La vista se nubla, todo luce azul y negro, parece que ya no hay más allá. Porque la alegría se acaba ahí y eso que parecía un futuro con esa persona, ya no existe. Así describe Carla Barra el momento en que intentó resucitar el cuerpo de su hermana menor, Antonia Barra, ese 13 de octubre de 2019 cuando la joven de 21 años atentó contra su vida por “la vergüenza de sentirse sucia luego de ser violada semanas antes”.

“Nada vuelve a ser igual”, dice Carla, quien además cuenta que en los días previos a su muerte, su hermana Antonia recibió mensajes de odio y de incredulidad desde su propio círculo de amigos respecto a lo que le había pasado. “Fue tal el agobio, que mi hermana no pudo esperar a encontrarnos en la casa para contarme, para desahogarse y estar más tranquila. Y eso es bullying”, asegura. Se refiere a un tipo de violencia que también produjo, hace algunas semanas, el suicidio de Drayke Hardman, un niño de 12 años cuya historia conmovió en redes sociales, sobre todo en una época donde los niños y niñas vuelven al colegio, un espacio en el que muchas veces se exponen al abuso psicológico y físico.

Según expertos, este tipo de abuso carcome por dentro a las víctimas y las hace dudar de ellas mismas, sobre todo cuando están vulnerables como Antonia, que se aisló y no demostró lo que realmente daba vueltas por su cabeza. “Las semanas después de la violación, la Anto estaba con un estrés postraumático tan fuerte, que no dejó que nadie viera lo que le estaba pasando. En la casa jamás manifestó que estaba mal, que estaba triste. Solamente que estaba cansada; pero en el fondo no sufría sólo por la violación, sino que también por las burlas. La Anto hasta el último minuto de vida sufrió bullying y yo creo que un simple ‘te creo’, la hubiera ayudado mucho. Quizás ese mínimo gesto hubiese evitado este desenlace”, asegura Carla.

Por eso es que la noticia de Drayke los conmovió tanto. “Es terrible que tengan que pasar este tipo de situaciones para que, como sociedad, pensemos en nuestros valores y en nuestro comportamiento. Lamentablemente la familia de este niño tuvo que mostrar su dolor para que las personas entiendan el daño que le provocaron a su hijo, lo mismo que ocurrió con mi hermana. Al principio mi mamá recibía mensajes anónimos que decían cosas como: ‘tu hija se quedó con las ganas de mejorar el apellido’. Pienso que las personas a veces no son conscientes de la magnitud del daño que generan en otros, que en el caso de Drayke y de mi hermana, los llevó a tocar fondo, a no encontrar una salida”.

¿Cómo se vuelve a vivir luego de la muerte de una hija, una hermana o alguien a quien queremos?

Aunque es un dolor que siempre los va a acompañar, asegura Carla, con el tiempo las razones de por qué hay que volver a levantarse se hacen más claras. “Al principio eran noches enteras llorando, nos quedábamos dormidos llorando. A veces despertaba y encontraba a mi mamá en la pieza de la Anto llorando desconsolada, como buscándola. Otras veces amanecíamos y mirábamos por la ventana esperando que alguien nos dijera que todo esto había sido una pesadilla”, confiesa. Y es que después de la muerte de su hermana Carla vio todo negro y pensó que jamás iba a volver a sonreír. Que su familia jamás iba a volver a celebrar un cumpleaños y que las Navidades ya no iban a ser las mismas. “Ni me quería imaginar lo que iba a pasar para fechas como el cumpleaños de la Anto”, dice.

Pero gracias a sus papás ha podido ir recuperando la esperanza. “Me emociona hablar de ellos porque han sido el pilar fundamental de nuestra familia después de la muerte de mi hermana. Nos han enseñado que la vida sigue, que hay que volver a sonreír, a levantarse y a trabajar; hay que volver a ser mamá, tía y hermana. Sin ellos y esa fuerza que han tenido, yo creo que nuestra familia se hubiese ido a pique. Y es que mi papá nos dijo desde un principio que teníamos que estar unidos para hacer justicia por la Anto. Aunque está agotado, yo lo veo. Él es el que ha tenido que estar de pie todo este tiempo, respondiendo a la prensa, pendiente del juicio, de cada audiencia. Para él ha sido agotador, pero sigue adelante y yo sé que lo hace por la Anto, pero también por nosotras”.

Recuerda que el día que su hermana se suicidó, cuando su cuerpo aún estaba en la casa, su padre reunió a toda la familia y les dijo que iban a tener que hacer terapia, que esto no iba a ser fácil y que por esa razón debían preocuparse de su salud mental, para no caer. “Creo que perder a una hija es un dolor que te desgarra el alma. De niños está la idea de que los papás fallecen antes que uno y que ese es el ciclo de la vida, pero ver a una mamá frente al cuerpo de su hija inerte es desgarrador. Yo vi a mi mamá arrodillada al lado del cuerpo de la Anto y fue horrible. Como mamá, me pongo en su lugar y es brutal. Uno no se lo espera, ni siquiera se lo imagina. El dolor de mamá debe ser uno muy quemante, punzante y desgarrador. Es un proceso que hay que saber llevar y afrontar. Mi mamá ha recibido mucho apoyo y cariño, pero aún así, no está su hija”.

En medio del duelo que vive la familia Barra Parra, ocurre un proceso judicial que busca esclarecer lo que ocurrió días antes del fallecimiento de Antonia. A la fecha de hoy, se acusa a Martín Pradenas –quien está en prisión preventiva– por delitos sexuales perpetrados hacia Antonia y otras víctimas que se han sumado luego de que se hiciera público el suicidio de la joven. Y es en ese contexto en el que han logrado rearmarse y volver a vivir. “Ha sido muy agotador y triste este proceso, porque todavía no hemos podido tener un duelo normal. Yo creo que cuando se acabe, vamos a comenzar a tener otro tipo de duelo”, reconoce Carla.

Desde que comenzaron a salir los reportajes que contaban la historia de la Anto, hubo un cambio no sólo de la opinión pública, sino que muchas niñas, que habían vivido abusos parecidos. “Nos comenzaron a pedir ayuda. Hicimos una página en Facebook que hoy recibe dos mensajes diarios donde niñitas chicas, mamás de niñas, abuelas o incluso hombres, nos piden ayuda, orientación y que alguien les escuche. Eso ha sido un tema que hemos tenido que saber llevar porque no estamos preparados para estar conteniendo a más personas cuando nosotros mismos estamos todavía en este proceso, pero el amor y el apoyo que hemos recibido ha sido tan grande, que aún nos queda contención para otras personas. Creo que será nuestro legado familiar de escuchar, de contener, porque así nos hubiese gustado que hubiera pasado con la Antonia”.

Para la familia de Antonia el contacto con personas que han sufrido tanto de abuso sexual como acoso y bullying ha sido una herramienta para canalizar el dolor, mantenerse positivos y pensar en que quizás Antonia vino al mundo con una misión: visibilizar este daño y hacer un cambio al respecto. “Trato de escudarme en eso, en que la experiencia que le tocó vivir a mi hermana mostró la vulnerabilidad de muchas personas que sufren de acoso. Por un lado el mensaje es claro: los hombres no se pueden sentir con el derecho de tocarte, abusar de ti y violarte porque tomaste más o tomaste menos. Pero también que el bullying es una forma de acoso, una que mi hermana vivió hasta el último minuto de su vida y que la llevó a no encontrar salida y a creer que todo había sido su culpa. Eso es lo que tenemos que evitar: que por terceras personas se sigan perdiendo vidas, seres que amamos”, concluye.