Carmen Romero a mil
El festival Santiago a Mil cumple 20 años en enero. Esa fue la excusa para pasar dos agotadores días con su directora, Carmen Romero, tratando de seguirle el paso para entender cuánto cuesta realizar esta fiesta y cómo se trabaja para que el teatro, la danza y la cultura se tomen las calles y escenarios. En simple, se trata de hacer todo en la medida de lo imposible.
El legendario adiestrador y artista francés Bartabás vendrá por primera vez a Latinoamérica con su compañía para presentar una obra poética protagonizada por cuatro caballos y un maestro japonés de danza butoh. No lo hará en una medialuna, sino en el Teatro Municipal de Santiago. Es un espectáculo insólito, estremecedor, aclamado a nivel mundial. ¿Cómo llega a este confín del mundo? Razones hay muchas, pero la primera que se le viene a la mente al productor Mickael Roth, de visita en Chile, es: "Porque ella me lo propuso".
Ella, la responsable de que tantas compañías vanguardistas se presenten en nuestros escenarios, es una mujer con una gruesa cabellera negra, amable, más bien seria, que escucha atentamente. Parece que siempre sus antenas estuvieran buscando cómo sintonizar con el otro. Y cuando habla, es expresiva, mira a los ojos. Tal vez allí radica la principal razón de por qué Carmen Romero ha podido entusiasmar a artistas consagrados, conseguir auspicios, superar problemas logísticos y lograr que la gente se agolpe en calles y teatros para ser parte del festival internacional de teatro Santiago a Mil. Una fiesta de las artes escénicas que en enero cumplirá 20 años sumando más de siete millones de espectadores y casi mil obras de compañías chilenas y extranjeras.
Pero las cifras aquí no sirven mucho. No hay números para dimensionar su impacto en la capacidad de soñar e imaginar de un país, como tampoco se puede explicar matemáticamente por qué multitudes desafiaron el calor y el cansancio en 2007 y en 2010 para ver pasar a la Pequeña Gigante por las calles del centro de Santiago. Para Carmen, directora ejecutiva de la Fundación Teatro a Mil (Fitam) que organiza el festival, tampoco tiene sentido hablar de cuánta plata cuesta, porque simplemente es demasiado caro. "Es impensable medirlo en términos económicos. Es algo de un valor incalculable, porque para lograrlo hay que poner en sintonía a mucha gente", resume. Se queda callada un momento y luego remata: "Nuestro festival es grande pero no por cantidad, sino por los artistas que presentamos".
Creció en La Calera, fue al colegio en Quillota, veraneó en Quintero, estudió en Valparaíso y en Valdivia. "Ese cotidiano, como ir al almacén y que te saluden por tu nombre y conozcan toda la vida de tu familia, es un sello muy particular de pueblitos chico. La huella que eso me dejó es el sentido de comunidad, valorar todo como es y la simpleza", dice.
El slogan para este año, "En la medida de lo imposible", sintetiza cómo han llegado a este vigésimo aniversario. "Esto solo se hace si no lo piensas y te lanzas, porque si te pones a pensar en lo difícil que es, de verdad se transforma en imposible. Es la única manera de hacerlo. No solo con pasión, sino también con cabeza, organización, equipo, ganas, bien hecho", afirma.
Los reconocimientos que ha recibido esta incansable gestora reflejan muy bien las distintas esferas que ha puesto en juego para lograr resultados: el premio Elena Caffarena del Sernam, para mujeres destacadas y pioneras en sus ámbitos de competencia; la distinción "Caballero de las Artes y de las Letras" que Francia le concedió por su trabajo en conjunto con dramaturgos franceses de vanguardia; y el galardón de la Fundación Futuro para emprendimientos que han hecho de Santiago un espacio más culto, humano, entretenido, democrático y bello. Con todo, ella no se siente imprescindible. "No tengo duda que la fundación debiera continuar más allá del equipo que hoy está trabajando. Esta es una institución que tiene futuro más allá de las personas, porque la mueve algo profundo. Hay una generación más joven que comparte nuestra visión y llegó a tomarse todos los espacios. Y yo quiero que se los tomen ya porque hay mucho por hacer", asegura.
Sueño realizado
Creció en La Calera con sus tres hermanos, su papá ferroviario y su mamá dueña de casa. Fue al colegio en Quillota, veraneó en Quintero, estudió en Valparaíso y en Valdivia. Y aunque hoy se siente ciudadana del mundo, defiende con orgullo el haberse criado en provincia. "Ese cotidiano, como ir al almacén y que te saluden por tu nombre y conozcan toda la vida de tu familia, es un sello muy particular de pueblitos chicos. Todos se conocen, es fácil conversar. La huella que eso me dejó es el sentido de comunidad, aprender a valorar todo como es y la simpleza, lo que a veces se pierde en las grandes ciudades", dice.
