Muchas veces, las personas que no somos heterosexuales, tenemos que crecer y compararnos con los referentes que tenemos. Usualmente, estas personas tienen vidas demasiado diferentes a las nuestras, aunque no lo parezca. Nuestra vida cotidiana es muy distinta porque existimos en la sociedad en un lugar diferente, independiente de las leyes que existan. A nosotros nos toca soñar historias de amor que nunca se corresponden con nuestra experiencia. Eso va creando desde que somos chicos frustraciones, penas y desilusiones. Al menos yo, me imaginé cosas que luego en la realidad poco suceden. Casarme era una de esas, pero finalmente lo hice.

En general, las historias de amor del mismo género son sufridas ¿Y cómo no? La sensación de que eres inadecuado, insuficiente y anómalo te acompaña desde niño. Además, todo lo que te rodea te lo reafirma, incluso en quienes te apoyan, probablemente sin querer hacerlo. Esto de ser “diferente” es algo que muchas veces no se dice, pero se siente. Nosotros somos expertos en darnos cuenta de esas cosas sutiles que poca gente ve. Aunque trates de asimilarte a la mayoría, nunca lo eres del todo. Tienes que estar cada día de tu vida protegiéndote y defendiéndote de constantes amenazas, internas y externas. Muchas no son elegidas. Simplemente existen y no dependen de ti. Son fuerzas que están presentes incluso si te rodeas de gente “progresista”, “deconstruida”. La mal llamada burbuja es bastante frágil y las apariencias engañan.

Todas las personas que no tuvimos amores correspondidos en el colegio, que no pudimos expresar nuestro afecto en la calle, que no conocimos ninguna pareja como nosotros en nuestro desarrollo empezamos con varios pies atrás. De ahí venimos. La sexualidad consentida entre dos hombres adultos en Chile fue penalizada hasta 1999. Yo mi actual pareja teníamos 12 años. Crecimos escuchando cada uno de los debates en la televisión donde la pregunta principal era si los “maricones” tenían que tener derechos o no. Nuestros derechos fueron cuestionados años a vista y paciencia de todo el mundo.

Crecimos viendo series y películas y en absolutamente todas, las personas como nosotros terminaban muertas, asesinadas, enfermas o solas. A veces, una sumatoria de todas las anteriores. Crecimos escuchando que hay que irse lejos para ser feliz. Era mejor no estar, no incomodar. Hacer lo posible por pasar desapercibido. Así es bien difícil quererse ¿No creen?

Esas son nuestras historias y con esto, no estoy diciendo que los demás no sufran y tengan la vida fácil. Con esto simplemente estoy diciendo que siendo así, como somos, es muy difícil imaginar el amor, un futuro feliz, tranquilo y en compañía. Al menos a mí, se hizo muy difícil imaginarme lo que vivo ahora que me casé.

Por eso, jamás imaginé que una tarde de invierno, cuando bajé a comprarme un café muerto de sueño en la esquina, me cambiaría la vida. Yo que soy bien fantasioso, estaba totalmente fuera de mi imaginación que en un lugar así y a plena luz del día podría llegar a conocer al amor de mi vida y a mi compañero de camino. Tampoco imaginé que meses después y de manera casual nos daríamos nuestro primer beso en una fiesta. Tampoco imaginé que alguien como él quisiera tener algo serio conmigo. Cómo tampoco imaginé que pasaríamos una pandemia juntos y estaríamos acompañándonos en momentos tan apocalípticos. Cómo tampoco imaginé irme a vivir con él. Cómo tampoco imaginé que en una plaza me pediría matrimonio. Si ya lo sé, somos insoportables. Somos un meme hecho pareja, pero ¿Saben qué? Ha sido una historia bonita.

Tengo que reconocer que una parte de mí está alegre y otra está triste. Son demasiadas las personas que no han tenido el regalo y el privilegio que hoy tengo yo. Son demasiados amores truncados, castigados, imposibles. Me duele pensar en esos millones de personas que no pudieron y me pregunto por qué yo sí. Mi pareja me suele decir que tenemos suerte. Que es algo simplemente del azar. Yo le trato de creer, pero, aun así, me cuesta aceptarlo.

Lo cierto, es que otra parte de mí, también siente una alegría inmensa que no me cabe en el corazón. Tengo un compañero que admiro profundamente. Es un ser humano con ideales y valores, que ama lo que hace, que se apasiona por su trabajo y que es profundamente cariñoso, que me respeta y me cuida. Me quedo con la tranquilidad de que, a través de este amor nuestro, muchos amores se están materializando. Para mí, el ritual de casarnos fue una manera de homenajear a esos amores, a esas vidas que no pudieron nunca celebrarse, y espero que hoy, a través de nosotros, podamos enviarles el reconocimiento y el cariño que se merecen. También creo que se merecen que les pidamos perdón porque como sociedad no hicimos lo suficiente para protegerles.

Sobre el amor que tenemos con mi pareja sólo diré que le doy gracias a la vida por tener la posibilidad de amar y de haberme casado. Me siento afortunado por vivir y conocer un amor tan bonito. No voy a decir que nuestro amor es perfecto porque ni yo ni mi pareja lo somos. Tampoco diré que es mi media naranja, ni que esto es para toda la vida, porque son exigencias y expectativas que no me interesa cargar.  Sí puedo decir con toda seguridad que lo adoro y estoy con él porque lo elegí y él me eligió, porque nos elegimos cada día. Porque a través de sus ojos puedo ver lo mucho que me falta para ser mejor, pero también veo todo lo valioso y brillante que hay en mí. Veo mi historia y lo mucho que he crecido en estos años y lo mucho que me queda seguir creciendo junto a él. Para mí, el amor es una decisión.  Me gusta tener un compañero como él porque cuando hay un amor maduro, así como salen tus sombras y tu ego, también sale tu máxima luz, tu máxima entrega y la mejor versión de ti. Yo con él, siento que soy mejor.

Pedro Uribe es psicólogo y director de la fundación Ilusión Viril y Sebastian, su pareja, es Doctor en psicología, académico de la Universidad Alberto Hurtado y especialista en salud mental LGBTI. Ambos tienen 36 años.

Lee también en Paula: