Cuando queremos pedir algo o expresar nuestra opinión y empezamos nuestras oraciones con frases como ‘puede que me equivoque’ o ‘quizás estoy diciendo algo nada que ver, pero…', puede que estemos intentando –inconscientemente– evitar ser vistas cometiendo un error o, al contrario, como una persona arrogante. Incluso cuando bien sabemos cuál es el impacto que tiene en nuestras carreras profesionales comunicarnos asertivamente y con confianza, seguimos haciéndolo, en especial las mujeres. Son varios los estudios que afirman que somos nosotras las que más utilizamos lenguaje tentativo y amortiguadores al momento de comunicarnos.
Le llaman “lenguaje débil” y lo interpretan como tal: si hablas así eres insegura, no estás convencida respecto a lo que estás hablando o no tienes personalidad. Pero no. Este lenguaje no refleja necesariamente una falta de asertividad o certeza. “Es una manera de comunicarte leyendo bien a las personas, tal como lo hacen los hombres cuando estrategizan la forma y el momento para hablarle al jefe”, explica Carolina Valenzuela, académica de la Facultad de Psicología UDP.
Un mecanismo que, aunque no es intrínsecamente negativo y es incluso beneficioso, según explica la experta en esta entrevista, nos hace olvidar el impacto que tiene la manera en la que hablamos en nuestro entorno. Así mismo como decía el biólogo chileno Humberto Maturana, “el lenguaje crea realidad”.
Carolina Valenzuela se especializa incorporar a las mujeres en los espacios de toma de decisiones. Un lugar donde, precisamente, se espera que quien está al mando, no sea relativo y se exprese con seguridad. Es desde ese interés que hoy forma parte del directorio de Hay Mujeres, una fundación que tiene por objetivo promover la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres a través de su voz y discurso público. Una labor que, en la práctica, reúne a una variedad de expertas de distintas áreas, fortalece sus habilidades comunicacionales y las conecta con los medios de comunicación.
¿Cómo influye la manera en la que se teje el poder en nuestra sociedad en la necesidad de las mujeres de comunicarse utilizando amortiguadores? ¿Los necesitan?
Hoy el entramado del poder es muy masculino y habita en lo público, en la voz pública. Nosotras, las mujeres, estamos insertas desde hace muy pocos años en el espacio de la voz pública en comparación a los hombres, proporcionalmente hablando. En ese escenario, creo que nos ha costado reconocer ciertos códigos del entramado de poder que tienen un tinte masculino de más seguridad, de ser más certeros, de hablar con palabras más de afirmación que preguntas. Y aunque no creo que las mujeres necesitemos hablar con amortiguadores, lo hacemos porque todavía no hemos leído los códigos.
En algunos momentos es importante adecuarse a ese código. Por ejemplo, si estamos en una reunión con tomadores de decisiones, no se espera que uno les diga ‘probablemente’, ‘quizás’ o ‘puede ser que me esté equivocando’, sino que esperan certezas y esperan escuchar nuestra opinión para que luego sea discutida. Ahí es cuando a las mujeres se nos cuela esta idea de que la opinión que tenemos que expresar tiene que ser la correcta. Mientras que los hombres están acostumbrados a que esa opinión pueda ser discutida e incluso puedan creer que a lo mejor no es la correcta, pero igual la mencionan, las mujeres tenemos la necesidad de decir la respuesta correcta por tener mucho temor a equivocarnos.
Sin embargo, en algunos otros momentos, estos amortiguadores se recomiendan y son necesarios. Ahí donde algunos hombres fallan. Por ejemplo, si estoy con mi equipo de trabajo el plantear cosas como ‘quizás me equivoco con mi interpretación’ o ‘me gustaría también escuchar tu opinión respecto a esto’, es muy valioso porque deja un espacio para que el otro también reconozca algún tipo de aprendizaje o crecimiento laboral.
¿Cuál es el estereotipo detrás de la imagen que se crea de una mujer asertiva, segura y que pide lo que quiere?
