maldad y transfobia internalizada. Como también son machistas, se las agarran contra las mujeres, no tienen ni siquiera la mitad, sino un 10% de oportunidades de un chavón que edita, escribe o hace prensa. Imagínate cómo son con las travestis, esto es un caso raro, un acontecimiento, que tenga el desprendimiento de decir si no me publican más o no me leen más, no me importa. Eso no les agrada”.

La película sobre el libro

La novela de Camila acaba de ser grabada y se transformará en una película. Ella no sólo es la autora del texto en el que se basó, sino que también será la protagonista. Su pareja en pantalla será el mexicano Alfonso ‘Poncho’ Herrera (Sense8, El Elegido) y fue dirigida por Javier Van de Couter.

“Se filmó el año pasado. No sé en qué instancia está de posproducción, pero la experiencia fue agotadora, una enorme llave para poder darle un último ajuste en la novela eso sí. Estuve en el guion, entonces me daba tranquilidad saber que algo de la esencia de ella no iba a ser contaminada, a pesar de que sí lo fue, pero está casi intacta. Fue raro también, porque tienes a la escritora protagonizando la película inspirada en su novela. Es un ciclo narcísico. Estoy rodeada de mí. Malcriada y mimada. Pobre Poncho, me tuvo que soportar tan loca”.

¿Qué te puso tan loca?

“No se puede estar bajo las órdenes de un hombre, como dice la actriz del texto. No hay una coincidencia estética, ni semántica. La industria del cine es muy cruel para las actrices, recordé por qué me alejé de las cámaras. Esta experiencia me lo refrescó, es una industria hecha de esa forma, en la que está metida una cuestión de clase muy grande, por lo demás. Es toda gente pudiente, porque de otra forma no se puede hacer películas. Sobre todo para alguien como yo, acostumbrada a trabajar en el teatro, sola, donde todo es más amable y la locura está permitida. De todo lo complejo que es el cine, además súmale la corrección política y de las fuerzas ajenas de lo que sucede dentro de lo actoral. Fue una experiencia de domesticación”.

Al revisitar tu obra, me imagino que revisitas también el concepto del amor sobre el que tanto has trabajado.

“Hoy no conozco alguien que no tenga un conflicto con el amor. Yo en la novela quería hablar de la ilusión del amor. De este como una promesa, una salvación, y lo peligroso que es creer que a través de eso alguien se puede salvar. La verdad es que estamos todos en peligro, nadie te salva de lo que es vivir. No creo que el amor sea el único afecto que pueda existir. Es voraz, te consume, quiere cada vez más. Podés ser amable con el otro, caliente, tener sexualidad, darle tus mejores momentos, comer algo rico, irte de viaje, sin amarlo. El hecho de que te exijan como valor de cambio que esto se vuelva amor es agotador para mucha gente. No es tan importante. Es un afecto egoísta, muy yoico, no me gusta, en estos tiempos parece que me gusta más el respeto (se ríe)”.