Paula 1203. Sábado 1 de julio de 2016.
María José y Maori –o Kim y Nick– cada uno con un tazón en la mano, se echan sobre una manta en el pasto bajo los tibios rayos del sol mañanero. Él, vestido con unos jeans más anchos que su cuerpo, con una camisa verde petróleo abrochada hasta el último botón, y abrigado con un suéter azul y negro que le queda tan grande que apenas se le asoman los dedos por las mangas, enciende uno de los tantos Philip Morris que fumará, y mira hacia el suelo y luego la mira a ella y le sonríe y deja ver el rastro de la nicotina sobre sus dientes revueltos.
Y ella lo mira y le corresponde con su sonrisa blanca.
Kim es "química", el alter ego de la periodista y escritora María José Viera-Gallo (44), y Nick es "nicotina", el poeta y novelista Maori Pérez (29), la pareja que acaba de publicar Química y nicotina (Hueders), una novela de no-ficción donde se arriesgan a exponer su correspondencia amorosa vía email, ese ritual que sostuvieron como parte de su propio juego de seducción, las cartas que se escribieron entre mayo y septiembre de 2015 que funcionan como un work in progress, como una foto íntima, como el eterno presente de una relación de pareja entre dos escritores que prefieren teclear sus sentimientos antes que "sentarse a hablar".
Cartas en que la coquetería y el erotismo se deslizan desde el encabezado:
Mi niña Kim.
Mi amado Nick.
Deliciosa Kim.
Mi cucharoncito.
Mi potecito de miel.
Mi princesa Mononoke.
Mi gatón.
Mi morenanieves.
Mi patito feo.
Mi chucu-chú.
Mi naricita de delfín.
Cartas que, a medida que las escribían, se fundían en un experimento literario que le mostraron en bruto al director de Ediciones UDP, Matías Rivas, quien los animó a publicarlo.
Cartas que celebran el amor desde la diferencia. Como en la fábula La bella y la bestia, les sugirió Marcela Fuentealba de Hueders, quien editó la novela.
"Yo soy un poco bestia, en verdad", dice Maori fumando.
María José lo mira, se saca un chaleco, luego otro y queda con una ajustada polera gris. "Voy a decir un cliché", dice ella. "Yo creo que cuando uno conecta con alguien en un nivel amoroso y también de hermandad, de complicidad, las diferencias biográficas o circunstanciales se borran y lo que surge ahí es la comunión, una conexión que no tiene que ver con la lógica, ni con las convenciones sociales".
Escriben que se conocieron hace poco más de un año en un evento social. Ella, una mujer que "viene de vuelta", que ha vivido en París, Roma y Nueva York, hija de políticos de la izquierda exiliada, que ya cuenta con un divorcio y dos hijos pequeños de otra relación, que a ratos es dueña de casa y en otros la escritora de Verano Robado, Memory motel y Cosas que nunca te dije, reinauguraba la soltería esa noche y fantaseaba con la idea de besar el cuello de alguno de los hombres presentes, cuando apareció él y quedó prendada por sus formas distintas, por su caminar cabizbajo, porque hablaba menos de lo que escuchaba. Y conversaron y tomaron vino blanco y terminaron esa noche en la cama sin que a él le importara la raíz canosa que asomaba en su cabeza ni a ella sus calzoncillos rotos.
Maori: Yo no soy precisamente el héroe de la historia de mi generación, más bien el antihéroe, la oveja negra, porque tengo mucho pasado, porque he pasado por cosas muy difíciles y la imagen al final lo es todo. Y estoy maldito, claro.
¿Y eso qué significa?
Maori: Que cuando empezó nuestra relación muchos le dijeron a María José "no te metas con él, esto va a salir mal". Fue difícil. Hubo muchos platos rotos cuando nos juntamos.
María José: Maori es conocido como ese escritor maldito, freak, que vive aislado del mundo. Y a mí me dicen: maldito-escritor-aislado-del-mundo-freak, y yo digo: un escritor de verdad. Gracias. Feliz. Quiero conocerlo.
¿Eres un personaje?
Maori: No sé si soy un personaje, no he ido al doctor últimamente a ver si existo en tres dimensiones (se ríe).
María José: Es un personaje, sí, la figura del artista maldito que incomoda. La pregunta es por qué hoy los escritores no incomodan más. Con Maori tenemos un diagnóstico similar: salvo algunas excepciones, la literatura chilena contemporánea está muy cómoda. La literatura puede meterse más lejos que cualquier otro medio en la mente, en el corazón de alguien. El verdadero reality show está en la literatura. ¿Dónde se puede encontrar verdad? En la literatura. Entonces ¿Por qué los escritores se protegen? Yo creo que ahí hay un problema de crianza. Si fuiste un poco desadaptado, o si lo prefieres, tuviste desafíos en la vida, tu literatura no va a quedar como un café con leche. Los millennials mejor que no escriban. De verdad. Creo que sirven para hacer listas de Spotify muy buenas que yo les saco todo el día.
