El mismo año que las bolsas financieras de Nueva York y Hong Kong se desplomaban y la zona del euro llegaba a un peak en la crisis por el endeudamiento de los bancos, la socióloga británica Cathernie Hakim publicó un libro titulado El capital erótico, el poder de fascinar a los demás en el que trenzaba como si fueran uno, el cuerpo –y su capacidad de despertar deseos en otros– con un bien material.
En su ensayo, la profesora de The London School of Economics, aseguraba que el capital erótico era un capital personal tan valioso y concreto como el capital económico, cultural y social. "Es una mezcla nebulosa pero determinante de belleza, atractivo sexual, cuidado de la imagen. Además de ciertas aptitudes sociales, una amalgama de atractivo físico y social que hace que determinados hombres y mujeres resulten atractivos para todos los miembros de la sociedad, especialmente los del sexo opuesto", escribía.
Si bien la teoría de Hakim podía ser leída como un llamado al desacato patriarcal porque, según ella, el capital erótico existiría independiente del origen de clase y, por lo tanto, permitiría cierta movilidad social (lo que lo haría socialmente subversivo), la forma en que la socióloga entendía el cuerpo como un bien material prendió la alerta de muchas feministas. "Me parece peligroso convertir nuestras experiencias humanas al lenguaje técnico del capitalismo, donde la lógica tiene que ver con la producción de un atractivo sexual", afirma la psicóloga Carolina Lafuentes.
Para Hakim esto no era descabellado. De hecho, resultaba lógico en nuestras sociedades actuales, convertidas en estructuras meritocráticas, en las que se ha normalizado el término capital humano para denominar "los enormes beneficios económicos y sociales que reporta una buena educación y una buena experiencia laboral". Según ella, el capital erótico aunaría belleza, atractivo sexual y vitalidad, a otros "saberes" como vestirse bien, ser una persona encantadora, tener "don de gente" y ser sexual competente. Y si bien el capital erótico, aclara Hakim, puede ser masculino y femenino, existiría una ventaja comparativa para las mujeres porque los hombres vivirían en un "déficit sexual masculino permanente", lo que haría que los bienes de consumo eróticos jamás les fueran suficientes.
La coordinadora de Inclusión y Género del Observatorio de Gestión de personas de la Facultad de Economía y Negocios Universidad de Chile, Carla Rojas, leyó el libro en 2009, año en el que fue publicado, y cree que esta idea de que el hombre ceda permanentemente ante los encantos de la mujer por su capital erótico es peligrosa. "De alguna forma esto justificaría abusos de poder. No olvidemos que en mundos masculinizados la mujer es tremendamente objetada", advierte.
Si bien Hakim defiende el cultivo de las "armas de seducción" de las mujeres en los aspectos sociales y de pareja, también hace un llamado abierto a las jóvenes de "escasos recursos económicos y culturales" a explotar su propia belleza y juventud en el mercado. Esto como una forma de acceder a otros capitales. ¿El costo? Según la autora británica, ninguno. Pero en La cara oscura del capital erótico, el filósofo español José Luis Moreno advierte que el cuerpo no es cualquier cualificación para ofrecer como mercancía. "Y muchas culturas, también bastantes personas en la nuestra, asocian a él un sentimiento de dignidad muy profundo, que resulta muy dañado por la absoluta mercantilización".
El área laboral se convierte en uno de los espacios más problemáticos para validar el concepto de capital erótico. "Siempre han existido formas de dominación de nuestros cuerpos y sus singularidades", explica Carolina Lafuentes. "Llevamos viviendo mucho tiempo desde una exigencia patriarcal masculina y capitalista. Este es un sistema controlador que necesita producción a costa de todo y nos va solapando con leyes para regular algunos asuntos, como el pre y post natal o el acoso laboral, con consecuencias como la pérdida del deseo y el sentido de por qué elegimos lo que hacemos. El sistema nos nula la capacidad de reflexionar, de tener tiempo de contemplación e integración de los procesos subjetivos y sus ciclos. De escuchar y sentir nuestros cuerpos", dice.
En su libro sobre el capital erótico, Catherine Hakim afirma que las personas atractivas obtienen más cosas de los demás. "La gente es más amable con ellas o simplemente son capaces de tener una red de gente más amplia", detalla en una de sus páginas. Y hace un llamado a ocuparlo para independirzarnos. Pero para el filósofo y teólogo Byung-Chul Han, sexualizar el cuerpo para conseguir algo no responde exclusivamente a una lógica de emancipación, porque corre el riesgo de ser mercantilizarlo. "El consumo y el atractivo sexual se terminan implicando el uno al otro y una identidad personal basada en resultar sexualmente deseable es producto del capitalismo de consumo", dice en su ensayo La agonía del Eros.