Uno podría pensar que una persona que es asertiva, segura y que sabe lo que quiere es un líder y da lo mismo si es un hombre una mujer. Lo que pasa es que nosotros, en términos sociales, tenemos esta idea de que los hombres son más seguros y que piden lo que quieren y que las mujeres tenemos un lenguaje mucho más relativo, pero en realidad tiene que ver con la representación social que nosotros tenemos de lo femenino y lo masculino. Aunque efectivamente esta asertividad está más asociada con ciertas características masculinas, yo te diría que las mujeres somos mucho más asertivas que los hombres, tenemos esa capacidad. La asertividad implica escuchar al otro y las mujeres escuchamos, pero eso no significa que solo un liderazgo femenino pueda ser asertivo. También hay hombres asertivos.
Dentro del contexto laboral está súper arraigada la idea de que las mujeres tenemos que ser siempre empáticas, poco ambiciosas y que deberíamos esperar calladas a que nos llegara nuestro momento. La mujer que hace todo lo que está a su alcance para conseguir una meta es una avasalladora y una arpía. El hombre, en cambio, es estratega cuando va a jugar golf en horario no laboral con el jefe o va a tomarse un traguito después de la pega para generar una especie de amistad o una cofradía masculina, que es muy propia de los espacios laborales en donde las mujeres no participamos porque estamos más a cargo del cuidado y por ende no tenemos tiempo para ir a tomar happy hour.
Esta es una lectura que nos que nos deja en desventaja. Seguimos bajo la lógica de que debemos funcionar como funcionan los hombres y como funcionan los códigos masculinos, más que pensar en los espacios laborales como un espacio en donde ambos tenemos las mismas oportunidades.
Hay varios estudios que demuestran que expresar incertidumbre puede hacerte más persuasiva. ¿Crees que el utilizar “lenguaje débil” es una decisión consciente para conseguir algún objetivo?
Yo creo que esta es una decisión a nivel inconsciente. Sobre todo porque a nosotras las mujeres nos cuesta mucho todavía reconocer que la voz y la opinión es parte de la esfera de nuestro liderazgo. Como hemos estado relegadas a un espacio más bien privado siempre, nos olvidamos que mostrar nuestra voz opinando, diciendo lo que pensamos y estando donde se toman las decisiones, también es parte del liderazgo. Simplemente el acto de reconocer la voz como un espacio en donde un otro te va a escuchar y quizás te puede seguir.
Asimismo, dentro del ideario de que hay que esperar a que llegue nuestro momento, la voz no es tan importante. En algún momento alguien nos va a ver por las cosas que hacemos. Desde esa lógica se espera que las mujeres esperen su momento y que no lo pidan, siendo que los hombres no solo lo piden, lo exigen. Aquí además hay un elemento cultural-histórico, donde la voz femenina ha sido acallada y reprimida y a partir de eso, hay una sensación de desesperanza y de que da lo mismo si hablo o no. Afortunadamente eso lo estamos cambiando, pero yo sí diría que hay una cierta reticencia a reconocer ese espacio. En algunos casos puede ser eso o en otros casos, simplemente puede ser que alguien no le importe, pero llama la atención de que a quienes no les importa expresar su opinión, sean generalmente mujeres.
Pensando especialmente en cómo operan las normas de género, ¿cuál es el impacto de utilizar este lenguaje en nuestras interacciones con las personas o en cómo nos perciben?
El utilizar un lenguaje con amortiguadores genera una sensación de que no estoy segura de lo estoy diciendo y el otro incluso puede perder la confianza en lo que yo estoy planteando. Se nos percibe como más débiles o poco seguras. Es importante que generemos espacios donde las mujeres podamos aprender a comunicarnos con un lenguaje más directo a la hora de plantear lo que estamos pensando o lo que queremos proponer en un espacio laboral. El serlo precisamente permite y abre discusiones.
Los espacios de toma de decisiones son espacios de discusión, en donde no hay una respuesta correcta, sino que la respuesta se va construyendo y el aportar en esa construcción, yo creo que nos cuesta. Es en ese espacio donde podría ser un problema, pero en otro yo diría que al contrario. Es un tipo de lenguaje que muchos podrían utilizar porque implica reconocer que no hay una sola interpretación y abre espacios de aprendizaje y de crecimiento, como cuando el otro se da cuenta de alguna situación sin decirlo directamente, como en terapia. Por ejemplo, en las sesiones nosotros los psicólogos no le decimos a las personas en qué se equivocaron y qué es lo que tienen que hacer sino que simplemente hacemos preguntas para que el otro se dé cuenta de lo que tiene que cambiar o cuáles son las dinámicas que tiene que modificar y eso es muy valioso porque al final favorece el crecimiento personal.