Como un “cóctel de sexo, ciencia y humor” definen el show Beer & Sex Night, una especie de stand-up que la psicóloga y sexóloga clínica argentina, Cecilia Ce, creó en 2018. Este espectáculo, que se ha presentado en Argentina, Uruguay y España, aterrizó esta semana en Chile. En él, con un lenguaje directo y relajado, derriba mitos relacionados con la anatomía y la estimulación femenina y masculina, además de emplazar a su audiencia a una sexualidad plena, segura y consensuada. Esto último es un punto relevante para ella pues, aunque en su show hay humor –y mucho–, es sobre todo un espacio que utiliza para entregar información científica. Ese es su propósito y la razón por la que también publica diariamente contenido sobre sexualidad en su cuenta de Instagram, y por la que acaba de publicar su segundo libro, titulado Deseo.
¿Por qué escribir un libro solo sobre el deseo?
Porque el deseo atraviesa de manera transversal toda la sexualidad. Involucra nuestro cuerpo físico, nuestra mente, nuestras fantasías, nuestras emociones, nuestras experiencias vividas y nuestros vínculos. Es el punto de partida que nos permite conocer a fondo las distintas variables que impactan en nuestra vivencia sexual. Hay personas que pueden pensar en el deseo como las ganas de tener sexo, pero para mí el deseo es como la excusa o el concepto que uno toma para pensar en todo lo demás, para ver qué tan conectados estamos con la sexualidad. El deseo es eso: es mi cuerpo, cómo la paso, qué tipo de sexo me gusta tener, cómo lo comunico; cómo es mi rutina del día a día y si está conectada con la sexualidad o no. En una mirada amplia, el deseo nos permite conocernos mucho y trabajar mucho, aunque también puede traer mucho sufrimiento. Lo veo en mi consulta, donde a diario llegan personas que dicen que nunca han sentido deseo, que se sienten completamente desconectadas de su sexualidad, que se sienten rotas, falladas o exigidas por mandatos y presiones para desear de una manera distinta a la que realmente desean.
De hecho, dices en el libro que el deseo está ligado a nuestra historia y a nuestra autoestima…
No es lo mismo una persona que ingresa a la sexualidad de una manera natural, espontánea, que explora, que se masturba y le da placer, que con su grupo de amigos habla de sexualidad en tono amoroso, que tiene primeras experiencias satisfactorias y que su orientación sexual es aceptada; versus una persona que viene de una familia en la que le dicen que el sexo está mal, que va a un colegio donde le dicen que Dios te ve todo el tiempo, que nunca se masturba porque le dijeron que está mal y que sus primeros encuentros sexuales fueron orientados al placer de la otra persona. En este caso, se construye un esquema en el que no es tan fácil que el deseo esté. ¿Cómo hace para desear una persona con esa historia y que además le dicen que el deseo es espontáneo? No, no es espontáneo, hay una construcción. Pero si esa persona sigue creyendo que es espontáneo y que debería sentir deseo, independiente de su contexto, se va a sentir en falta y va a bajar su autoestima.
¿Existen muchos mandatos en torno al deseo?
Bueno, el libro empieza diciendo que todo lo que creemos sobre el deseo en realidad es un mandato (ríe). Lo más típico es esta idea de que tienes que tener ganas, y que si no las tienes, hay un problema en tu pareja o en ti. También está esta idea de que si no tienes sexo vas a envejecer o te vas a enfermar. Es irónico, absurdo y hasta perverso cómo, pese a que el deseo habla del placer, en realidad socialmente lo hemos llenado del deber.
No confundir con excitación
“El deseo tiene que ver con el aspecto emocional y mental, y la excitación tiene que ver con el aspecto fisiológico, con la respuesta física, que también forma parte del deseo”, explica Cecilia para adentrarse en lo que define como un gran debate en torno a cuál aparece primero, si podemos diferenciarlos, si podemos separar el uno del otro, etc. Al parecer todos, hombres y mujeres, alguna vez hemos presentado dificultades para distinguir entre deseo y excitación. Las investigaciones muestran que en general las personas piensan que el deseo precede la excitación; algunas creen que el deseo es en la “mente” y la excitación en el “cuerpo”.
“Para mí el deseo no es solo tener ganas, sino que es: pienso en sexo, recuerdo una escena sexual, tengo una fantasía, me miro al espejo y me gusto, todo lo sexualmente relevante. Yo le llamo el estado de disponibilidad, ese espacio mental disponible para lo eróticamente relevante, que se puede traducir o no en ganas y se puede traducir o no en actividad sexual. A veces les pregunto a las parejas: ¿pensaron en sexo en la semana? ¿Tuviste ganas? ¿Se lo contaste a tu pareja?. Existen contextos que harán que nuestra disponibilidad hacia lo erótico esté accesible y habrá contextos en los que ni nos acordemos con qué letra empieza la palabra sexo”, dice.
