La sexualidad de las personas con cáncer ha sido una dimensión históricamente invisibilizada, tanto en el entendimiento de la vivencia de enfermedad, como en su atención clínica durante el proceso de enfermedad y tratamientos.

Si bien existe consenso en que la salud sexual posee un lugar capital en la calidad de vida de todos los seres humanos y, por ende, también en las personas con cáncer, las escasas investigaciones en la materia suelen focalizarse en aspectos como frecuencia del coito, capacidad para tener orgasmos, y capacidad reproductiva. Esto muestra uno de los principales sesgos al abordar la sexualidad: la heteronormatividad como marco y la reducción de la sexualidad al sexo genital.

La sexualidad va mucho más allá del coito, y constituye un aspecto central del ser humano, presente a lo largo de todo su ciclo vital, que abarca al sexo, las identidades, el erotismo, el placer, la intimidad, la reproducción y la orientación sexual: se vivencia y se expresa a través de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, conductas, prácticas, y relaciones interpersonales.

La sexualidad así entendida suele verse complicada, entorpecida o bloqueada, tanto por los aspectos físicos y psicológicos asociados al proceso del cáncer, como por las construcciones socioculturales que poseemos respecto a ambos. En las personas con cáncer, las alteraciones en la sexualidad pueden ir desde el 40% al 100% de los casos, pudiendo causar angustia, el refuerzo de una autoimagen negativa, conflictos relacionales y un recuerdo permanente de la presencia de la enfermedad.

Muchas mujeres con cáncer de mama viven la enfermedad con un profundo temor al rechazo, al abandono y a la pérdida del amor de su pareja; mientras que en ésta, el temor a que los tratamientos no obtengan los resultados esperados, puede ser lo más presente. Es frecuente el temor a no ser deseable, mientras que la pareja puede sentirse culpable justamente por continuar sintiendo deseo por la paciente. Como uno de los mandatos sociales comunes es “no hablar” de la enfermedad y seguir “como si la enfermedad no existiera”, estas aprehensiones suelen quedar bajo el velo del silencio y, a su vez, la consideración de que la sexualidad es un ámbito de la esfera privada de los y las pacientes, pocas veces se aborda activamente desde los equipos tratantes. Estas vivencias y diferencias, favorecen el distanciamiento emocional y la evitación de la intimidad, lo que puede fortalecer los miedos y aumentar la distancia emocional.

Es por estas razones que resulta esencial la comunicación al interior de la pareja, para que puedan desentramparse de la problemática frecuentemente silenciada, pudiendo plantear sus deseos, temores y expectativas, explorar juntos nuevas formas de intimidad y hablar con sus tratantes sobre la forma de manejar algunos síntomas con impacto en la intimidad sexual.

Por otra parte, las personas que no tienen pareja pueden sentirse tremendamente inseguras sobre retomar salidas y citas, y sobre las posibilidades de conocer a alguien. Una de las preguntas fundamentales se relaciona con los efectos de los tratamientos (mencionados anteriormente) y cuánto importarán a una posible nueva pareja, así como también acerca de cuándo es el momento adecuado para contar que se padece la enfermedad y cuánto contar sobre ello.

Hoy existe amplio reconocimiento de la importancia que representa un adecuado (y personalizado) manejo de información sobre los posibles cambios con impacto en la salud sexual asociados al cáncer y sus tratamientos, para un mejor ajuste psicológico, sexual y una mejor calidad de vida. En este contexto, la educación en salud sexual se vuelve no sólo un aspecto deseable sino una responsabilidad en la atención clínica de los y las pacientes.

La salud sexual constituye un derecho humano básico que debe ser reconocido, promovido, respetado y defendido con todos los medios que tenemos a disposición para este propósito.

Por esta razón es que dentro de los talleres y charlas que realizamos en la Corporación Yo Mujer para mujeres con cáncer de mama, tenemos un taller de sexualidad en el marco de la enfermedad.

En este contexto pudimos construir una alianza con la marca Bentley, que busca incentivar la sexualidad femenina sin tabúes junto a su línea de lubricantes íntimos, que busca hablar con libertad y confianza, sobre todo en torno a la sexualidad en personas con cáncer.

Así la alianza junto a Bentley busca reforzar la labor de la Corporación Yo Mujer, invitando a hablar de lo que otros no hablan, incentivando a las mujeres a informarse y apoyarse en ambas comunidades, para enfrentar, con mayores herramientas, problemas de pareja o personales generados por la vivencia del cáncer de mama.