Siempre fue inquieta y buscadora. Estudió Matemáticas y Turismo, hizo cursos en Europa y apenas llegó a Santiago a estudiar Periodismo vio su primera obra de teatro, Lily yo te quiero, de Gregory Cohen. "Fue increíble. Eran tiempos de un potente movimiento estudiantil, tengo imágenes grabadas del teatro repleto de pura gente joven", recuerda. La vocación de su vida la descubrió más tarde, reporteando temas de cultura y espectáculo en el periódico Fortín Mapocho en los años 80, cuando el director teatral Andrés Pérez la invitó a ayudarlo en las producciones de sus obras. Luego, con su amiga de toda la vida Evelyn Campbell, crearon una empresa de producción que bautizaron con sus apellidos y se lanzaron con Santiago a Mil.
En el primer festival –armado a pulso entre 6 personas– se presentaron 5 obras, todas chilenas, y hubo 10.000 espectadores. "Como éramos tan pocos terminábamos haciendo de todo. Era la directora, pero también estaba cortando el boleto, cobrando la entrada en la boletería si quien estaba allí tenía que ir a abrir la sala…¡solo nos faltaba actuar! (risas). De a poco el festival se fue profesionalizando y fueron sumando apoyos desde el Estado y la empresa privada. Hoy tenemos un equipo de 20 personas todo el año, y 80 para el festival, pero aunque esté en otras cosas, ese vértigo de saber qué pasa en la puerta y lo que dice la gente no lo he perdido", afirma.
Las metas para 2013 son ambiciosas. Ya tienen confirmadas 70 obras (37 de ellas internacionales), pero la cifra aún puede subir. Y esperan que el público sea similar al del año pasado; es decir, medio millón de personas. Para que esto sea posible Carmen dedica gran parte de su tiempo a viajar, muchas veces invitada a festivales o "dateada" por productores, para escudriñar lo que hay en cartelera, elegir lo que conmueve y generar esas complicidades sin las cuales ningún artista invertiría 12 horas de vuelo para presentarse en lo que antes se llamaba el Tercer Mundo.
Aunque quedan poco más de dos meses para el festival y mil problemas que resolver, en las pequeñas oficinas que ocupan en el primer piso de un edificio en Providencia, nadie se ve estresado. Pero el nervio está y queda en evidencia en la reunión con el equipo de producción y marketing para revisar los pendientes. "Carmen, estás estupenda, va subiendo el nivel de tensión y tú como que vas floreciendo", le dice la productora Javiera Parada y todos se ríen. La programación entera está desplegada en un papelógrafo lleno de colores, pero ella pasa revista casi de memoria al avance de cada espectáculo y al cronograma para que los que vienen del extranjero aterricen, ensayen, den la obra, desarmen todo y partan a regiones. Pide que en los teatros con aire acondicionado se den obras a las 4 de la tarde para que la gente pueda ver 2 o 3 cada día, pregunta cómo va la venta de abonos en blanco (que por primera vez permite comprar ahora y elegir qué ver después) y sugiere que se chequee si un pesado camión cargado con el montaje de una obra podrá llegar a La Higuera, comuna en la IV Región que se acaba de incorporar a la programación. Y da sorbos a su infusión de hierbas sin la cual, asegura, no puede vivir. "No sé cómo, pero saldremos vivos", dice. Parece que fuera su mantra.
¿Te has sentido agotada de este trabajo tan exigente o eres, como parece, una mujer fuerte?
La imagen que uno proyecta es también una construcción. Puedo verme fuerte por lo logrado, pero también me siento frágil. Los seres humanos somos súper frágiles y es bueno estar conscientes de eso. No me asustan ni los terremotos ni temblores, pero me asusta la muerte, lo desconocido, tener que enfrentarme a cosas que no me gustan. Viajar me encanta, pero también es agotador. Cuando me viene el cansancio o el pesimismo, que no llevan a nada, siempre hay una luz que me saca de esos estados. Aun en los peores momentos, esos en que te duele el alma, siempre pasa algo que logra conectarme con lo más simple. No es que tenga que irme a un retiro o a mirar la luna. Simplemente me aferro a mi familia. Llegar a la casa y sentir el amor, lo rico de estar ahí, da fuerzas.
¿A ti y a tu pareja (el actor Francisco Reyes) siempre les preguntan cómo lo hacen para seguir tanto tiempo juntos?