¿Entonces el deseo sexual no es un impulso ni una necesidad básica como tantas veces hemos escuchado?
Cada vez que digo esto, es la única parte donde me piden que les mande el paper que confirma que el deseo sexual no es una necesidad básica, para mandárselas a sus parejas. Yo les digo que me manden el artículo científico que dice que si no tienes sexo te vas a morir, porque no es una necesidad fisiológica básica. Tenemos esta idea tan metida para justificar un montón de cosas, como que una persona se enoje porque no tiene sexo. Pero no pasa nada. Y además, me parece súper importante diferenciar que donde hay necesidad, no hay elección, y el deseo siempre se elige porque tiene que ser en libertad. Cuando hablamos de necesidad básica de cualquier tipo en la vida, estamos hablando de otro plano, de una dependencia. Otra cosa es que te guste mucho por la conexión, por el encuentro íntimo, por todo lo que lo acompaña, porque somos seres sociales y eso nos hace bien.
Entonces, no sentir deseo, no tener ganas, ¿es algo totalmente natural?
En realidad, la pregunta es: ¿qué te pasa con eso? ¿Y con qué crees que tiene que ver? Porque si yo no tengo ganas porque mi placer nunca es tenido en cuenta, porque estoy estresada, porque fui mamá o porque trabajo 16 horas al día, bueno, cuidemos tu salud y después aparecerá el deseo.
En el libro hablas del mito de la sincronicidad, dices que no hay dos personas que deseen siempre con la misma frecuencia. Y aunque suena lógico, las parejas esperan que exista la simultaneidad en cómo, cuándo y qué quieren.
Hablar de este mito de la sincronicidad es una forma de prevenir frustraciones, de decir que tienen que encontrarse dos personas que son distintas y ponerse de acuerdo. Algunas parejas lo toleran y encuentran formas de afrontarlo, y en cambio otras se estancan en la diferencia, generando peleas, rencores, y aumentando más la diferencia. Lo cierto es que es un problema relacional. La persona con más ganas se siente rechazada y se vuelve más insistente, demandante, enojada, incluso hiriente en algunos casos. Y la persona que está puesta en el lugar de quien “no quiere”, suele sentir mucha presión y hartazgo, así como también puede sentir que está rota y esto impactar negativamente en su autoestima. Dos personas que se hacen daño y cuyas autoestimas cada vez se lastiman más, no es precisamente la fórmula del deseo y del encuentro.
Invisiblemente deserotizadas
Cecilia ocupa un capítulo completo para hablar del estrés y cómo este afecta al deseo de las personas. En medio de este, aparece la carga mental, y dice la equidad dentro de la relación de pareja impacta en la satisfacción dentro del vínculo y el deseo sexual en mujeres.
¿Podemos mirar esto con enfoque de género?
Quien lleva la carga mental mayor –que generalmente son las mujeres– le baja el deseo. Pero ojo que no les baja el deseo solitario, les baja el deseo hacia la persona que está jugando a la PlayStation mientras ella está haciendo la lonchera para sus hijos. Porque esa carga genera resentimiento, la desigualdad en la distribución de tareas genera resentimiento y eso inhibe el deseo.
Y también hay que entender que si el deseo es un estado de disponibilidad y yo tengo todos los casilleros de mi cabeza ocupados con preocupaciones y con el multitasking; si no hay un pensamiento erótico en estos casilleros o no hay espacio para ellos, ¿cómo voy a conectar? No hay lugar. Entonces, si mi pareja no se ocupa de las 72 cosas de las que yo me ocupo en casa, tiene más espacio libre para pensar en sexo. ¿Por qué tu marido tiene más deseo espontáneo? Porque lo tiene más disponible que tú, que estás pensando en tus padres, en que tienes que organizar el cumpleaños de los niños, en la comida de mañana, etc. Muchas mujeres sienten que su deseo sexual cambió desde que conviven con su pareja o desde que son madres. No es una casualidad: es la carga mental.
Además de equiparar las tareas, ¿qué más podemos hacer para que no nos sintamos así?
No hay fórmulas. Todo el mundo quiere la receta mágica, todo el mundo quiere los diez tips para mantener el erotismo en el tiempo. Yo creo que lo más importante, y es a lo que está dedicado el libro, es buscar no sentirnos rotos, poder comprender y aceptar lo que nos sucede. Porque seguramente tu deseo esté bien, solo que piensas que tendría que ser de otra manera. Y una vez que entiendes que tu deseo está bien, hasta lo puedes transformar, pero desde otro lugar, desde la elección y la aceptación.