Al principio eran los niños. Madres y padres se sentían agobiados por tener que trabajar de forma remota, sin ayuda en casa y a cargo además del tele estudio de sus hijos o simplemente teniendo que hacer sobrevivir a los más chicos sin que vieran televisión desde que despiertan hasta que duermen. Pero pasaron semanas y meses, y con ellos familias que solucionaron la situación de crianza y educación, pero que ahora tienen un problema nuevo: la relación entre los adultos.
En un contexto normal, lo más común es que mamás y papás casi no se vean, y luego se encuentren durante la tarde o noche para hablar sobre su día, sus hijos, comer y dormir. En esa realidad cada uno contaba con su espacio alejado de la vida del hogar, ya fuera porque salían con amigos y amigas o porque estaban ocupados trabajando y desarrollándose como profesionales.
Pero todo eso cambió en marzo, cuando primero adultos y niños se recluyeron en sus hogares de forma voluntaria y luego por obligación. Los espacios de antes dejaron de existir, y aunque algunos más afortunados cuentan con un patio o han logrado formar oficinas dentro de sus departamentos, hay otros muchos que tienen que verse las caras todo el día y solo descansan de la presencia del otro en el baño y cuando duermen.
Quienes antes alegaban que no hacían vida en pareja, se pueden haber dado cuenta de que a veces hay que pensar muy bien qué deseamos. Porque sí, compartir con la pareja siempre es bueno, pero cuando esta convivencia no tiene pausas y se le suma el estrés y la ansiedad de la contingencia, se puede volver color de hormiga.
“El confinamiento es una condición que rompe el equilibrio que significa estar afuera y estar adentro, que es algo que necesitan tanto los sistemas como las personas”, dice el psiquiatra de Clínica Las Condes, Lister Rossel. Y agrega: “Las parejas necesitan acordar qué tan cerca y qué tan lejos estar, y esto rompe el balance porque obliga a estar permanentemente en conexión”.
Rossel coincide con otros expertos en el rubro de la salud mental, en que previo al coronavirus se vivía en la pandemia del burnout o agotamiento. “Las personas estaban centradas en su trabajo y la relación de pareja o con los hijos era al final del día, cuando estaban agotados de jornadas de 12 horas y recibiendo correos fuera del horario laboral”, explica. “Antes la conexión laboral era 24 horas al día, los siete días de la semana, y con la pandemia esto en vez de disminuir se ha intensificado”.
“La irritabilidad es lo que genera mayor dificultad y por ahí parten los problemas”, explica y asegura que antes de todas formas algunas personas sentían que al salir del trabajo sentían una desconexión y conexión con su vida personal, pero que ahora eso no ocurre, se trabaja permanentemente.
La irritabilidad, cansancio y estrés que esto provoca no le hace bien a la pareja que ya está sobrepasada por el trabajo y las responsabilidades domésticas. “Las parejas que no se estaban viendo ahora se ven, y se puede lograr un equilibrio beneficioso, pero esto requiere de cierta higiene de convivencia, pues es importante que cada uno tenga su mundo personal y su mundo de relaciones”. Con esto último, Rossel se refiere a la importancia de mantener contacto con amigos y familiares de tal forma que la pareja no sea el único otro adulto con que se tiene contacto.
¿Separase o no en cuarentena?
Parejas que venían mal o debilitadas y entraron en esas condiciones a la cuarentena pueden estar pasándolo realmente mal y cuestionándose si seguir juntos o no. Pero, ¿y si solo es agotamiento del otro debido a la cuarentena? ¿Cómo saber si hay que tomar una decisión de inmediato o si es mejor esperar que se vuelva a la normalidad?
“Cuando una decisión de separación es rotunda, cada uno puede tomar su espacio en la casa o se puede poner en pausa hasta recuperar la calle”, dice el doctor Rossel. Y agrega: “Se requiere mucha sensatez y considerar a la otra persona, escucharse, hacer un pacto de no agresión, vivir al día y concentrarse en los roles paternos”. El especialista recomienda esperar a que se recupere la normalidad, hacer un contrato abierto que legitime las diferencias, y que cada uno mantenga su rincón.
Porque la única forma de saber si es que la crisis es momentánea y causada por la cuarentena o si es más permanente y trae consigo problemas previos e irremediables, es esperar que pase esta ola y, con la cabeza fría y en calma, tomar una decisión adecuada.