Sí. Van 29 años y para mí lo raro es que me pregunten eso. ¿Por qué les extraña? Es así no más, tiene que ver con muchas cosas y también con mi experiencia. Mis papás han estado juntos toda la vida, también los del Pancho. No es que las cosas se repitan, pero esas experiencias son mi referente. En la vida uno tiene encuentros maravillosos y estoy feliz de haber encontrado al Pancho. Tenemos tres hijos, Rocío, Ismael y Elisa; y ahora también un nieto exquisito, Lucas. Creo que el hecho que Rocío haya decidido formar familia y tener un hijo también muestra que no está mal lo que le mostramos.
¿Cómo se están viviendo esta etapa, con hijos ya adultos y la familia que crece?
La preocupación por los hijos te acompaña toda la vida. Vivimos muy pendientes de ellos, somos una familia de mucho abrazo, de hacernos cariños. Elisa, de 16 años, es un torbellino: decidió irse de intercambio y está feliz en Montreal. Y menos mal que existe Skype porque, de verdad, el síndrome del nido vacío lo he sentido fuerte. Hay dos dormitorios vacíos en mi casa. Afortunadamente Ismael está con nosotros, pero a veces como que nos hemos pasado en el regaloneo con él. Es que no tener a la hija chica en casa es fuerte. Y para no sentirnos solos con Pancho nos buscamos mucho más, estamos mucho más conectados. El otro día le hice una declaración de amor profundo que espero haya entendido bien, porque a los hombres eso les cuesta. Es que estamos viendo cómo vivir esta etapa de la vida y yo le dije que lo único que quiero es vivir sola con él. ¡Creo que lo puse nervioso!
Política y farándula
Eres una persona tradicionalmente de izquierda. ¿Cómo evalúas lo que ha hecho el gobierno de Piñera en materia de políticas culturales?
Aprecio la señal que implica tener un Ministerio de la Cultura, si eso significa darle a la cultura un lugar de mayor peso dentro de las preocupaciones públicas. Y creo que lo que se está haciendo con los nuevos centros culturales es un trabajo muy bien encaminado, aunque falta mucho más. No hay duda que tener un teatro en Talca, en Temuco, en Puerto Montt o a futuro en Concepción (¡increíble que ahí no exista!) son tareas que se están cumpliendo. Pero no se trata solo del espacio físico, sino también de apoyar la programación y asegurar que la gente pueda acceder. No creo que el público tenga que ir a todo gratis, pero creo que hay un rol del Estado cuando las personas se ven limitadas solo a ciertos espectáculos porque no pueden pagar una entrada de 10 mil pesos. Y lo que me preocupa, pero me preocupó antes y me va a preocupar siempre, es que los fondos concursables no sean la única manera que tengan los artistas para desarrollar sus proyectos y que podamos pelear para que el Consejo Nacional de la Cultura cuente con un presupuesto mayor.
¿Y el apoyo de las empresas? ¿Hay una mayor apuesta por la cultura?
Valoro profundamente el compromiso de las empresas privadas como Minera Escondida, que ha crecido con nosotros y ha hecho una apuesta de apoyo a la cultura profunda y coherente. Pero veo con preocupación que hoy, con la Ley de Donaciones Culturales (que permite rebajar del pago de impuestos el 50% del monto donado), las empresas creen sus propias corporaciones, hagan sus propios proyectos y al emplear ese instrumento tributario terminen donándose a sí mismas. Eso está pasando. Si quieren hacerlo asi, bienvenido sea; pero creemos que eso no tiene que usar el beneficio tributario. Lo que nos preocupa es que terminemos en un escenario en que las empresas prefieran hacer sus propios proyectos en vez de apostar por la creatividad de otros.
¿Cómo ves el fenómeno de la farándula?
Es producto del sistema en que vivimos. Los medios necesitan rating y para eso buscan lo más fácil y barato, pero no necesariamente eso es lo mejor para la gente. Por eso es importante que puedan existir, a la par, actividades culturales de calidad. Ayudan a equilibrar. Es importante tener minutos de esparcimiento, de solo reírse, pero también es necesaria la reflexión que propone el teatro. Y hemos visto que no importa el idioma o el tema que se plantee, porque la calidad se traspasa y el público la aprecia. Esto nos hace sentir orgullosos de lo que hemos hecho en estos 20 años. Es algo que ha tenido sentido para la gente. En toda Latinoamérica existe el carnaval, en Chile no. No tenemos válvulas de escape y nos cuesta mucho entender y escuchar al otro, en todo ámbito. Siento que algo que nos ha explotado como sociedad tiene que ver con el desencanto, con pensar "para qué estoy aquí, cuál es el sentido". Pero tengo fe, creo que vamos a lograr conectarnos para hacer un país más amable, tomar los afectos en consideración y dejar de hacernos los duros. Lo que hacemos en la fundación resultó porque conectó esas energías, de esa búsqueda de sentido. Pero si resulta en esto, ¿cómo no va a resultar en otra cosa?
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