El Chile que le presentaré al Papa
Luego de la visita del Papa Francisco a Colombia, a la que asistió como coordinador del Estado chileno, y en medio de su trabajo como presidente ejecutivo internacional de América Solidaria, invitamos al sicólogo Benito Baranda (52) a hacer una radiografía del escenario del Chile que recibirá al Pontífice en enero de 2018. Los aprendizajes que nos ha dado la migración, el 'machismo cultural' y lo que reconoce como una crisis espiritual son algunas de las caras.
Paula.cl
La pobreza que el Papa verá: "Ya la conoce, es similar a la de Buenos Aires y a sus barrios de exclusión social. Sin embargo, me imagino que, además, leerá, escuchará y podrá contemplar esa realidad. Él ha demostrado que tiene todos sus sentidos atentos a las injusticias, los dolores, las periferias y a aquellos 'descartables'".
Dónde está la crisis: "Vivimos tiempos muy intensos de transformación social, eso es una crisis. Una época que da paso a otra. Hay dos ámbitos que destaco desde el área en que yo me muevo: lo que está ocurriendo en educación –desde la preescolar hasta la superior– y el impacto de la llegada de extranjeros en la última década. Chile es otro y volverá con ello a crear su identidad a partir de nuevas oportunidades y la riqueza de tantos y tantas".
De la inmigración estamos aprendiendo: "A convivir, relacionarnos, comprender, escuchar, reconocer sus riquezas y aprender de ellos y ellas, lo que nos obliga a fomentar una mayor empatía desde la época escolar".
Lo más preocupante del boom migratorio es: "Las condiciones precarias y de necesidad en las que llegan, que, a su vez, incitan a un mayor rechazo y maltrato de la ciudadanía, que la filósofa española Adela Cortina denomina como 'aporofobia' (el rechazo al pobre)".
Lo que está demandando la ciudadanía: "Mayor participación, recibir un trato digno, ser escuchada y mayor seguridad y equidad".
La clásica familia chilena de hoy: "No existe. Cada hogar se configura según sus dolores y quiebres. Lo que tienen en común es su sello de acogida, entrega, donación y protección".
Somos machistas en: "Lo cultural. Basta revisar quiénes encabezan el Estado, las empresas y la sociedad civil. Los hombres dominamos la Corte Suprema, los directorios, las iglesias católica y evangélica, las rectorías universitarias. El peso masculino es arrollador y las barreras impuestas a las mujeres se van fraguando desde la infancia temprana".
La principal amenaza para los jóvenes chilenos es: "La falta de sentido, resultado de lo que les hemos ofrecido como éxito: la posesión de bienes, el acceso al consumo, el goce individual y la postergación del valor de lo colectivo. En cambio, la dedicación a un otro y la aspiración de bienes comunes priorizan la excelencia en vez del éxito, y las causas más grandes por sobre los caprichos personales".
¿Llegará a un país en una crisis espiritual? "Por supuesto que sí, estamos en un proceso duro y difícil de transformación espiritual. Esto implica madurez humana y atrevernos a dar pasos que no hemos dado. Cuidar de la vida interior, del crecimiento espiritual, de la madurez en la fe, no es una prioridad de las personas ni de las familias, ni menos de la educación ni de la sociedad en general".
En una conversación íntima con el Papa le plantearía: "Mi inquietud porque la agenda valórica no sea una jibarización del ser humano, y las grandes dificultades que tenemos los creyentes chilenos para poner en práctica los valores cristianos en nuestro actuar cotidiano. En esto hay responsabilidades compartidas desde la jerarquía eclesiástica hasta cada uno de nosotros los creyentes, en general por inmadurez".
Desde la última visita del Papa (Juan Pablo II) a Chile hasta hoy: "Nos queda una gran tarea en reconciliación, pero ¿qué país puede afirmar que está reconciliado? En Haití dicen que 'detrás del monte viene otro monte'. Recientemente hemos tenido el reflotar de tensiones y vivimos nuevos conflictos, algunos de ellos relacionados con el pasado y otros que han germinado en estos años".
El Chile que le presentaré al Papa me hace sentir: "Orgulloso, porque hemos trabajado mucho y muchos para tener un país con menos marginalidad y pobreza, más justo y libre. Y, aunque queda muchísimo por realizar, hoy hay mayor conciencia y se vislumbran deseos más auténticos de superación".
Le diría: "Que soy una persona llena de esperanza y que no bajaré los brazos, el corazón ni la mente por colaborar en la formación de ciudadanos felices, realizados, justos y solidarios, que no se midan solo por el PIB".
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.