Si bien Hakim ve que la posición para negociar con capital erótico es, en el espacio laboral, más conveniente para mujeres que para hombres, según Carolina Lafuentes el psicoanálisis nos enseña que las mujeres estamos constituidas de un deseo que escapa toda forma de control y lenguaje económico. "La culpa no es de las mujeres, es del sistema", agrega Carla Rojas. "Lo que hay que hacer es sensibilizar a las organizaciones. Una vez que se entiende por qué se puede objetar a una mujer sexualmente, hay que entrar a preguntarse por los riesgos que tiene lo que se entiende por "deseable". El mercado nos llama a consumir un cuerpo nuevo y súper joven, y es un riesgo vender un cuerpo idealizado porque a lo que se aspira es un imposible. Las mujeres podemos terminar compitiendo por un espacio que no existe", dice.
Por esto Rojas cree que el espacio de hacerse consciente y sentirse emancipada del propio cuerpo es fuera del trabajo. "Hay otros espacios como la vida sexual, personal y de pareja. El tema es no confundirlo como un "poder" para conseguir cosas en el área laboral. Hay que tener claro que cuando te objetas sexualmente, pierdes el poder. Cuando hablamos de poder en temas laborales lo que hablamos es de autoridad, y el riesgo de salirse de la posición profesional para una mujer es que te vean como un objeto de consumo".
Sin embargo, la forma en que nos vemos sigue siendo un capital en muchas de las áreas en las que tenemos que probar nuestras competencias. Durante los años 90' algunos científicos investigaron la preferencia de las grandes masas por elegir siempre a líderes atractivos. ¿El resultado? Los seres humanos atribuimos todo tipo de características positivas a las personas que nos resultan bellas. En un estudio publicado en 2013, el Psychological Science Journal reveló que detrás de esta elección habría un "voto a la fortaleza". Ocurre que los políticos más "deseables físicamente" despiertan una confianza en los votantes porque parecen menos predispuestos a contraer gérmenes, enfermarse y morir. Es decir; una piel lisa, buen pelo y rasgos geométricos estarían asociados en el inconsciente colectivo a buena salud.
En ese aspecto, las mujeres en cargos de poder, a diferencia de los hombres, tienen todavía que cumplir con más variables. Porque si siguen esa línea, además de verse saludables, la sociedad les exige que calcen con ciertos prototipos tradicionales de belleza. "A Bachelet no sólo se le cuestionaba públicamente su contenido, sino también la forma cómo se veía", recuerda Carla Rojas. "Por eso una podría pensar que no hay tantas mujeres que todavía salen al mundo público, por temor a ser castigadas. Como mujeres tenemos que estar muy atentas de cuando nos quieren sacar de nuestro rol profesional. A veces los compañeros de trabajo hacen comentarios inconscientes sobre el cuerpo y hay que tener claro que eso es considerado acoso".
Y es que lo cierto es que hacer valer el capital erótico en el ambiente laboral en la práctica no se parece en nada al escenario idealizado y libre de costos que plantea Catherine Hakim en su libro, sino que es una forma de rebajar las relaciones humanas y desvalorizar las capacidades profesionales de las personas. Especialmente de las mujeres. "La sociedad te escinde", explica Carla Rojas. "Porque eres la mujer inteligente o la sexy. En el mundo machista cuesta integrar que una mujer técnica y validada pueda ser sexy. Pero cambiar esto no es responsabilidad de las mujeres, es la sociedad la que tiene que cambiar en estos estereotipos sociales de género. Las mujeres debemos poder transitar libremente entre nuestras competencias".
"Como feminista pienso que lo erótico de cada mujer existe en la medida de una recuperación y búsqueda de sus necesidades y encuentro con su deseo", agrega la psicóloga Carolina Lafuentes. "El feminismo, en este sentido, entrega la posibilidad de romper con propuestas de masificación de nuestras existencias. El erotismo para una mujer en la India, en Europa o en Latinoamérica va a ser algo diferente. También es muy diferente para mujeres lesbianas o heterosexuales y allí cabe preguntarse sobre el mundo simbólico de creencias disponibles al cual accedemos. Me parece no asumir nuestras sexualidades como algo dado, con roles de género, estandarizada y con ideales alcanzar".
Y es que, finalmente, el gran riesgo del concepto de capital erótico es que perpetúa la idea de que el deseo está fuera de nosotras, lo que nos haría creer que por tener un cuerpo tenemos una moneda de cambio válida en distintas áreas. En su libro Lo erótico como poder, la poeta norteamericana Audre Lorde lo explica magistralemente. Dice que la conexión erótica es reforzar, de manera abierta y audaz, la capacidad de goce. "De la misma manera en que mi cuerpo se abre a la música, respondiendo a ella, y escucha con atención sus más profundos ritmos, así también todo lo que siento puede abrirse a una experiencia eróticamente plena, sea esta bailar, construir un estante, escribir un poema, examinar una idea".
La sicóloga Carolina Lafuentes interpreta este llamado que hace Audre Lorde a entendernos como seres capaces de sentir sin que otro deposite su deseo en nosotras. "Como dice ella, ese profundo conocimiento de mi capacidad de goce exige que viva toda mi vida en el conocimiento de que esa satisfacción es posible. Y no necesita llamarse de otra manera".