Hay desechos naturales, como palos que bota el mar, que sirven perfectamente para tamizar la luz.
La lámpara de las fotografías 1 y 2, fabricada en mimbre por un empresario joven de Chimbarongo, evoca una canoa o un bote y tiene la particularidad de que se puede colgar verticalmente en un muro o de manera horizontal desde el techo. Apoyada en un mesa y con velas encendidas en su interior se transforma en inspirador centro de mesa. En todos los casos, la luz atraviesa el tejido de mimbre y crea un ambiente cálido que, obviamente, no sirve para leer.
En las fotografías 3 y 4, la lámpara está armada a partir de paja de mimbre teñida con anilina Montblanc café nº 19, dispuesta como un verdadero nido en torno a la estructura de metal cromado realizada por el Taller Matriz. Las lágrimas de cristal se colgaron con cintas muy delgadas de raso.
Inequívocamente, la lámpara de la fotografía 5 sugiere una decoración nativa y natural. A cada uno de los palos recogidos en playas y campos de la zona central, se les hizo un orificio en los costados con un taladro. Se unieron con un alambre delgado para finalmente amarrar el conjunto a la estructura de metal, realizada por el Taller Maíz, con un alambre delgado.