Maori Pérez, quien es quince años menor que ella, pertenece a la llamada nueva narrativa chilena post dos mil (Diego Zúñiga, Simón Soto, Pablo Toro, entre otros), de la que fue el primero en publicar a los 16 años el libro de cuentos Mutaciones y registros. Luego siguió con los relatos Lados C y la novela Diagonales, entre otros libros que circulan en el ambiente literario más under. Estudió Pedagogía en inglés y en castellano. Vive con su madre cerca de Plaza Egaña, a pocas cuadras de María José, que a su vez, comparte generación literaria con Álvaro Bisama, Rafael Gumucio y Lina Meruane.
El dinero a Maori no se le ha dado fácil: ha trabajado lavando platos y sobrevive como corrector de estilo, haciendo informes de lectura para editoriales indies y hace un taller de novela con María José. Y, como si fuera una especie de diario de vida, su intimidad cotidiana la ventila en Facebook, donde postea sin pudor fotos explícitas de su cuerpo. Cuenta con detalle cuánto ha ejercitado, y revela sus estados de ánimo. Sus experimentos musicales, con los Pianopunks, en tanto, los sube a Youtube.
Pero lo que hace a Maori distinto o inesperado es que convive con un diagnóstico siquiátrico que en el libro prefirieron no nombrar –con sus dolorosas y alienantes crisis – y del que María José tampoco ha querido averiguar demasiado. "Para no armarme prejuicios", dice. "Hay gente que no está diagnosticada, que es normal, pero que me desestabiliza mucho más. De pasivos-agresivos está lleno en Santiago. De normales, estables, tomando Coca-Cola light que de repente ¡paf!, te matan sicológicamente, te hunden", agrega.
Unos niños llegan corriendo al jardín común de esta comunidad Castillo Velasco en La Reina, e interrumpen por unos segundos la conversación. Un perro blanco y peludo ladra.
Maori: Yo no lo veo como algo tan extraño porque en el mundo literario todos tenemos algo. En el arte en general se sufre de depresiones, de angustia, de crisis de pánico y, sin embargo, nadie lo admite. En nuestro círculo, y eso queda retratado en el libro, se hace un gran juicio social respecto de los locos.
María José: Y al mismo tiempo leen a Sylvia Plath y la aman.
Las cartas enfrentan al lector con esa vulnerabilidad que Nick vive en carne propia pero que Kim también padece, como cuando tras una última pelea empieza escribiendo:
¿Querido? Nick,
Me cuesta decirte querido porque me duele quererte (...).
Sé que estás enfermo Nick, que estás pasando por un brote de esos, un desajuste bioquímico, como dice la medicina, y debería hacer oídos muertos a tus declaraciones. ¿Pero acaso las palabras enfermas no son palabras?
En las cartas Kim aborda con cierta ternura el dolor que le provocan las crisis de Nick.
María José: Los trastornos sicológicos son un tabú que me interesa cuestionar. Es más fuerte en mí su luminosidad, su conexión con la vida, y creo que las crisis se producen como un zarpullido en la piel, porque estás reaccionando a la vida. Porque estás conectado a la vida. Yo prefiero la gente en crisis que a la gente desconectada. Prefiero la gente que está en un momento crítico que adormecida. La sociedad nos enseña que si te sales de ti, que si sientes mucho, que si te desbordas sintiendo, te tienes que anestesiar. Yo no conozco a nadie de mi generación que no tome o no haya tomado, ravotril, rize o algún antidepresivo.
Maori: Yo técnicamente estoy anestesiado, me tomo mis remedios todos los días y sigo mi tratamiento, entonces tampoco soy un salvaje en medio del museo.
Maori convive con un diagnóstico siquiátrico que en el libro prefirieron no nombrar "Hay gente que no está diagnosticada, que es normal, pero que me desestabiliza mucho más. De pasivos-agresivos está lleno. De normales, estables, tomando Coca-Cola light que de repente ¡paf!, te matan sicológicamente", dice ella.
¿Están relativizando quién es el que está realmente loco?
María José: Sí. ¿Dónde están los valores? Se supone que la locura es inmoral y la cordura es normal y nos establece los valores éticos. Entonces, ¿un monje budista que camina 4 días y se queda en silencio meditando está loco? Y resulta que no, que está poniendo las cosas en su lugar, los valores trastocados los está poniendo donde tienen que estar, en el silencio y en la contemplación. El loco lo que hace es chocar contra el mundo que se volvió loco. En el fondo es al revés.
¿Cómo te sientes, Maori, dentro de ese contexto?
Maori: Yo leí American Psycho y Generación X y me parece que es la depredación yuppie. Más que una clase yuppie, hay una personalidad yuppie que busca destruir todo lo que parece raro, sucio, loco y asesinar la diferencia.
¿Como una cosa medio nazi?
Sí, como de una higiene social. Pero con María José lo que conocí no fue aceptación social, fue amor.
Iniciaron su relación andando en bicicleta por la orilla del canal San Carlos, caminando por las calles de La Reina. Cosas que los unen: ambos son bacheletistas, creen en los extraterrestres, escriben en PC, no ven series de televisión y se quedan pegados en el canto de los pájaros.
No necesitábamos de nada y de nadie para pasarlo bien y nuestra intimidad crecía día a día como una fortaleza adictiva, escribe Kim.
