Sombrero de copa plana, resistente y ligero, provisto de una pequeña ala recta. La altura de la primera alcanza los 8 cm y la extensión de la segunda no sobrepasa los 6 cm. Confeccionado originalmente en paja gruesa trenzada, incorpora como único adorno una cinta negra o a rayas. El término deriva del francés canoter (remar), adaptación del español canoa. Inscrito durante más de un siglo en la historia de la indumentaria, representa la vida al aire libre, las competencias deportivas, las vacaciones, la escuela, el baile y el vodevil. En la fabricación tradicional del canotier, las tres partes (base, ala, copa) se elaboran por separado y unen con caucho y costuras gracias a una máquina diseñada para estos efectos.

Origen

El origen del canotier remite a los primeros años del siglo XIX, momento en que una versión más rudimentaria, similar a una gorra plana, integra la vestimenta de los marineros franceses. Alrededor de 1865, el accesorio es incluido en la indumentaria infantil como complemento del traje marinero con que se acostumbra a cubrir a los pequeños, durante el periodo estival. Para el año 1880, muchos establecimientos educacionales británicos lo han adherido al uniforme de verano de los estudiantes. Cada institución añade una banda con sus colores emblemáticos. Sin embargo, su creciente popularidad -incluso en los orfelinatos- obliga a ciertos colegios a prescindir de él para resguardar el aura de exclusividad. Hacia fines del siglo, forma parte de los guardarropas de hombres y mujeres.

Tendencia

El canotier femenino se masifica a comienzos del siglo XX. Emergen sofisticadas versiones destinadas a completar los trajes de paseo o viaje. Algunas mantienen el color tostado original, anexando cintas de terciopelo negras y pequeños pájaros disecados. Otras recurren a la paja teñida en colores oscuros, previamente impermeabilizada, con el objeto de ampliar el uso del accesorio hacia la temporada otoñal. Suman huinchas de seda superpuestas, emplazadas creando la ilusión de rayas.