¿Cómo lograron esa química, esa intimidad que irradian en el libro?
María José: Todas las parejas tienen su propia química y nicotina, yo creo que nosotros no somos nada especiales ni vivimos nada excepcional, lo excepcional es haberlo escrito, al escribirlo todo suena mayor, más fuerte, llega más, crece.
¿Creen que con este libro se van a ir cayendo algunos prejuicios sobre el amor?
María José: Muchos. Uno de los prejuicios que se cae y con el que yo conviví, es que uno ya había amado en su vida. Mis amigos ya separados, o con varias relaciones en el cuerpo, han renunciado a la idea de amar y están en un luto permanente. Un luto que se pasa tomando vino y hablando de cualquier cosa, menos de amor. Entonces, yo les digo, puede ser que no, you never know. Otro mito es que ningún hombre quiere estar contigo porque estás en proceso de crianza y soltera. Es una realidad que muchos hombres de mi generación tienen mucho más miedo que la generación de Maori, curiosamente. Eso también se derribó y hay varias mujeres de mi edad, en los 40, que están teniendo relaciones bastante saludables con hombres de 30. Es toda una tendencia. Es curioso que la gente más joven sea más resuelta, tenga menos miedo. Mi generación es fóbica, paranoica.
¿Tú te saliste de tu generación?
María José: Yo di un paso al costado. Entré en un tiempo sin tiempo, en un año sin año. Yo me siento cada vez más desprendida, no me da miedo vivir. ¿Qué más se puede sufrir de lo que ya has sufrido en el amor, por ejemplo? No hay amor sin sufrimiento, sin riesgo. Roland Barthes ya lo dijo cuando en Fragmentos de un discurso amoroso, dijo que el discurso amoroso es uno solitario en nuestra sociedad postmoderna. Todo el mundo lo siente, lo padece, pero nadie lo habla. Es mal visto sentir, es mal visto exponer tus miedos, es mal visto entregarse a otro. Estamos tiranizados por el amor narciso. Nadie quiere amar, ya lo sabemos. Nadie quiere perder su apreciado centro, escribe Kim en una de sus cartas.
Yo he tenido varias relaciones y es mejor construirlas en el día a día y mantener el afecto y la complicidad, eso ya es suficiente trabajo. Pensar en armar un hogar, yo sinceramente creo que las casas ya no están en espacios compartidos, creo que hay otro tipos de maneras de armar casas".
¿Es medio cursi escribir de amor?
María José: Es cursi, es mal visto. El tema del amor no tiene una presencia en la literatura chilena. No se escribe de amor, sino que más bien desde el discurso del no-amor. Entonces el libro al final se fue convirtiendo en un gesto político porque hablamos de lo que nadie habla.
Le hemos provocado estas olas al cielo por amarnos.
Cuando recuesto mi cabeza entre tus piernas y lamo la parte de atrás de tus rodillas, comprendo: ha comenzado a instalarse la lluvia, le escribe Nick.
De sexo escriben abiertamente, ¿no hubo pudor?
María José: Sí, da pudor pero al final es un desafío ser más valiente. ¡Anaïs Nin ya existió por la cresta! ¿Cómo no nos enseñó algo?
Maori: Nosotros tampoco hicimos algo tan nuevo.
María José: El sexo que está en el libro es bastante convencional, es heterosexual, no hay tríos, no hay…
Maori: Sadomasoquismo.
María José: ¡Noooooooo! Maori no duerme acá o viene los fines de semana cuando no están mis hijos, tenemos una estructura mucho menos loca de pareja.
Maori: Ya llevamos un año juntos y estamos súper bien, con un amor muy estable.
¿Cómo proyectan esta relación?
María José: Vas a tener que leer nuestro próximo libro (se ríe). Yo ya aprendí, yo no proyecto, yo vivo el presente.
¿Piensan vivir juntos?
María José: No hemos hablado de eso. Además, somos vecinos. Creo que todavía estamos en el mundo de los sentimientos y de las ideas.
Maori: Claro, hay muchas cosas por hacer todavía para pensar en vivir juntos.
María José: Uno va aprendiendo. Yo he tenido varias relaciones y es mejor construirlas en el día a día y mantener el afecto y la complicidad, eso ya es suficiente trabajo. Pensar en lavar los platos y armar un hogar, yo sinceramente creo que las casas ya no están en espacios compartidos, creo que hay otro tipos de maneras de armar casas. Nosotros caminamos mucho todos los días, leemos juntos. La gran enseñanza de la pareja es no exigirle nada al otro.
¿Este libro les sirvió para la relación?
Maori: Más que ser útil ayudó a tener algo de lo que asirse, como cuando se tienen hijos. Pero no es una ayuda material, es una ayuda espiritual, es un libro muy espiritual.
María José: Más allá de lo que pase con mi relación con Maori quiero que quede algo. Quiero sacar una foto, la mejor selfie escrita de nosotros.
¿Y es la mejor selfie?
M: Definitivamente. Es una cosa así como un problema rico.
Y él sonríe y ella sonríe y se muestran los dientes manchados y blancos.